Melilla, ¿el kilómetro cero del paraíso?

jesús blasco de avellaneda MELILLA / COLPISA

ESPAÑA

F. G. Guerrero

España ya no es la meta soñada que está en los países del norte de Europa

02 mar 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

La obsesión de los más de 3.000 inmigrantes que sobreviven en los asentamientos del norte de Marruecos es saltar la valla, llegar a Melilla. El enclave español es el final del continente africano, la puerta de Europa, el kilómetro cero del futuro. Es una estación imprescindible, un campo base donde avituallarse y emprender el camino hacia la borrascosa cumbre del sueño europeo.

Cuando logran superar el triple vallado de alambres y cuchillas de más de seis metros de altura llegan exultantes. Desde la Delegación del Gobierno en Melilla se habla de que vienen engañados por las mafias, que los inmigrantes creen que con llegar a Melilla se resuelven todos sus problemas. Pero la realidad es otra. Es el comienzo de un largo sufrimiento que soportan al no ver colmadas sus expectativas.

El CETI es un oasis de paz y multiculturalidad. Los inmigrantes hacen su vida dentro de él o en los alrededores. La idea es que la estancia allí debe ser transitoria, aunque la media supera el año. El reto de la dirección del centro es que, en condiciones normales, nadie supere los cinco o seis meses de permanencia a partir del año próximo.

Hay dos formas de salir del CETI hacia el ansiado continente europeo, o bien acogido o bien internado. El 60 % llega a la España peninsular con la primera opción. El Ministerio de Empleo tiene acuerdos con numerosas organizaciones que amparan a estos inmigrantes por un tiempo determinado que va desde los seis hasta los 18 meses dependiendo de si son solteros y gozan de plena salud, o si tienen carga familiar, minusvalías o alguna enfermedad.

El resto es conducido a los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), una especie de cárceles para inmigrantes en las que muchos ingresan de forma voluntaria. La gran mayoría de los que llegan a estos centros son repatriados a sus países de origen después de ser reconocidos por el consulado correspondiente. Para los que no es posible la devolución, les espera la libertad a los 60 días de internamiento.

Desde hace un par de años casi ningún inmigrante se queda en España, convertido en un punto de paso. Conocedores de la mala situación económica y laboral, cruzan los Pirineos e intentan instalarse en países como Francia, Alemania o Bélgica, principalmente.

el repunte de la inmigración ilegal la vida después de saltar la valla

A la espera de una oportunidad

Fuentes de la inteligencia española cifran en más 30.000 los africanos que aguardan en los bosques de Marruecos su oportunidad para lanzarse contra la alambrada. Algunas oenegés los reducen a 10.000. Según datos oficiales, el pasado año Ceuta y Melilla recibieron a 4.354 inmigrantes, el 57 % de los que subsaharianos que entraron de forma irregular a España. Sin embargo, todavía en el 2013, el 75 % de los inmigrantes que llegaron a las dos ciudades lo hizo por mar. Solo 1.189 se atrevieron con las vallas, un sistema que se colocó en el 2005, cuando el Gobierno de Zapatero presentó el primer vallado supuestamente antisaltos.

La construcción de este triple muro y la elevación del perímetro hizo disminuir la presión de la inmigración. O mejor dicho, trasladarla a otro lado, al sur de Italia. Pero el coste de esos viajes hizo disminuir el flujo. La inmensa mayoría de los inmigrantes que llegan al norte del continente no tienen dinero para pagar un sitio en una embarcación. Y la única oportunidad, al menos para los jóvenes, es el asalto a las vallas.