Los usuarios acceden cada vez con un mayor grado de dependencia
20 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Hace menos de cinco años, la demanda de plazas en residencias geriátricas era un problema de primer orden en Galicia. Pese a que la curva demográfica no ha variado, la presión sobre el servicio se ha aliviado sustancialmente. Es otra consecuencia de la crisis y del paro, admiten varios expertos, que ha provocado en miles de familias que uno o varios de sus miembros hayan perdido el empleo, de modo que la economía familiar se ha deteriorado pero sus miembros han ganado tiempo. Esta combinación ha llevado en muchos casos a decidir que el mayor a cargo sea asistido dentro del seno familiar y pueda así contribuir al fondo común con su pensión.
Pocas residencias privadas reconocen un descenso significativo en su volumen de negocio, aunque admiten que la crisis va por barrios y que, en función de la localización de la residencia, el impacto es mayor: «Es una realidad que empeora. Hay muchas familias que no podrán sostener por mucho más tiempo ese coste y optarán por hacer ellos de cuidadores y ahorrarse un dinero», señala el catedrático de Gerontología José Carlos Millán Calenti. «No hay datos concretos, pero es algo de lo que se habla: se están dando casos de bajas voluntarias en los centros por dificultades de pago o porque las familias necesitan esa pensión -apunta Andrés Vázquez, presidente de la Sociedade Galega de Xeriatría e Xerontoloxía-. Y la pensión es muy importante, porque es un ingreso fijo. Cada vez hay más familias que no podrían sobrevivir sin esa pensión».
Aunque el fenómeno permanezca todavía camuflado en el nivel de ingreso en las residencias privadas (las plazas públicas siempre están cubiertas al 100 %), el sector coincide en que la edad de acceso ha aumentado de forma notable; es decir, el jubilado permanece más tiempo siendo cuidado por su entorno y solo llega a la residencia cuando la atención profesional es prácticamente imprescindible: «Llegan con más necesidad de cuidados, más dependientes -confirma Antonio Taboada, coordinador de las residencias de Geriatros en la provincia de A Coruña-, porque si se tiene que costear una plaza, se mantiene en casa el tiempo que puede. Pero el que ingresa no se va».
Peor asistencia
¿Está redundando este fenómeno en la atención que reciben los mayores dependientes? ¿Compensa la proximidad y el cariño de un familiar a los cuidados profesionales? «Depende del paciente -responde Millán Calenti, que también dirige una residencia de la Unión Democrática de Pensionistas-. Piense en una persona con algún grado de demencia y trastornos conductuales que provocan gran conflictividad. La familia acaba claudicando. Hay cuidados profesionales que no se pueden mitigar con el afecto».
Estos mismos expertos prevén que el fenómeno se agudice si la situación económica no mejora a corto plazo, algo que no parece probable. «El que se quede fuera del sistema público puede poner a su familia en la picota», admite el director de una residencia privada.