Cristina Morales: «A Teresa habría que tratarla como a una poeta beat»

FUGAS

«Franco la convierte en la santa de la raza, pero ¿quién la ve así tras descubrirse que era judía conversa? Acercarse a ella de verdad, dejarla hablar y quitarle la aureola, el yugo y la flecha es difícil», advierte la novelista granadina

24 oct 2019 . Actualizado a las 17:11 h.

«No seré yo quien diga que las mujeres somos hoy más libres que en el siglo XVI. ¿Cuál es hoy el gran arquetipo femenino, Angelina Jolie?», dispara Cristina Morales (Granada, 1985), dispuesta a combatir con la palabra la imagen más tópica de Teresa de Jesús.

-¿Cómo debemos leer estas Malas palabras?

-Yo no he querido redundar en lo ya dicho, sino ahondar en lo que no se suele decir, pues muchas cosas se han omitido y se omiten deliberadamente sobre Teresa...

-Toda una revolucionaria.

-Quizá revolucionaria no sea la palabra. Esa palabra no es nada, porque lo es todo, ¡hasta se ha usado para anunciar la revolución de la pasta de dientes! Teresa fue una rebelde y una levantista. Una bocazas. 

-No se callaba, pero sabía decir las cosas para ser oída. ¿Cómo logró esa conjunción de arrojo y discreción? 

-Tuvo que obrar con mil ojos. Teresa no se calla, pero no quiere arder en la hoguera. Se nos ha dicho históricamente que escribió como lo hizo porque Dios puso en ella ese deseo...

-«Dios es nuestra voluntad y nuestra voluntad, cuando es firme, es Dios», escribe usted en la novela en la que da voz a la santa.

-Es algo que la propia Teresa dice y repite en su obra, empleando una astucia grandiosa. Cuando sus contemporáneos la acusan: ¿Dónde va una mujer escribiendo, cómo se atreve! Ella dice: no soy yo, es Dios. Es Dios quien me pone el deseo, por tanto no puede ser malo. Si la vemos desde un punto de vista secular, pero no el de la izquierda casposa, sino hilando fino, solo cabe decir que Teresa despliega una estrategia para llegar al final de su relato. Y no para descubrir quién es el asesino, sino para dirimir el sentido de la escritura misma. Escribe dejando ver sus dudas sobre lo que escribe. 

-El proceso de la escritura.

-En esto es absolutamente novedosa. Es antirretórica, pues no usa el lenguaje para seducir. Al escribir desmonta la percepción del  siglo de oro como si en él todo el mundo hablase como Lope. A Teresa habría que tratarla como a una poeta beat, no por su forma de expresarse, o por sus imágenes vanguardistas, sino por la desnudez total en la escritura. Hace estriptis. Al escribir se quita la ropa deliberadamente.

-Usted lleva a extremo planteamientos y formas de decir que están en El libro de la vida. ¿Cómo leerlo para descubrir hoy su grandeza?

-Es un libro muy poderoso. Pero acercarnos al siglo de oro con el lenguaje de la época se nos hace difícil. Después de muchos años, de leerlo en el colegio, lo cogí de nuevo y me di cuenta de que me faltaban herramientas. Estaba cegada por lo que nos habían dicho que es. Lo cerré e investigué, siguiendo a otros autores. Tuve que quitarme las gafas que me habían puesto como lectora. Y vi en El libro de la vida no solo un tratado sobre teología, no solo una obra autobiográfica, sino un manifiesto, una declaración de intenciones y una denuncia. ¡La primera prejuiciosa con Teresa fui yo!

-¿Cómo ha sido manipulada su figura de acuerdo con intereses o ideologías?

-Franco la convierte en la santa de la raza, pero ¿quién la ve así tras descubrirse que era judía conversa? Acercarse a ella de verdad, dejarla hablar y quitarle la aureola, el yugo y la flecha es difícil. Pero la más difícil de combatir es la visión más secular, la más «moderna», entre comillas, el sambenito bueno, el de la izquierda institucional. Este es el sambenito bueno del que había que librar a santa Teresa. Encontrar un discurso secular dirigido a lectores de hoy. 

-¿A qué lector se dirige?

-A aquel decidido a quitarse las gafas presentistas para ver a Teresa. Y tengo un lector ideal: un carmelita descalzo. Pienso en José Antonio Marcos, que escribió una obra maravillosa, Mística y subversiva

-Ataca con las entrañas uno de los aspectos más «invisibles» de la historia de la santa y de todo un siglo. El machismo.

-Fue empecinamiento mío escribir sobre la madre de Teresa, darle un papel preponderante. Y eso del siglo de oro suena a chiste, es un mito nacional. Las mujeres fueron paridoras en serie bajo el paraguas del puñetero siglo de oro.