Cuestionado y con una comisión de investigación pisándole los talones, deja Interior con más sombras que luces en su gestión
03 nov 2016 . Actualizado a las 19:55 h.Cuestionado y con una comisión de investigación pisándole los talones, Jorge Fernández Díaz deja el Ministerio del Interior con más sombras que luces en su gestión, empañada por las acusaciones de haber usado a la Policía para frenar la deriva soberanista en Cataluña y por haber sido grabado en su despacho.
Pero también por una guerra en la cúpula policial que no ha podido esconder o por la reunión que mantuvo en la sede ministerial con el principal imputado del caso Bankia, Rodrigo Rato.
Todo ello ha deslucido en buena medida los éxitos cosechados por las fuerzas de seguridad en materia antiterrorista y en la reducción de las tasas de criminalidad. Y es que con un terrorismo doméstico liquidado y sin bajar la guardia de la amenaza yihadista, Fernández Díaz lo tenía todo a su favor para un mandato «placentero».
Hombre de confianza de Mariano Rajoy, que depositó en él la cuota catalana, Fernández Díaz no ha ocultado sus profundas convicciones religiosas, hasta el punto de que ha concedido una medalla policial a la virgen María Santísima del Amor, ha confesado que tiene un ángel de la guarda -le llama Marcelo- y no ha tenido reparos en oponerse sin fisuras al aborto.
Ligado al Opus Dei, no siempre profesó la fe en Dios. Él mismo ha contado en un documental titulado El Colibrí y estrenado el año pasado cómo «una experiencia personal» vivida en Las Vegas en 1991 fue el inicio de su «conversión». Aunque ha llegado a ser uno de los ministros peor valorados del equipo de Gobierno del PP, hay que reconocerle como un trabajador incansable.
Un celo profesional que le ha llevado a participar en todas las citas europeas, a defender a capa y espada el trabajo de las fuerzas de seguridad españolas y a dar la cara en el Congreso cuando la polémica ha salpicado a su departamento.
Sin embargo, no ha podido impedir su salida del nuevo Ejecutivo, que abandona pocos días después de que la Comisión de Interior le reprobara o de que la de Seguridad Ciudadana conocida como «ley Mordaza», pueda tener los días contados.
Ya no será ministro, pero si el Congreso cumple sus resoluciones, una comisión parlamentaria investigará el supuesto uso político de la Policía para dañar a los partidos soberanistas. Su cartera será ya de otro cuando se conozca -si es que se conoce- quién grabó a Fernández Díaz y al exjefe de la oficina antifraude catalana Daniel de Alfonso.
Gota que ha colmado el vaso de la paciencia de la oposición, a la que precedieron otras. La muerte de quince inmigrantes en la tragedia de El Tarajal en Ceuta; su conversación con Rato; los informes policiales «anónimos» sobre cargos del Gobierno catalán y sobre Podemos, o la medalla a la Virgen han sido motivos que han esgrimido sus rivales políticos para pedir su cese.
Ni siquiera se ha librado de estas sombras la Dirección General del Tráfico, alejada históricamente de la rivalidad política partidista. Los escándalos que a principios de verano salpicaron al marido de su entonces directora general María Seguí condujeron a su renuncia voluntaria con un más que visto bueno de Interior.
Más lejanos en los casi cinco años de Fernández Díaz al frente del departamento quedan otros charcos en los que se ha metido, en muchas ocasiones (todo hay que decirlo), por no eludir ninguna pregunta de los periodistas.
Bastan algunos ejemplos. Uno de ellos, en agosto del 2012, cuando Fernández Díaz dio por cerrado el caso del secuestro por el GRAPO de Publio Cordón e, incluso, ofreció en rueda de prensa detalles del cautiverio de la víctima, lo que llevó al entonces juez de la Audiencia Javier Gómez Bermúdez a abrirle diligencias por un delito de revelación de secretos, que finalmente quedaron archivadas.
Entre las «perlas» más polémicas figura la comparación entre el aborto y ETA. «Algo tienen que ver, pero no demasiado», lanzó el exministro preguntado sobre el primer asunto en plena rueda de prensa para dar cuenta del importante golpe a la banda con la desarticulación de su estructura logística en Francia en el 2013.
Apenas unos meses después, su director de comunicación dejaba su puesto. Interior había informado de varias detenciones del entorno de ETA cuando ni siquiera la Guardia Civil había iniciado la operación.
Si en algún asunto no ha dejado de meter baza ha sido en la cuestión catalana, porque aunque nacido en Valladolid, el exministro ha llevado a gala su condición de barcelonés, pero de un barcelonés españolista que ha sacudido verbalmente cuantas veces ha podido a todos las fuerzas políticas de la comunidad, con especial fijación en Artur Mas.
Hijo de familia numerosa, Jorge Fernández Díaz, de 66 años, ha sido el perfil más duro del PP catalán y definido por muchos como un corredor de fondo: Estudió ingeniería industrial e ingresó por oposición en el Cuerpo de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social del Estado, llegando a ser subdelegado y delegado del Ministerio de Trabajo en Barcelona.
En los más de 30 años que lleva en política, ha ejercido de gobernador civil de Asturias y Barcelona, de concejal del consistorio barcelonés por Alianza Popular, de senador autonómico y de diputado tanto en el Parlamento de Cataluña como en el Congreso.
Cuando José María Aznar llegó al Gobierno se convirtió en la sombra de Mariano Rajoy, al que siguió de ministerio en ministerio, salvo, curiosamente, al de Interior, que el presidente ocupó entre febrero del 2001 y julio del 2002.
Unas vidas en paralelo que ahora se separan, probablemente por las presiones externas de otros partidos que con toda seguridad han condicionado el apoyo a Rajoy a, entre otras cosas, la salida de Fernández Díaz.