El pasado jueves hubo un doble acto en Fene, por un lado la inauguración en la sala de exposiciones del Museo del Humor de una exposición de fotografías y documentación que lleva por título Galegos en Mauthausen, y por otro lado la presentación del libro que comparte título, del historiador Enrique Barrera Beitía, libro que contiene a modo de ilustración las imágenes de la exposición.
Este libro que ha sido publicado por la Diputación de A Coruña, parte de un proyecto que surge de las asociaciones ferrolanas Fuco Buxán y Memoria Histórica Democrática y que tiene como fin sacar a la luz y rendir homenaje a todas aquellas personas de la comarca que sufrieron el internamiento en el campo de exterminio nazi de Mauthausen, homenaje del que forma parte también la escultura de Miguel Couto Escalera ao ceo presentada el pasado verano en Ares.
Si un invento ha sido importante por su capacidad para demostrar y mostrar la realidad, para poner a esta al alcance de todos, para destapar la verdad de los hechos acontecidos, sin duda este es el invento de la fotografía. La documentación del hecho histórico solo a través de escritos, dibujos, planos,? se queda coja hoy en día sin la aportación de la fotografía y más adelante la fotografía en movimiento (cine, vídeo?), así que a partir de la década de 1820 con el descubrimiento de la fotografía, las posibilidades de conocimiento de nuestro pasado cambian y se amplían abriéndose ante nosotros un abanico enorme de posibilidades. Tanto es así que en 1946 y durante los Juicios de Nuremberg nada habría sido igual sin la generosa actuación del fotógrafo catalán Francesc Boix el cual estuvo ingresado en el campo de Mauthausen y fue precisamente allí donde consiguió hacer fotografías de los terribles sucesos que más tarde serían juzgados. Boix, como otros tantos presos que tenían oficio, eran utilizados por los nazis, así a la vez que hacía fotografías generalmente con un fin de control y policial para ellos, consiguió mantener y esconder imágenes de las barbaridades que allí sucedían jugándose literalmente la vida con ello.
La cotidianidad de lo que en Mauthausen sucedía así como la posibilidad de saber quién estaba allí recluido llega a nosotros a través de las imágenes que fotógrafos como Boix. Todo esto me recuerda a Unamuno y a sus reflexiones en torno a la intrahistoria, así, decía en En torno al casticismo: «Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del «presente momento histórico», no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros(,?) Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol (?). Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua?».
Es difícil imaginar como en un espacio tan pequeño, tan cerrado, pudiesen convivir espíritus tan generosos que dieron tanto por los demás junto a mezquindad tan enorme, que sirva esto para rendir homenaje a los primeros, a su valentía, que sirva como gratitud por todo lo que nuestro conocimiento ha conseguido engrandecerse con su legado.