El primer duelo a cuatro acaba sin ganador y deja todo abierto para el 20D

G. Bareño, E. Clemente MADRID / LA VOZ

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La ausencia de Rajoy marcó un debate intenso en el que nadie se comprometió sobre los pactos para formar Gobierno

08 dic 2015 . Actualizado a las 14:33 h.

Sáenz de Santamaría aguanta el tipo en un papel muy complicado, Albert Rivera asusta y pasa a ser el principal blanco de los ataques, Pedro Sánchez sigue vivo y Pablo Iglesias se afianza. La partida está abierta, pero los pactos poselectorales, lo que más interesa ahora a las ciudadanos, siguen siendo una incógnita porque nadie quiso comprometerse. Rivera, clave en cualquier mayoría, solo precisó que no apoyará la investidura de Rajoy ni de Sánchez. Fue un debate a cuatro intenso, sin ganador ni perdedor claro, marcado por la ausencia de Rajoy y que dejó ver que las encuestas deciden las estrategias. Rivera se convirtió en blanco de los ataques de todos, Pablo Iglesias y el líder de Ciudadanos trataron de identificar continuamente al PSOE y el PP. Sánchez se esforzó en diferenciarse de los populares y atacó más a Rivera, con quien se disputa los votos por el centro, que a Iglesias, con quien rivaliza en la izquierda. Iglesias puso el foco en tratar de arrebatar a Pedro Sánchez, con buen tono, la representatividad del socialismo.

La ausencia de Rajoy

Sáenz de Santamaría explica que «somos un equipo». Sáenz de Santamaría tuvo que lidiar con la difícil misión de justificar la ausencia  de Rajoy en el debate. «Somos un equipo», dijo, donde hay una «responsabilidad compartida». Aprovechó para pasar al contraataque al asegurar que le preocupan los proyectos «unipersonales y personalistas», en alusión a las fuerzas emergentes. «Cualquiera de este partido puede venir a explicar lo que se ha hecho», zanjó la cuestión. Iglesias abrió su intervención enviando saludos a Rajoy, «que nos estará viendo en Doñana», a lo que después se sumaron Sánchez y Rivera. El líder socialista insistió en el mensaje central de su campaña: solo el PSOE puede liderar el cambio para que no haya cuatro años más de Rajoy. Dio por hecho que Podemos no ganará el 20D y afirmó categóricamente que «los dos partidos de la derecha, PP y Ciudadanos, si suman gobernarán». «El único camino posible para liderar el cambio que quiere un 70 % de los españoles es el PSOE», remachó. 

Pactos

Nada claro. Rivera reiteró que no apoyará la investidura ni de Mariano Rajoy ni de Sánchez ni de otro candidato hipotético del PP. «La vieja política no puede liderar el cambio», sentenció. Se limitó a decir que la lista más votada debe tratar de gobernar y anunció que si es presidente contará en su gobierno con independientes y con personas de otros partidos, en concreto mencionó del PP o del PSOE. «Solo gobernaremos si somos la lista mas votada», afirmó la vicepresidenta. Insistió en el mensaje que está lanzando el PP los últimos días: «Me dan miedo los tripartitos de perdedores, la única forma de respetar a los ciudadanos es garantizar que gobierne la lista más votada». Sánchez negó que  haya ofrecido a Podemos y Ciudadanos formar un tripartito e Iglesias señaló que si hay acuerdos con los socialistas será «sobre bases programáticas», pero añadió que «cuando el PSOE está fuerte se pone de acuerdo con los populares y no combate las puertas giratorias».

