Julius, el campeón de matemáticas

Javier Becerra
Javier becerra A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

De estudiante ejemplar pasó a vivir en la calle y aislarse del mundo

10 feb 2012 . Actualizado a las 13:04 h.

El olor que generaba Julius Lereder por su falta de higiene era, en realidad, un muro con la sociedad. Difícilmente alguien aguantaba más de un minuto a su lado. Y si lo hacía, generalmente se encontraba con frases inconexas y delirantes. Así lo explicó en el programa de Radio Voz Voces de A Coruña Juan Carlos Fernández, el vecino de Burela que abrió una página de Facebook en su honor y le proporcionaba comida con frecuencia. Entrevistado por Pablo Portabales, ofreció un revelador retrato del vagabundo que más ha dado que hablar en Galicia en los últimos años.

Tras fallecer la semana pasada, los interrogantes sobre su vida se multiplicaron. Fernández, que lo trató en la medida que Julius se dejaba tratar, aclaró unos cuantos. Por ejemplo, que sus padres, a los que llegó a conocer, eran de clase media, lejos del mito de que pertenecía a un entorno rico. En ese seno se crio en Bornheim y destacó como un estudiante ejemplar. De hecho, cuando tenía 17 años venció en la olimpiada de matemáticas de una de las regiones de Alemania. Se trata de un área de 17 millones de personas y sacó la máxima nota de todos los que se presentaron.

«A partir de ahí se le fue la mente», señaló Fernández, que relató cómo, a finales de los noventa, se fue de casa y alquiló un apartamento. «En él se sentía encerrado y decidió dormir en la calle», añadió. En ese momento, la familia asumió que el joven tenía una enfermedad mental. Logró, incluso, que fuese hospitalizado durante seis semanas. «Fue mucho peor, ya que perdió totalmente la confianza en los padres», dice Fernández.

De nuevo en la calle, pasando noches a grados bajo cero en su particular modus vivendi, se forjó como un hombre fuerte. Después de aquello, el clima de Galicia le resultó algo fácilmente soportable. Un día la familia recibió una llamada desde A Coruña: «Les dijo que se encontraba bien, que hacía buen tiempo y que la gente era buena. Pero no les aclaró cómo había llegado hasta allí».

Sí se lo explicó a algunos vecinos coruñeses. Hizo migas con un camarero de un local de hostelería de Alfredo Vicenti, ligado a las asociaciones sociales. A él le dijo que había llegado en un barco. También que el famoso cartel de «40 céntimos» con el que se colocaba en la calle Real allá por el 2006 era, supuestamente, para recaudar dinero para la vuelta. En Burela, ya en su última época, apenas hilaba frases con sentido: «Yo le decía cómo podía estar descalzo y él me decía !Oh, gracias señor, mañana me voy a la playa!».

Hace dos meses, Julius ingresaba en la unidad de psicología del Hospital de Lugo. «Dicen que dentro bebía once litros de agua al día, cuando fuera no lo hacía», comenta Juan Carlos Fernández. Los padres mantenían una teoría al respecto: «Ellos dicen que la bebía para eliminar los medicamentos que le obligaban a tomar». Hasta el final intentó romper todas las cadenas. Las que le puso la sociedad a esa libertad que buscaba su mente enferma.

EL misterio del vagabundo ALEMÁN