El actor de «Mad Men» confiesa que tras el final de la serie necesitó una reestructuración personal que le obligó a ingresar en un centro de rehabilitación. Ahora con los problemas ya superados regresa a la gran pantalla con un papel que, sin quererlo, da un giro a su carrera
14 jul 2017 . Actualizado a las 10:20 h.Jon Hamm protagoniza Baby Driver, película dirigida por el británico Edgar Wright que combina la acción, el musical y la comedia. Junto a Hamm hay un reparto de lujo entre los que aparecen Ansel Elgort, Kevin Spacey, Eiza González, Jamie Foxx y Lily James. En Baby Driver, Jon Hamm interpreta a un villano, un papel muy distinto al del carismático Don Draper, el personaje que le llevó a la fama en la serie de televisión Mad Men.
-Con su personaje de Buddy en «Baby Driver» ¿cambia el rumbo de su carrera?
-Sí, pero la elección no responde a una reacción consciente para cambiar mi carrera. Edgar (Wright) es muy amigo mío y creó el personaje pensando en mí. Buddy es un tipo que surge cuando una persona toma la decisión equivocada. No es algo tan lejano.
-A Buddy se le identifica como el villano de la película. Sin embargo, no todo es lo que parece.
-Eso es parte de la diversión. Me gusta interpretar personajes que, aunque son los principales, suponen una parte fundamental de la estructura de la historia. He llegado a un punto en el que me interesa más divertirme junto a actores como Jamie Foxx que protagonizar una serie durante siete años. Ya veremos si en el futuro cambio de opinión.
-¿Se acostumbró al corte de pelo y los tatuajes que informan de la personalidad de Buddy?
-Estoy encantado de no tener que llevar ese corte de pelo ni un día más. Creo que con eso te digo todo. Edgar y yo creamos la imagen del personaje. Nos dimos cuenta de que Buddy es un tipo que ha llegado a una edad en la que empieza a escuchar a su novia, mucho más joven que él. Sin duda, sus decisiones estilísticas son inapropiadas, más dedicadas a su novia que por gusto propio.
-¿Le ayuda tener la imagen del personaje para crearlo?
-Claro. De la misma forma que un pelo pegado me hacía sentirme Don Draper. Todo suma en el momento de crear la personalidad del personaje. El vestuario, el pelo, los tatuajes, la forma de conducir, la novia es un conjunto que me informa a mí y a la audiencia sobre Buddy. Es una combinación, aunque el exterior sea una simple capa bajo la que se esconde el verdadero Buddy.
-Encarnó durante muchos años a Don Draper. ¿Prefiere interpretar los personajes unos meses y olvidarse de ellos o echa de menos la continuidad de la televisión?
-Estoy muy contento trabajando con la libertad que tengo ahora. Llegó un momento con Mad Men en el que Don Draper era igual a ponerse unos zapatos viejos. Regresar a la serie después de unos meses de vacaciones tenía truco, no era fácil. El aburrimiento es un mal compañero y, la verdad, me costaba coger el ritmo. Sin embargo, una vez que empezaba a montar la bici de nuevo, todo iba sobre ruedas con dos pedaladas. Tal vez para otros actores sea más fácil.
-¿Es consciente de que nunca va a dejar de ser Don Draper?
-Es cierto, lo sé. Y no me malinterpretes, estoy muy agradecido al personaje y a los fans. Como actor es un lujo tener un trabajo real que te da continuidad, es un regalo. Eso siempre es más importante, ser recordado por un gran papel no es malo.
-Elizabeth Moss, que encarnó a Peggy Olson en «Mad Men», triunfó en Cannes con «The Square» y es la estrella de la televisión con «American Gods» y «El Cuento de la Criada». ¿Eso la ayuda a salir del personaje de la serie?
-Estoy muy contento por ella, porque es una actriz excelente. Todavía no he visto The Square, sé que tiene un papel pequeño pero inolvidable. Ella y yo somos muy afortunados, porque podemos hacer lo que queremos y esa es una situación muy privilegiada para cualquier actor. Elizabeth a mí me inspira y espero que películas como Baby Driver animen al público a verme en otros personajes.
-Tuvo un bache personal al terminar la serie e ingresó en un centro de rehabilitación. ¿La fama es una mala compañera?
-Uno no puede esconderse y culpar solo a la fama de sus problemas. Terminar con Mad Men necesitó una reestructuración personal. Me quedaba en casa. Me veía mayor en el espejo. Me tuve que acostumbrar a un horario vacío y a una serie de detalles que me afectaron personalmente. Sin embargo, una vez que te acostumbras a tu nueva vida, superas tus problemas.