Al hilo del centenario, nuevas ediciones y revisiones de la obra de Santa Teresa reivindican la escritura y el pensamiento de la fundadora de la mística -junto a San Juan de la Cruz-. Jóvenes creadoras elogian su absoluta vigencia, celebran su espiritualidad y valoran su mirada radical como herramienta válida para interpretar el mundo del siglo XXI
27 mar 2015 . Actualizado a las 14:49 h.Sigue siendo hoy un empeño difícil encasillar la figura de Teresa de Cepeda y Ahumada (Ávila, 1515 - Alba de Tormes, 1582). Monja, fundadora de la orden de las carmelitas descalzas, referente feminista, poeta, emprendedora y reformadora social, narradora, inspiración de artistas, líder religiosa y maestra de oración, erotómana, mujer de éxito en su tiempo... El contexto histórico y particular -condimento obligado- a veces ayuda a discernir y otras parece dificultar una navegación sin prejuicios en el brillante y proceloso océano de su obra. Y cabría animar al lector a que simplemente se adentrase en ese mar con la mirada limpia, con el ansia del niño, pero la complejidad del lenguaje de la época y de su expresión no aconsejan soltar amarras sin un buen guía. Cuando se cumple mañana el quinto centenario del nacimiento de Teresa de Ávila, los propios expertos, estudiosos y exégetas disienten, y no parecen inclinados a un acuerdo universal. Pero lo que es indiscutible es su carácter único, su gran personalidad, aspectos imprescindibles para que ella lograse imponer sus ideas en esa España del Siglo de Oro y la Contrarreforma en que la mujer, no se olvide, carecía de papel alguno en la sociedad, oculta tras la hegemonía absoluta del hombre. Ese es también su gran milagro.
Y tal milagro está íntimamente unido, en su caso, a la escritura, a su voluntad de ser, tanta que no dudó en enfrentarse a convenciones, creencias y amenazas perfectamente asentadas en su tiempo (Inquisición y hoguera, incluidas). Todo con el objetivo de exponer su experiencia, su fe, su verdad, de una forma que incluso hoy sorprende por su seguridad, su estilo directo y su hablar claro. En su excepcional Guía espiritual el heresiarca místico Miguel de Molinos (Muniesa, Teruel, 1628 - Roma, 1696) recuerda un fragmento de una carta que «aquella gran doctora y mística maestra» dirigió al obispo de Osma: «Las aves, que son los demonios, pican y molestan al alma con las imaginaciones y pensamientos importunos y los desasosiegos que en aquella hora trae el demonio, llevando el pensamiento y derramándolo de una parte a otra; y tras el pensamiento se va el corazón, y no es poco el fruto de la oración sufrir estas molestias e importunidades con paciencia. Esto es ofrecerse en holocausto, que es consumirse todo el sacrificio en el fuego de la tentación, sin que de allí salga cosa de él».
Erotismo
Octavio Paz, por ejemplo, redescubrió en la obra de Teresa de Jesús la literatura erótica e incluso halló conexiones con la poesía sánscrita, en la que a nadie resulta obscena ni sorprende la comunión entre religión y erotismo. Añadía Paz agudamente que no era extraño que convergieran en su lenguaje poetas místicos y eróticos porque «no hay muchas maneras de decir lo indecible». Santa Teresa juega en el Libro de la vida -editado por fray Luis de León en 1565 y, al decir de Miguel de Unamuno, su autobiografía psicológica- con la corporeidad, la humanidad de Cristo. «Para Santa Teresa, Cristo era un novio, un amante y solo para ella, aunque lo disimula», señalaba Juan Ramón Jiménez, quizá, junto a Paz, uno de los neomísticos más relevantes. Y, en terrenal contraste, agregaba: «Santa Teresa fue en todo la mujer quijote española: idealista y andariega de caminos». De hecho, ella misma admite al comienzo del segundo capítulo del Libro de la vida que «era aficionada a libros de caballería» y hasta parece que empezó a escribir una de tales novelas y que de estas lecturas extrajo no poco de su ideal de lo heroico. No es, por tanto, una iluminada.
En fin, cabría volver de nuevo sobre Unamuno para invitar encarecidamente a la lectura de Santa Teresa -y también, cómo no, de San Juan de la Cruz- y recordar aquello de que «los místicos han creado el idioma» castellano moderno. Más allá de devocionarios, dogmas y creencias íntimas, incluso más allá de Dios, se puede disfrutar de la sutileza de su espiritualidad, su pasión y la potencia lírica de su escritura. En un género literario, además, que, aunque perfectamente exclusivo y genuino de la creación española, ya es patrimonio universal.
¡Si queréis saber más, leed!
Libro de la vida. Santa Teresa de Jesús. Edición de Elisenda Lobato. Editorial Lumen. 520 páginas. 24 euros
Malas palabras. Cristina Morales. Lumen. 192 páginas. 17 euros
Mística del siglo XVI. Santa Teresa de Jesús (Obra completa: Libro de la vida, Camino de perfección, Moradas del castillo interior, Libro de las fundaciones, Poesías). Edición de Francisco Javier Díez de Revenga. Biblioteca Castro. 903 páginas. 50 euros
Para voz nací. Espido Freire. Editorial Ariel. 324 páginas. 18,90 euros
En el umbral de la hoguera. Josefina Molina. Editorial Almuzara. 312 páginas. 15 euros
Y de repente, Teresa. Jesús Sánchez Adalid. Ediciones B. 496 páginas. 19,50 euros