Economía

Propuestas y reproches. El principal argumento económico de Sáenz de Santamaría fue recordar que el Gobierno ha evitado el rescate. «Cómo se nota que no estaban aquí hace cuatro años», les dijo a Rivera y a Iglesias para desacreditar sus propuestas. «No tomen a los ciudadanos por tontos», le respondió el líder de Podemos. Sánchez atacó a Rivera equiparando el contrato único que plantea con el despido libre y propuso subir el salario mínimo hasta los 1.000 euros. Rivera se centró en equiparar al PP y el PSOE, defendió el contrato único fijo y propuso un complemento salarial a rentas bajas. En materia de impuestos, Rivera planteó rebajar todos los tipos con una reforma cuyo coste cifró en 7.000 millones de euros. Sáenz de Santamaría propuso elevar la recaudación gracias al crecimiento económico. Prometió una nueva rebaja fiscal y cheques familiares a familias monoparentales o con dependencia. Iglesias propuso una subida progresiva del IRPF para sueldos de entre 60.000 y 300.000 euros y que los bancos paguen «un impuesto de solidaridad», bajar el IVA y subirlo solo al lujo. Sánchez descartó una rebaja fiscal. «No se pueden bajar los impuestos y quien lo diga está mintiendo», afirmó. Todos negaron que vayan a hacer recortes, aunque Rivera, Sánchez e Iglesias apostaron por renegociar la senda del déficit en la UE. En materia de educación, Sáenz de Santamaría defendió la reforma del Gobierno para instaurar contenidos comunes en toda España. Rivera planteó un MIR para profesores y un pacto por la educación y negó que en Cataluña esté garantizada la educación en español, como dijo la vicepresidenta. Sánchez rechazó la equidistancia de la que habló Rivera, defendió la gestión del socialista Ángel Gabilondo y acusó al PP de «imponer» su visión educativa. Iglesias planteó escuchar a profesores, estudiantes y padres antes de abordar una reforma y acusó a Ciudadanos de convertirse en «una muleta de lo viejo». En materia de pensiones, hubo coincidencia en defender el Pacto de Toledo y pocas  novedades sobre lo ya conocido.

Reformas institucionales

Ataques cruzados. La corrupción deparó los momentos más tensos. Sáenz de Santamaría tuvo que responder de los casos que han afectado a su partido en los últimos cuatro años, mientras que Sánchez se defendió de las acusaciones por los ERE de Andalucía. Aquí los líderes de los dos partidos emergentes partieron con ventaja.  La vicepresidenta se defendió diciendo que los casos que han afectado al PP «nos han indignado y avergonzado» y destacó que el Gobierno ha puesto en marcha «el plan anticorrupción más importante de la democracia». Para Sáenz de Santamaría, el partido ya ha dado «muchas explicaciones y los responsables no están en el PP». Iglesias concluyó que «el PP es el partido de la corrupción» y debería pedir perdón. La vicepresidenta respondió que los casos que ha habido en el PP «no le autorizan a decir que es un partido corrupto». «Luis, sé fuerte», dijo Iglesias, a lo que la vicepresidenta respondió «paga, Monedero, paga». Sánchez afirmó que el PSOE sí ha asumido responsabilidades por la corrupción, al contrario que el PP, y que Rajoy debería de haber dimitido por sus SMS  a Bárcenas. Por su parte, Rivera fue muy contundente al asegurar que Rajoy no fue al debate porque en los papeles de Bárcenas constan pagos al presidente. Y agradeció a la vicepresidenta que «se atreva a defender lo que no se atreve Rajoy». Aunque acto seguido mantuvo que no deseaba entrar en el «y tú más». Sobre Cataluña, Sáenz de Santamaría destacó que «si Cataluña paga a sus proveedores es porque este Gobierno ha trabajado». Sánchez consideró a Artur Mas el «culpable» de lo que está pasando y a Rajoy «responsable». Iglesias defendió un referendo de autodeterminación que en su opinión cabe en la ley si hay voluntad política, aunque es partidario de que Cataluña no se vaya de España. Rivera señaló que ese derecho no se puede aplicar en Cataluña, según ha establecido la ONU. Sáenz de Santamaría acusó a Sánchez de ser equidistante al equiparar a Mas y Rajoy. 

En la cuestión de la lucha contra el yihadismo, Iglesias fue el único que se opuso tajantemente a enviar tropas terrestres a Siria.

Cierre

Iglesias, el más eficaz. La intensidad del debate fue creciente. A Iglesias le tocó cerrarlo y su mensaje fue el más eficaz con diferencia, enumerando todos los casos de corrupción del PP y el PSOE, pidiendo que «no se olvide», pero invitando al tiempo a confiar en el futuro. «Hemos hecho lo más difícil en el momento más complicado», dijo Soraya, quien apostó por construir ahora «una España no incierta, sino mejor». Rivera pidió un voto masivo para abrir «una nueva etapa» de esperanza y Sánchez presentó al PSOE como la única opción que garantiza un cambio político.

