Tiene siete hijos, catorce nietos, defiende a ultranza las tertulias de café y, como buen médico, es mal paciente
15 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.Fue el primer presidente de la Xunta y forma parte de la historia de este país. Con 89 años, Gerardo Fernández Albor (Santiago de Compostela, 1917) apenas encuentra tiempo para sí mismo. -Tendrá algún secreto médico para estar así de bien... -Ninguno. No ando haciéndome chequeos ni análisis, confío en que sentiré algo malo cuando llegue la ocasión. La última vez que recuerdo haber estado enfermo fue por comer mucho. -Los médicos tienen fama de ser malos pacientes... -Muy malos. Cuesta trabajo que me pongan una inyección, todo lo que sea una agresión física me molesta. Así como las enfermedades y la muerte no se pueden suprimir, creo que el dolor habría que llegar a suprimirlo totalmente. -¿El trabajo es un elixir? -Yo no creo en eso de la jubilación. Al revés, creo que, cuando uno se jubila, se buscan más trabajos. Echo de menos incluso tener más tiempo para leer. Sigo en activo en la presidencia del Consello Consultivo del PP, también con la Fundación Valle Inclán, en los cursos Música en Compostela y ahora con la Fundación La Rosaleda, donde tengo la posibilidad de hacer cosas por esa medicina con base cultural y humanista que siempre he defendido. Y todavía estoy en el consejo asesor de la Fundación Galicia Europa, esperando que se tome alguna decisión sobre este organismo que yo considero muy necesario, porque soy un europeísta convencido: si Europa no va bien, España tampoco y si España no va bien, Galicia no irá bien nunca. -Doctor, ¿goza Galicia de buena salud? -Cuando yo no estaba en política, tenía en la mesa del despacho aquella foto de Manuel Ferrol y los emigrantes. Creía que el cáncer de Galicia era la emigración y que, para vencerlo, hacían falta la autonomía y la democracia; y se ha visto. Siempre he pensado que la medicina es una ciencia social y que la política es medicina a gran escala. Ahora, afortunadamente, tenemos inmigración. Galicia puede dar de comer a más de 2.700.000 habitantes, sólo necesita estar bien comunicada y atraer a la gente. Que vengan muchos y que vengan también muchas empresas. -¿Por qué se nos marchan sin embargo algunas? -Conviene que les demos facilidades, que copiemos a Irlanda, que es un tigre europeo. Al empresario hay que mimarlo, porque él crea riqueza, no el Estado. -Ahora como político, ¿Galicia va bien? -Se lo acabo de decir. Por encima de todo, están la convivencia y defender el sistema democrático, mejorar lo que tenemos, que nace de la autonomía y de la democracia del 78. ¡Pero no inventar otras cosas! Y usted ya me entiende. -Veo que prefiere ser políticamente correcto... -A mis 89 años no es mi misión criticar a nadie, sino pedirle a todos convivencia y paz. -El orgullo de haber sido el primer presidente de Galicia no se lo quita nadie... -El peluquero me decía un día: «Gerardo, con lo bien que vive usted, ¡mire que meterse en esto!» Y yo le contestaba: «Vivo bien, pero no duermo bien del todo». Ahora sí que duermo bien del todo, ¡porque he servido a mi pueblo! -¿Los ex presidentes se ven o hacen algo juntos? -Hay una promesa del presidente Touriño y estoy esperando que la ponga en práctica, porque tenemos que servir para aconsejar, lo que hacen en todas partes con los ex presidentes. -¿Sueldo vitalicio? -Ni un céntimo. Nos estamos quedando atrasados al no aprovecharnos de los «ex», y ahora tenemos «ex» de distintos partidos, eso es una riqueza. -A ver si toma Touriño nota del «recado»... -Sí [suelta una carcajada]. -Es usted un gran tertuliano... -Me encanta el contacto con la gente. Soy un hombre de café, ojalá tuviésemos más cafés y más tertulias, porque se aprende un disparate. El Derby, el Alameda, el Aeroclub, el Reno... Ahora llevo a mi hija todas las tardes a tomar café al Miami, al Cibeles... «Ill est obligatoire!». -Son una gran familia... -Estoy encantado. Además de mi hija, viven conmigo mi hijo y mi nieto, pero tengo otros cinco hijos y catorce nietos. Uno en Lyon, otro en Madrid... La mayoría están en Santiago, pero es curioso: ahora tiene uno un nieto en Nueva York y es como si estuviese aquí al lado. Además, hablamos de Central Park o de la Quinta Avenida ¡como si hablásemos de la calle Pitelos! [Carcajada]. Es increíble este cambio planetario.