Hace tres años que la Xunta no paga los daños en los cultivos causadas por los animales salvajes. Y como es lógico, los agricultores y ganaderos ponen el grito en el cielo porque su situación económica ya es bastante complicada.
Pero lo que lo no puede hacer la Xunta para acallarlos es conceder batidas y ganchos en cualquier momento del año o en plena época de cría, como ahora, porque está provocando una masacre en la que mueren por ejemplo cientos de madres lactantes y crías de jabalí recién nacidas. Por no entrar ya en los estropicios que causa en estas fechas una jauría de perros peinando los montes, cuando perdices y otras muchas aves tienen polluelos de pocos días. Muchos nidos resultan destrozados y otros literalmente abandonados por madres en fuga a las que los perros y los cazadores les rompen el necesario momento de silencio y tranquilidad para la cría.
La Xunta no debería actuar por impulsos populacheros como un ecologista que sale el fin de semana a estrenar sus nuevas botas de montaña, porque puede causar desequilibrios irrecuperables. A los cazadores nos gusta cazar, y podemos ser una parte de la solución, pero todo tiene su justa medida. Ni somos los responsables de los daños en los cultivos provocados por la fauna, como pretende irracionalmente la ley de caza, ni nos dejaremos utilizar como exterminadores de una especie porque la Xunta no quiera pagar los cuatro euros que suponen los daños en los cultivos. Como hacen otras comunidades, Galicia podría autorizar solo esperas selectivas, incluso nocturnas, en los cultivos que sufren daños. Así se cazaría algún animal descontrolado, sin organizar una intrusión exterminadora.