Bajar la persiana del negocio con una nota en el cristal: «Crónica de una muerte anunciada»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL

Carolina Vázquez, a las puertas del establecimiento
Carolina Vázquez, a las puertas del establecimiento César Toimil

La quiebra de Hiperxel y Congelados Cíes dejó en la calle a decenas de trabajadores. Entre ellos, a Carolina Vázquez, que con 52 años ha dicho adiós a su empleo en el barrio de Canido con un curioso cartel

19 sep 2023 . Actualizado a las 10:17 h.

En el interior de la tienda de Congelados Cíes del barrio ferrolano de Canido todavía hay cámaras frigoríficas, una pesa, un teléfono, los carritos de la compra o un enorme póster de un pesquero arribando a puerto con el lema de la marca: «Congelados Cíes, lo bueno de Galicia». Pero la imagen que proyecta es la de una tienda fantasma, porque ahí dentro reina el silencio y ya no hay luz, ni trasiego de clientes, ni dependientas cobrando los pedidos. Una escueta nota pegada al cristal saca de dudas a los clientes que han estado fuera de vacaciones y todavía no se han enterado de que el establecimiento bajó la persiana este verano. «Cerrado por defunción. Crónica de una muerta de anunciada», se puede leer en la misiva.

El mensaje fue escrito por el puño y letra de Carolina Vázquez, exempleada de la tienda de Canido y una de las afectadas por la quiebra de las marcas Hiperxel y Congelados Cíes, ambas explotadas por la sociedad Xeldist, que el pasado mes de abril entró en concurso de acreedores. Como consecuencia de su complicada situación financiera, un centenar de tiendas cerraron sus puertas en toda Galicia y alrededor de trescientos trabajadores se quedaron en la calle.

César Toimil

«Lo de la nota fue por un día que me enfadé y sentí mucha rabia, porque esto era algo que ya se venía venir desde hace mucho tiempo, pero desde la empresa aún seguían mareando la perdiz, poniéndonos excusas y diciéndonos que un inversor nos podría salvar. Con que me hubieran pagado lo que me debían me hubiese contentado, pero no hablaban claro y todavía me hicieron ir diez días después del cierre para comprobar que las cámaras seguían funcionando y no se perdía la mercancía», anota indignada Carolina, que llevaba cuatro meses sin cobrar cuando el establecimiento bajó la persiana.

El de Canido no fue el único establecimiento de Xeldist que se vio afectado en la zona de Ferrol. «También cerró el que estaba frente a Odeón, el de la carretera de Castilla, el del centro comercial Narón, el de Caranza... Fue un descalabro, cerraron todas las tiendas de Galicia», relata Carolina sobre la «defunción» de Hiperxel y Congelados Cíes.

Después de varios trabajos en el sector de las flores, la limpieza o la hostelería, Carolina aterrizó en la tienda de Congelados Cíes en enero del 2023. «Estaba muy ilusionada, porque, aunque entré con un contrato a tiempo parcial, tenía la esperanza de que con el tiempo me cogiesen a jornada completa y así podría tener más estabilidad y dejar de ser pluriempleada», anota esta trabajadora, que durante los seis meses que estuvo en los congelados compaginó esa ocupación con otros empleos como limpiadora.

Pero aquella ilusión no le duró mucho. Y es que, tras estrenarse como dependienta en el mostrador de la tienda de Congelados Cíes, Carolina solo cobró su sueldo durante tres meses y a partir de marzo ya no vio un euro de la nómina. «Yo ya sabía que había compañeras que habían estado sin cobrar varios meses en el 2022, pero, como después volvieron a percibir sus salarios, tenía la esperanza de que las cosas empezasen a mejorar, porque siempre te agarras a un clavo ardiendo, pero no fue así», rememora.

Al revés, las cosas no hicieron más que empeorar. Ante los impagos, algunos trabajadores se pusieron en huelga, otros cogieron la baja y algunos, como ella, siguieron acudiendo a sus puestos, aunque apenas tenían trabajo. «La mercancía ya no llegaba y al final solo quedaba lo más caro, pulpo y marisco, y claro, eso la gente ya no lo compraba», explica.

A ella le dieron de baja en la Seguridad Social el 7 de julio. Y aunque reconoce que el cierre «se veía venir», asegura que verse en la calle fue un mazazo. «Medio mucha pena, porque yo vivo en el barrio y la tienda me quedaba al lado de casa. Además, me gustaba mucho el trabajo, estaba contenta con lo que hacía y disfrutaba del contacto con la gente», apunta. A la espera de que la empresa y el Fondo de Garantía Salarial le abonen las mensualidades adeudadas, Carolina vive ahora del trabajo a tiempo parcial que ya tenía como limpiadora y cruza los dedos para lograr otro empleo más estable. «Es complicado porque tengo 52 años, y en cuanto ven la edad, todo son pegas».