Pese a la demanda creciente, Europa debate acabar con su financiación
23 sep 2012 . Actualizado a las 13:02 h.Sesenta mil personas al mes es solo una cifra de mínimos, indicativa de la cantidad de gallegos que dependen directamente de la entrega de alimentos por parte de oenegés a lo largo de toda Galicia. Cada día, en algún punto del país, los voluntarios de alguna de las 384 entidades que colaboran con los cuatro bancos de alimentos provinciales llenan la bolsa de un grupo de ciudadanos a los que el vendaval económico les ha quitado hasta la posibilidad de alimentarse dignamente. La mayor parte de quienes forman ese número redondo vienen derivados por los servicios sociales, han demostrado su falta de recursos. Otros, como los usuarios de los comedores de beneficencia, entran y salen de la estadística sin que nadie los vea.
En cualquier caso, la cifra sube a diario. Las colas aumentan como siniestras primas de riesgo y fuerzan el incremento de entidades y voluntarios en las tareas de transporte y reparto. En un año, la demanda de ayuda ha crecido no menos de un 50 %. En algunos casos, como el de Lugo, aseguran que se ha duplicado.
Frente al aumento de la necesidad, los gestores de los bancos de alimentos, organizados provincialmente, observan con preocupación el progresivo recorte en los fondos europeos que sostenían la compra de alrededor de un 70 % del volumen total que distribuyen. El resto lo completan con donaciones y campañas especiales. Este año están sufriendo el primero de esos recortes mientras Europa debate si acabar del todo con esos fondos y abandonar a cada país a que dé de comer a sus propios pobres. «Este año ya hemos recibido menos. Lo sabíamos e incrementamos nuestras gestiones, pero hay que remar mucho para compensar quinientas toneladas. A ver cómo aguantamos el tirón», explica José Luis Castro, responsable del banco de A Coruña.
Hacia abajo
En Galicia se distribuyeron el año pasado alrededor de 60.000 toneladas de alimentos. El 2012 acabará probablemente con una cifra inferior. Los gestores admiten que también ha crecido la solidaridad privada, las donaciones de las empresas, pero asumen que no será suficiente para compensar la caída en las aportaciones del Estado. «Lo que está ocurriendo es algo lamentable -expone Pedro Pereira, presidente de la asociación de bancos en Galicia-, porque la problemática está aumentado de forma clara. En el medio rural se diluye algo más, porque siempre hay una gallina, una huerta. Pero en la ciudad no hay ninguna gallina. En Vigo está siendo algo terrorífico».
El rural, sin embargo, se está incorporando a la demanda con la inclusión de nuevas entidades en las tareas de reparto de alimentos: asociaciones con otros fines sociales que, ante el aumento de la pobreza en su entorno más cercano, han asumido la distribución de comida como uno más de sus objetivos. Así, pequeñas ciudades donde el reparto se efectuaba dos o tres veces al año a través de la Cruz Roja o el propio Concello, han pasado a tener convocatorias semanales para atender el creciente número de personas que justifican no tener ingresos ni para comer.
La labor desarrollada por los bancos de alimentos mereció que este año hayan recibido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. La mayor parte de estos bancos no se encargan del reparto directo, sino que reciben y almacenan la comida que el resto de las entidades colaboradoras se encargan de recoger, transportar y distribuir directamente en sus lugares de influencia a las personas que los necesitan.