Solo la corrupción despertó a la vicepresidenta en el debate contra los «señores»

BENITO ORDÓÑEZ

De la pintura cortesana a la negra. Entró Velázquez al debate y salió Goya, dos siglos por delante. A Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Iglesias la había apodado «menina» en las vísperas. Pero anoche, en televisión, no apareció la sirvienta bajita de nadie. Acartonada en principio, como limitándose a recitar los temas de un examen, emergió luego una vicepresidenta con ganas de comerse a los rivales. Tardó, pero, espoleada por el bloque temático de la corrupción, se transmutó en Saturno devorando a un hijo; a tres, en realidad. A tres «señores», como les llamó en hasta cinco ocasiones, metiéndolos a todos en el mismo saco.

Licenciada en Derecho y abogada del Estado, en política desde los 29, a sus 44 años la número dos de la Moncloa compareció bregada en mil batallas de Congreso. La vallisoletana arribó al plató transmitiendo aplomo, suelta cual melena al viento. Luego, entrada en faena, mostró a veces su perfil acusador, cultivado en la oposición frente a Rubalcaba, Fernández de la Vega y Salgado, y otras, el defensivo, desarrollado tras su ascenso a los cielos del poder en las Navidades del 2011. E incluso el distante, al inicio, como comiendo palomitas mientras sus adversarios se despellejaban entre ellos. 

Al margen de salir a defender los recortes con un peluco de tres ceros en la muñeca, en la exposición cometió al menos cuatro errores: se trastabilló dos veces, confundió la reforma electoral con la educativa y dijo «España» cuando quería pronunciar «PP». De su intervención, no obstante, se recordará el repaso a Rivera a cuento de las consecuencias del cierre del Senado, su invitación al presidente de Ciudadanos a «trabajar juntos», el reproche común a los oponentes -«es muy fácil hablar, es muy difícil gobernar», les espetó- y el concepto acuñado para responder al ataque del número uno de Podemos a propósito del caso Bárcenas: «Paga, señor Monedero, paga». Tampoco renunció a los clásicos: cuatro años después, regresó a ZP para arrojárselo a Sánchez.

Por M. Cheda

Sánchez peca de ansiedad y se enroca en su tesis de que el cambio pasa por el PSOE

BENITO ORDÓÑEZ

El candidato del PSOE fue a lo suyo en un debate al que compareció aquejado de ansiedad. Las grandes revelaciones las agotó hace dos semanas. «He sido un poco bala», le confesó a Bertín Osborne. Pero ayer se mostró más previsible. Ataviado con corbata rojo socialista y americana azul, código que vale tanto para gobernar como para una entrevista de trabajo, Pedro Sánchez no se dejó amedrentar por el recuerdo de un sondeo que sitúa a su partido en caída libre. Tras regatear la cuestión, colocó la piedra angular del discurso que los socialistas machacan desde hace meses. «Los españoles no quieren cuatro años más de Rajoy. Solo ganando el PSOE las elecciones puede producirse ese cambio». Curiosamente, después reprochó a Sáenz de Santamaría que siguiera la misma estrategia, tirar de argumentario, a la que Sánchez también acudió para escapar de Zapatero. 

Al socialista no le interesó hablar del pasado, brete en el que la vicepresidenta del Gobierno contó puntualmente con el capote de Iglesias, quien cuestionó la reforma laboral del 2010. Aunque fue Rivera el más incisivo en esa tarea. Logró descentrar a Sánchez, que replicó con un «no me conoces» cuando el líder de Ciudadanos le pidió que no se pusiera nervioso. Fueron momentos delicados para el socialista, que se reproducirían en varias fases de un debate en el que pareció estar contra las cuerdas. Sánchez conectó algunos golpes. Evocó el escándalo Bankia o la amnistía fiscal. Y coló propuestas como la subida del salario mínimo a 1.000 euros, la vuelta al Pacto de Toledo y una revisión de la Constitución con horma federal para aplacar al secesionismo catalán. Pero también lanzó ganchos al aire. La corrupción en Andalucía la despachó de un plumazo: «Se han asumido responsabilidades políticas». En cambio, fue más elocuente al hurgar en la herida del PP: «Rajoy sigue siendo presidente cuando tenía que haber dimitido después del SMS a Bárcenas». El cambio, porfió, solo lo garantizan los socialistas.

