¿Y si Galicia tuviese la hora de Canarias?

EXTRA VOZ

MIGUEL VILLAR

En menos de una semana retrasaremos de nuevo el reloj para adaptarnos al horario de invierno. La versión oficial  justifica el cambio por un supuesto ahorro de energía, pero varios colectivos argumentan que vivimos en un uso que no nos corresponde

19 oct 2015 . Actualizado a las 01:51 h.

Como cada otoño nos acercamos a un cambio en nuestras rutinas que amarga a muchos por lo pronto que se hace de noche y a que otros entusiasma por el plus de contar con una hora extra en ese fin de semana. En la madruga del próximo domingo 25 de octubre los relojes van a tener la capacidad extraordinaria de viajar en el tiempo. A las tres de la madrugada serán las dos. Volvemos al horario de invierno, al «normal». En España esto supone retornar al GMT+1, una hora por encima de Greenwich. Esta costumbre, obligada por la Comisión Europea de forma indefinida desde el 2001, se practicó por primera vez en la Primera Guerra Mundial y se empezó a generalizar después de la crisis del petróleo de 1974. Hoy la llevan a cabo unos 80 países. La idea original la tuvo el norteamericano Benjamin Franklin a finales del siglo XVIII. En Reino Unido, un constructor, William Willett, fue el precursor del Daylight Saving Time, el horario de verano del que nos despedimos. El pretexto del primero era reducir el consumo de velas, el del segundo, ahorrar una fortuna en el recibo en la luz. Tales argumentos siguen siendo la principal excusa en la que se justifican hoy los gobiernos para mover dos veces al año las agujas 60 minutos.

¿Realmente ahorramos energía?

Los datos no reflejan sin embargo esta optimización. «El argumento clásico está relacionado con el consumo de energía empleada para la iluminación pero el efecto sobre el consumo eléctrico a nivel global es prácticamente nulo», apunta Camilo José Carrillo, profesor de Ingeniería Eléctrica de la Universidade de Vigo. Ahora tenemos nuevos hábitos de consumo. «La calefacción en invierno y la climatización en verano suponen un gasto superior al de la luz», explica, y añade otros factores como el tráfico rodado y la contaminación. Su opinión coincide con estudios como el elaborado en el 2006 por un economista de la Universidad de California. Comparó el gasto eléctrico entre los distintos condados de Indiana cuando adoptaron el cambio de hora. El resultado: mientras el uso de luz artificial disminuyó, aumentó el de los aires acondicionados. 

En España, los informes que avalan el cambio de hora presentan números similares y no demasiado significativos. Red Eléctrica Española habla de un ahorro de entre el 0,1% y el 0,5% del consumo eléctrico. El IDAE, el instituto del Ministerio de Industria, cifra este recorte en unos seis euros por familia. «El principal ahorro se busca con el horario de verano, cuando hay más horas de luz, pero, la propia Comisión Europea ha reconocido que la justificación principal para establecerlo está en la mayor actividad económica que conlleva para el turismo y el ocio alargar las tardes», aclara Diana Blanco, investigadora del Área de Energías Alternativas EnergyLab. 

España, ¿Un bicho raro en Europa?

El problema de la hora en España es que no es la que debería ser. Esto es lo que defiende José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, ARHOE. «Es suficiente con ver un mapa ?dice?. Compartimos hora con Polonia y no con Portugal, como si estuviésemos debajo de Berlín. Tenemos un horario artificial que impuso Franco en un decreto anacrónico del año 42. Nos deben una hora», exclama Casero. La lucha de su asociación llegó al Congreso y en el 2013 obtuvo el visto bueno de la Subcomisión de Igualdad que concluyó que «nos levantamos demasiado temprano y no dormimos lo suficiente». A pesar de eso, lleva guardada en el cajón desde entonces. «Falta valentía e iniciativa», critica Casero, que no tira la toalla. «Tenemos el ejemplo de la ley antitabaco, inconcebible hasta que se aprobó», apunta. Casero porfía en que solo si regresamos a nuestro huso horario natural podremos avanzar en la conciliación laboral y familiar. «Las costumbres hay que romperlas cuando no son beneficiosas. En Londres el horario solar se acompasa con el oficial, por eso la gente sale de trabajar antes y no se queda en la oficina hasta las nueve de la noche», explica. 

En Galicia, la incoherencia entre lo que nos dice el Sol y lo que nos dicta nuestro reloj es aún mayor. Estamos en el occidente de España y aquí el desajuste llega a las dos horas en la franja Atlántica. Sin embargo, no todos piensan que sería bueno pasarnos al GMT+0. «Sería de noche a las cuatro de la tarde y alterar el huso horario podría interferir en las relaciones transnacionales», mantiene Camilo José Carrillo. «La zona horaria afecta al comportamiento de las personas. Los españoles no son diferentes al resto del mundo, sino que lo son sus relojes. Las implicaciones que tiene este desfase son más sociales que energéticas», incide Diana Blanco. En un país en el que el turismo y el sector servicios son decisivos se presenta complicado pensar en una vuelta al Meridiano de Greenwich, el que atraviesa la península. Como comenta el psiquiatra del CHUAC, Juan Carlos Díaz del Valle «hay una cualidad única en el ser humano y es su capacidad de adaptación. Excepto aquellas personas con un ritmo circadiano más sensible, el que regula el ajuste a los ciclos del día y de la noche, los trastornos en el sueño que podamos sufrir el próximo domingo serán cuestión de unos días». Por lo demás, tiempo al tiempo. 

MARCOS MÍGUEZ

JONATAN AÑÓN, EMPLEADO DE GASOLINERA

«Yo dejaría siempre el horario de verano»

Jonatan tiene las dos visiones, la matinal y la vespertina. «Cuando cambien la hora, el turno de mañana será algo más descansado, porque se hace todo durante el día. Lo malo es que se hace larguísimo». Este joven viaja desde Carballo hasta O Temple para trabajar en una gasolinera. «Ahora me incorporo de noche y voy viendo como amanece y se hace de día. Parece que el turno pasa antes». Jonatan, que tiene 23 años, teme al cambio de hora porque le deja casi sin tiempo libre: «Salgo de trabajar a las tres de la tarde. Mientras llego a Carballo, me preparo la comida, como y duermo una hora de siesta, ya se ha hecho de noche. Como máximo puedo disfrutar de una hora de luz». Jonatan dice que necesita al menos una semana para aclimatarse al cambio de horario, aunque admite que es más fácil adaptarse al horario de invierno que al de verano: «Si fuera por mí, dejaría siempre el horario de verano». Este operario expone sus dudas de que ese trastorno suponga algún ahorro real: «La hora de luz que te ahorras en la gasolinera por la mañana, la gastas por la tarde y me da la impresión de que en casa se gasta más».

CESAR QUIAN

FERNANDO ROMERO, PANADERO

«A mí me da igual, soy prácticamente un vampiro»

Fernando es panadero. A las diez de la noche entra a trabajar: «En verano, cuando yo entro, la gente se está tomando una cerveza». Asegura que el cambio solo le afecta el día que se produce, que tiene una hora más de trabajo. Trabaja de noche y duerme de día y, aunque los cambios le dan igual, prefiere el horario de verano.