La división entre ERC y Junts condiciona la negociación para la investidura de Sánchez

Tomás G. Morán REDACCIÓN / LA VOZ

ELECCIONES 23J

Borja Sánchez-Trillo | EFE

Los de Puigdemont llaman traidores a los de Junqueras por pactar con el PSC en tres diputaciones, la última la de Barcelona

27 jul 2023 . Actualizado a las 10:25 h.

La política catalana ha condicionado lo que ocurre en la española en el último decenio, desde que Artur Mas, acosado por la devastación de la crisis económica, comenzó a coquetear con la vía unilateral hacia la independencia. La polarización de la política, la irrupción de Vox, bebe de aquellos tiempos. Y para entender el denominado procés hay que analizar la carrera de caballos que ERC y el mundo de la antigua Convergencia, hoy Junts, disputan hacia el abismo del adiós a España. Esa pelea interminable la gana el último en bajarse del caballo. Y aunque históricamente la mejor cuadra siempre la ha tenido Esquerra, ahora el pura sangre es Puigdemont.

El gran liante, junto con Junqueras, de los sucesos del 2017 no ha pisado la cárcel, pero domina el relato acusando a su ahora rival de blando con España y de haberse vendido para solucionar su situación judicial, dejando atrás a miles de activistas independentistas que están siendo procesados por los incidentes de hace seis años.

La fractura entre ERC y Junts hace tiempo que es irreconducible, pero será el principal elemento que deberá sortear Pedro Sánchez para seguir en la Moncloa. El diálogo con las dos ramas del árbol separatista, ahora electoralmente muy debilitadas, será crucial porque el PSOE tiene que cortejar a Junts sin que a Esquerra le entre un ataque de cuernos. Oficialmente, la formación de Oriol Junqueras está intentando arrastrar a Junts hacia un acuerdo con el PSOE con el argumento de construir un frente común del independentismo que negocie de forma conjunta y logre réditos tangibles para Cataluña. Pero a día de hoy ese acuerdo parece lejano y desde luego el PSOE estará más cómodo en la estrategia de dividir y vencer, según fuentes cercanas al PSC. 

Complicar el escenario

Para complicar aún más las cosas, exconvergentes y republicanos se engancharon este martes en una nueva trifulca por la decisión de ERC de pactar con el PSC y los comunes para gobernar la Diputación de Barcelona, la tercera administración con más presupuesto de Cataluña, tras la Generalitat y el ayuntamiento de la capital. En Junts están que trinan porque se pasaron los últimos cuatro años recibiendo críticas de ERC por el pacto sellado con el PSC en la misma institución. Y llueve sobre mojado porque es el cuarto acuerdo importante al que llega Esquerra con los socialistas, tras las diputaciones de Lérida y Tarragona, y el Ayuntamiento de Barcelona.

Tras conocer el acuerdo en la Diputación barcelonesa, las voces que acusan a Junqueras de traicionar a Cataluña han dominado las redes sociales del mundo soberanista. El portavoz de Junts y hombre fuerte de Puigdemont en Cataluña, Josep Rius, censuró que el mismo se produjera justo después del 23J, «para no empeorar los resultados y escondiendo la decisión a los electores». En el PSC todavía no dan crédito con que ERC haya aceptado entrar en el gobierno provincial. Tal parece, explican, que «empieza a prosperar la política de «tonto el último». Es decir, que ante la creciente debilidad electoral, Esquerra se esté preparando para unos años de travesía en el desierto, asegurando los máximos sueldos públicos posibles.

Presiones

En este contexto, las presiones para que Puigdemont apoye a Sánchez comienzan a ocupar un espacio relevante en la conversación política catalana. Las mismas fuentes dicen que «el alma convergente de Junts —en referencia de los sectores de la formación más alejados del independentismo y más próximos a la oligarquía empresarial— empieza a hacerse oír. Consideran que el partido no va a volver a tener una oportunidad como esta, volviendo a ser relevante en la investidura y en la posterior gobernabilidad de España, como lo fue en los tiempos de Pujol. Esta oportunidad no se volverá a presentar sí se repiten elecciones, porque la aritmética no siempre juega a favor, y desde luego no si de una repetición electoral saliera un gobierno del PP».

Uno de los primeros en alzar la voz ha sido el exconsejero de Sanidad Santi Vila, el único miembro del gobierno independentista que evitó la cárcel sin tener que fugarse, tras arrepentirse y dimitir a tiempo. El expolítico publicó un artículo en La Vanguardia en el que insta a los de Puigdemont a hacer algo útil con los votos recibidos el 23J «Después de que el mismísimo Artur Mas reivindicara la utilidad de votar a Junts, ha llegado el momento de aclarar, con realismo, justamente en qué consiste esa utilidad —reclama—. ¿Acaso el delirante propósito de ‘desestabilizar el Estado hasta que Europa se implique’, como rebuznó uno de sus tantos candidatos? Seamos serios». Vila defiende que «los catalanes no pueden seguir en la frustración de saberse transitar por un camino que no lleva a ninguna parte, o que simplemente no les representa».

Un exlíder socialista pide un pacto PP-PSOE

El exlíder del PSE Nicolás Redondo Terreros pidió que el PSOE y el PP se pongan de acuerdo no solo para gobernar sino también para llegar a pactos de «moderación y centralidad», que representarían el «sentir mayoritario» del 65 % del electorado que votaron este 23J a los dos partidos. Representados en el colectivo Fernando de los Ríos, Nicolás Redondo Terreros, Pedro Bofill y José Antonio Díaz trasladaron a la prensa su visión de que «lo deseable» sería un «entendimiento» entre los dos partidos en las políticas de Estado y las cuestiones institucionales e instaron a Pedro Sánchez, a «estar a la altura» de las circunstancias. «Si fuese yo, mañana mismo llamaría a Alberto Núñez Feijoo, para reunirse y hablar «largo y tendido». «España no puede estar en manos de Puigdemont», insistió.