Por Serafín Lorenzo

El político que no quiso parecerlo y que buscó ser alternativa al bipartidismo

BENITO ORDÓÑEZ

En un escenario de llegada más propio de una fan zone resulta complejo distinguirse. Ahí todos son recibidos como celebridades. Y entre los empeños del líder de Ciudadanos sobresale uno por encima de los demás: huir siempre de cualquier parecido a un político. Al menos de la imagen tradicional que el pueblo tiene de ellos. Quizás por eso llegó en minibús, con más asesores que nadie, después de haberse motivado con vídeos del ex seleccionador de fútbol ya fallecido Luis Aragonés.

En el carril del centro, pero empujado desde la izquierda y la derecha, Rivera quiso como siempre construir su propio relato de seducción, marcando los tiempos y el discurso. Y, sobre todo, desembarazándose de la vieja derecha, por el PP, y la vieja izquierda, por el PSOE. Al líder de Ciudadanos, en una buena parte del debate, se le vio algo nervioso, sobre todo cuando no tenía el uso de la palabra: fue quien más gesticuló en el plató, y cuando hablaban sus oponentes asentía o negaba con la cabeza. También se frotaba las manos. Y se movía como quien estaba calentando en la banda. Pero fue relajándose a medida que avanzaba el debate y repartiendo culpas entre el PP y el PSOE, como marcaba el primer mandamiento de su tabla.

Suelto en el relato de su reforma fiscal y en los temas económicos, punto fuerte de Ciudadanos, a Rivera le vino bien la dureza y el sarcasmo mutuo entre Sánchez e Iglesias, como el chico ejemplar que en el patio del recreo no se mete en líos. Por eso fue el primero en hacer una llamada a arrinconar el debate entre lo malo y lo peor, en alusión al bipartidismo. Y en pedir que se hagan propuestas. Con la excepción de la cuestión territorial, Rivera eludió el cuerpo a cuerpo con el líder de Podemos para erigirse en la alternativa, estrategia favorecida por el formato del debate. Uno de sus momentos más cómodos fue cuando se habló de corrupción, donde fue muy duro con el PP, partido con el que coincidió en la cuestión nacional.

Por Mario Beramendi

Un hilo argumental trazado para morder espacio en la finca electoral socialista

BENITO ORDÓÑEZ

Encaró el debate de la misma manera que sus clases en la Complutense: en vaqueros, camisa remangada y aferrado al bolígrafo con el que pedía la palabra y cubrió fichas con sus últimas ideas mientras llegaba al combate dialéctico. Arrancó saludando al ausente Rajoy, pero Pablo Iglesias no tardó en dejar claro que su estrategia argumental no iba dirigida contra el PP, ni Ciudadanos, sino hacia Pedro Sánchez. Iglesias no disimuló ayer que las expectativas de su formación pasan por morder espacio al PSOE. «No has sido capaz de renovar a tu partido, da la impresión de que en él mandan otros», dijo al socialista para asegurarle que en zonas como Galicia «las encuestas nos colocan por encima de vosotros», a su juicio porque el PSOE dice una cosa en la oposición y lo contrario cuando gobierna.

Su apuesta por la diferencia para ser el único sin portar chaqueta, dejó a Pablo Iglesias frente a los rastros de sudor en su camisa que tan caros le salieron a Nixon en el primer debate político televisado de la historia. Únicamente a la vicepresidenta la trató de usted, aunque para asestar al PP uno de los ataques más duros, al identificarlo directamente con la corrupción, asunto que Sáenz de Santamaría le devolvió recordando el caso Monedero, que Iglesias eludió explicar. Con Rivera reconoció tener afinidades e incluso posibilidad de acuerdos, pero esas coincidencias las diluyó afeando el entendimiento de Ciudadanos en Madrid o Andalucía con los dos partidos hasta ahora mayoritarios.

Y a la hora de proponer, el profesor Iglesias volvió a la enseñanza para utilizar herramientas académicas como los exámenes, a los que propuso someter a mitad de curso/legislatura a los presidentes en forma de referendo para dejarles seguir o abandonar el cargo. El debate sobre el derecho a decidir rompió sus intentos de no fruncir el ceño, que ayer trató de liberar con su bolígrafo con el que apuntó directamente al PSOE como rival a recortar espacio hasta el día 20.

Por Carlos Punzón