La autora de «Orgullo y prejuicio» sigue dando que hablar. Los escritores Marilar Aleixandre, Nieves Abarca y Celso Castro revelan por qué el genio sigue tan vivo 200 años después.
10 mar 2017 . Actualizado a las 05:10 h.Es una verdad no muy sabida que de Jane Austen se sabe menos de lo que se debería saber. Recuerden uno de los principios más sólidos de la literatura, el de Orgullo y prejuicio (1813), con al menos 20 traducciones conocidas: «Es una verdad mundialmente aceptada que un hombre poseedor de una fortuna necesita una esposa». Visto así, los varones Austen estaban tan llamados como ellas a pasar por el altar. A meses de cumplirse los 200 años de la muerte de Jane, constatamos: Austen está viva, en el más allá o muy aquí de las buenas letras. No recibiremos la primavera en Pemberley ni tomaremos earl grey, pero lo celebramos dándonos al placer Austen de la conversación, la soltera más rebelde, vivaz y molestona de un mundo que nos enseñó a leer entre líneas. En la Berbiriana coruñesa, entre grolos e libros, Marilar Aleixandre (Desescribindo) Nieves Abarca (Los muertos viajan deprisa) y Celso Castro (sylvia, minúscula de autor) celebran, discuten, replican y redescubren a Jane. «Murió muy joven... de una enfermedad victoriana. De languidez», dice Nieves desmayando un brazo. «Morreu, parece, da enfermidade de Addison», matiza Marilar. Con su preferencia confesa por las Brontë («¡odio a Austen!, es todo sentido y sensibilidad... Lo mejor es que de sus novelas se han hecho unas películas fantásticas»), Nieves Abarca reconoce en la autora de Mansfield Park a una escritora brutalmente feminista. «Se atrevió -dice- a dar voz a la mujer cuando no la tenía» pero ha llegado a nosotros en un baile de adjetivos poco apuestos: frívola, ñoña o menor. Y aun así Austen lo bien que bailó. Llevó el frufrú de sus salones mucho más allá del condado de Hampshire. «Desde su óptica cerrada, desde su visión doméstica de la vida, ella es capaz de ironizar e ir más lejos. Virginia Woolf tenía la universidad en casa, el grupo de Bloomsbury iba allí; Woolf tenía la biblioteca para ella. Jane Austen también, pero no viajó, nunca vio mundo. Su mundo era muy cerrado y ella lo limitó aún más al enredar a tres o cuatro familias y hacer con eso una novela. Austen hace alta literatura de un tema ‘menor’, engrandeciéndolo», asegura Celso. ¿Crearía un hombre un mundo así? (soslayo a Flaubert o Stefan Zweig). «Los hombres habrían escogido temas más universales, más ‘importantes’...», dice. Y sin Austen no le habríamos visto los posibles a lo doméstico social. El mundo austeniano es bucólico, fruslero, mordaz, agudo en la denuncia. «Las mujeres lo tenían fatal -expone Celso-, porque heredaba el primogénito varón y ellas quedaban a expensas de lo que el varón (y su mujer, la cuñada) decidiesen». «Austen amosa a precariedade da vida da muller na época. Aborda cuestións cotiás, domésticas, pero é subversiva! -incide Marilar-. Daquela, elas ou atopaban un marido ou dependían do pai... ou do irmán, mesmo dun curmán. Había unha lei de herdanza sobre isto. Vese en Orgullo e prexuízo, onde vai herdar o curmán parvo».
Leer a Austen, aprecia Nieves, es ver un documental sobre la vida de la época eduardiana en la campiña inglesa. Su cuadro de costumbres, la parodia moral, llegó lejos entre líneas, con humor. ¿La gran baza de Austen para llegar al gran público saltando siglos? «El fondo de las novelas de Austen es durísimo, ella lo suaviza y le da un final feliz», apunta el autor de entre culebras y extraños.
«Leí sus novelas hace muchísimos años, en mi locura de leerlo todo -revela Nieves-. Leí La abadía de Northanger a la vez que Los misterios de Udolfo, el libro que leía la protagonista, Catherine Morland», quien dice: «Me he preguntado si las mujeres escriben cartas siempre mejor que los hombres. Es decir... yo no afirmaría que la superioridad está siempre de nuestro lado». Quién clava un puñal manejando el estilete. En Austen, Abarca distingue el retrato de «la mentabilidad británica del pueblo» y el carácter inglés, «te apuñalan con una sonrisa».
Dijo sí una vez...
De las cartas de Austen, en especial las que envió a su hermana Cassandra, quedan rescoldos, advierte Marilar. La mayoría fueron quemadas. ¿Qué había que borrar? «Querían facer de Austen santa Jane Austen. Ela era unha muller crítica, coa familia e coa representación social na que ás nais lles ía a vida por casar as fillas». Y sufrió episodios depresivos que no se avenían a la «canonización» literaria. «A los 7 años se la llevaron al internado. Fue durísimo para ella... la pequeña, la más mimada. Luego Austen sufrió una depresión al dejar Steventon [e irse a Bath], al perder su casa, su casa de siempre», revela Celso. De los 25 a los 35 años, Austen no escribió nada. Tras la década en silencio reanudó su oficio, escribió Mansfield Park, Emma, Persuasión. «Y es tremendo cómo fue capaz de recuperar la ironía y el sentidiño -apunta él- tras la depresión». En una de las cartas que han sobrevivido leemos: «Los retratos de perfección me enferman y me vuelven maliciosa». Sobre amores poco hay, poco sabemos. En la película La joven Jane Austen se habla del romance truncado con Tom Lefroy. «Non tiña dote», aclara Marilar. Pero hubo otro hombre que hizo historia, o fue instante crucial, para Austen, «alguien que le pide matrimonio, ella le dice que sí y al día siguiente anula el compromiso». Frase de novela: «Las mujeres casadas no tienen tiempo de escribir». Quizá Jane se aplicó el cuento...
¿Es Austen lo romántica que se dice? El interés, posicionarse, casarse, mueven los hilos de sus tramas. Y el dinero, advierte Nieves, que repara en que, si usos y costumbres han cambiado respecto al período de la Regencia, los sentimientos de que habla Austen son, en esencia, los de hoy. Pero sí era romántica en su ideal: Darcy. «Darcy... Firth saliendo del agua en Pride and Prejudice, my God, ¡ni Austen en sus mejores sueños húmedos!», dice Nieves. «Austen no debió de encontrar al hombre especial que buscaba», sugiere Celso.
Jane creció entre libros. Clásicos como Mary Wollstonecraft o Shakespeare y artistas familiares. Toda la familia escribía poesía, hacía teatro para entretenerse, fin con que Jane escribió muchos de sus relatos. «Hay una descripción de Austen, la única de pequeña, a los 12 años, en la que se dice que es excéntrica, afectada, nada bonita, poco femenina, se parece a su hermano y muy estirada», descubre Celso. La belleza, obviously... pero ¿y la inteligencia, juega a favor de la mujer que la posee? «La inteligencia puede ser una dificultad añadida. Ser poco agraciada, inteligente y no tener dote puede echar para atrás a un hombre... y no hablo por mí», dice Celso. «Lembro cando estudaba que as amigas me dicían: non te fagas a lista que non vas casar», cuenta Marilar, que invita a (re)leer lo que leía Austen. Y a seguir la estela en Harry Potter de una autora en la que encontramos incluso un dardo a la futura hiperpaternidad. ¿No han visto cómo habla de los niños? Tenemos Austen para rato. Con Jane on the read! Es una verdad aceptada que una escritora con dote tiende a acabar en manos de voraces lectores.