José Manuel Soria, el protegido del líder llegó a pensar que podría consumar su escapada
ESPAÑA
José Manuel Soria López siempre fue un hombre preocupado por su imagen, que cuidaba su relación con los medios, con habilidad para moverse por los pasillos de Génova
07 sep 2016 . Actualizado a las 11:25 h.José Manuel Soria López (Las Palmas de Gran Canaria, 1958) siempre fue un hombre preocupado por su imagen, que cuidaba su relación con los medios, con habilidad para moverse por los pasillos de Génova, cierta arrogancia escondida tras unas formas exquisitas y mucha suerte para salir indemne de las situaciones más complicadas, que no escasean en su biografía. Pero todos esos talentos no han sido suficientes para sacar adelante su inaudito intento de convertirse en alto cargo del Banco Mundial solo unos meses después de haber tenido que dimitir como ministro por su implicación en los papeles de Panamá y por haber mentido reiteradamente en unas torpes explicaciones sobre el origen de esa sociedad.
El extitular de Industria pierde así definitivamente la batalla en el PP, en el que ha vivido siempre protegido por Rajoy frente a la indisimulada inquina que le tiene un sector del partido encabezado por Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro, que nunca se fiaron de su irrefrenable ambición política. Con una sólida formación económica y con fama de ejecutar con rapidez y pese a quien pese aquello que planifica, el exalcalde de Las Palmas llegó a convertirse en uno de los hombres más fieles y cercanos a Mariano Rajoy, con quien trabó relación en el pasado colmándolo de atenciones durante las visitas que el líder del PP realizaba a su padre cuando este pasaba largas temporadas en las islas. Esa buena relación se estrechó en el 2008, cuando Soria dio la cara por Rajoy enfrentándose a la dirigente del PP vasco María San Gil, que acabó apartada junto al ala más dura y crítica del partido, dejando el camino libre al líder popular.
Solo desde esa estrecha relación personal se puede entender que Soria tuviera el cuajo de solicitar un puesto remunerado con más de 226.000 euros anuales y que Rajoy estuviera dispuesto a asumir el escándalo en pleno proceso de formación de Gobierno. Fiel a su estilo y a su forma de entender la fidelidad política, el líder del PP pretendía que fuera el propio Soria quien renunciara sin tener que pedírselo, como ocurrió tras salir a la luz sus sociedades en paraísos fiscales. Pero en esta ocasión Soria seguía enrocado y Rajoy ha tenido que mover pieza. El exministro llegó a pensar que consumaría la escapada una vez pasado el chaparrón, pero ayer su suerte cambió. Su caso amenazaba con lograr lo que no habían conseguido ocho meses de presiones en todos los frentes desde las elecciones del 20D: que en el PP se empiece a cuestionar la idoneidad de Rajoy como candidato a la presidencia del Gobierno.
Cuando hasta un dirigente tan señalado en el PP y tan próximo al líder popular como Alberto Núñez Feijoo consideró «difícil de entender» el nombramiento de Soria, el exministro de Industria quedó sentenciado. La renuncia alivia la presión sobre Rajoy, pero deja muy tocada su capacidad para regenerar un partido en el que muchos siguen llevándose las manos a la cabeza, incapaces de explicarse qué paso por la mente de su líder para embarcarse en semejante aventura.