El dueño de la antigua Hispania inicia el derribo tras años de litigios
19 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.Fue el germen de la industria privada de Ferrolterra y está a punto de convertirse en escombros. La promotora Jerpu, dueña de Hispania, una de las cinco fábricas de lápices que funcionaron en España, comenzó ayer a derruirla después de que la Xunta pusiese fin a dos décadas marcadas por el litigio judicial que mantenían sus propietarios con el Concello. Todos los grupos municipales de la izquierda (PSOE, BNG e IU) y la delegación local del Colegio de Arquitectos de Galicia se oponen a que acabe reducida a cascotes y apelan al valor patrimonial de varios de sus elementos, entre otros la fachada, con elementos del Art Deco y el Racionalismo. IU presentó hace unas semanas un recurso de alzada contra la decisión de la Xunta de permitir la demolición, pero los propietarios iniciaron ayer los primeros trabajos para el derrumbe, con el desmontaje de parte de su chimenea.
La Fábrica de Lápices comenzó su andadura en la zona portuaria ferrolana en 1934, impulsada por Alberto Fernández Martín, un representante vallisoletano de artículos de escritorio, que contagió su espíritu emprendedor a otros seis socios, entre ellos a su amigo Antonio Veiga. Desde el primer momento la factoría fue creciendo en actividad y plantilla, que en sus tiempos de esplendor llegó a generar empleo para 400 personas. Hasta principios de la década de los setenta, la fábrica exportaba lápices para toda Europa y también para Estados Unidos, generando unos beneficios que permitieron, según recuerda el hijo de uno de los socios, Antonio Veiga, aportar capital para crear un sinfín de industrias más en la comarca, algunas tan señeras como Fuerzas Navales y Artilleras (Fenya), Conservas La Atlántica, Cerámicas Santa Rita, Textilfer, Admar e incluso los astilleros que después darían origen a Astano.
Multitud de modelos
Junto a Antonio Tella, que se ocupaba de la parte técnica de la fabricación, y el alemán Johann Sindel, jefe del taller y que dio nombre a un modelo de lápiz muy exitoso, sus dueños lograron que la factoría incorporase nuevos productos. Así, llegó a fabricar lápices de dibujo profesional, de carpintero, de colores y perfiladores de labios, entre otros y también se diversificó la producción hacia otros artículos, como plumillas y peines.
La fábrica, que inicialmente había echado a andar en unas naves en los muelles, fue construida bajo el diseño del arquitecto Nemesio López, y en su emblemática fachada se colocó el logotipo que muestra dos muñecos unidos rodeados por una corona, símbolo para varias generaciones de ese enclave industrial. En Ferrol alguien llegó a decir hace unos días que era un símbolo nazi, lo que ha indignado a la familia Veiga, que niega este extremo y además aboga porque, en el supuesto en que acabe sucumbiendo a las máquinas, se conserve el emblema.
La época dorada de la planta se truncó en los sesenta, por las importaciones masivas de lápices de China, Taiwán y Checoslovaquia, y fue decayendo hasta echar el cierre, en 1986. Tras ser subastada, pasó a manos de la promotora Jerpu, que la compró para edificar en su parcela 50 pisos. Pero las intenciones de la empresa chocaron desde el principio con el Concello de Ferrol, con el que pleiteó primero para que los terrenos sobre los que se asienta fuesen declarados como suelo urbano no consolidado, lo que logró en el 2004. Dos años después se inició una modificación del plan general que afectaba a la zona y, más tarde, el gobierno local, ya de otro color político, paralizó de nuevo el proceso.
Desde el 2010, los tribunales han dado la razón a la firma, y por último, la Xunta autorizó el derribo, que empezó pese a la oposición de políticos y arquitectos. Las máquinas arrancan ya motores para poner fin al primer gran emblema fabril de la ciudad.
el fin de un gigante industrial la historia de la factoría