Lo que se encontraron forenses y policías científicos sobre las vías del tren, dentro de los vagones, al levantarlos, fue dantesco, dramático
29 jul 2013 . Actualizado a las 06:00 h.Son profesionales curtidos, pero la tragedia de Angrois superó para muchos el peor de los escenarios al que se hubieran enfrentado hasta entonces. Lo que se encontraron forenses y policías científicos -acudieron todas las unidades de Galicia más agentes de Madrid, León, Gijón y Oviedo- sobre las vías del tren, dentro de los vagones, al levantarlos, fue dantesco, dramático: «Había mucha gente joven, sobrecogía».
El terreno sobre el que trabajaron desde la noche del 24 era complicado -difícil acceso, luz artificial, piedras en las vías-, pero, dicen los especialistas, no falló la coordinación: «El protocolo se cumplió a rajatabla». Se refieren al que recoge el real decreto del 2009 para la actuación médico-forense en sucesos con víctimas múltiples, en catástrofes como la de Santiago.
Primero se produjeron los levantamientos de los cuerpos, después su traslado al multiusos del Sar para proceder a su identificación. Los agentes tomaron las huellas dactilares de las víctimas y las cotejaron con la base de datos de DNI de la Policía Nacional. Dos veces. Por dos especialistas distintos. Otros equipos se trasladaron a los hospitales. También había que saber quiénes eran los que estaban inconscientes, sedados en quirófano: «Gente viva, pero que había que identificar». «No era permisible ningún fallo, no podía ocurrir». Y alejaron al máximo la negra sombra del accidente del Yak-42.
Trabajaron «el tiempo necesario, sin presiones, con serenidad y meticulosidad». Por las víctimas y por sus familias, que esperaban angustiadas en el edificio Cersia, el recinto habilitado en San Lázaro. Todas con la esperanza de que el nombre de sus seres queridos no apareciese finalmente en la lista de fallecidos. A esos familiares se les pidieron los denominados datos y muestras de referencia ante mortem: desde ADN hasta cualquier información que pudiese ayudar a identificar a los suyos. Color de piel, de pelo, de ojos, un anillo, una cicatriz, un tatuaje. Se rellenaron los formularios correspondientes. Todo siguió la cadena de custodia, todo se precintó, se etiquetó con su código, la fecha y hora a la que se hizo la toma, el nombre de quien la realizó y también el de quien la chequeó después. Porque todo se comprobó por duplicado.
Hubo casos en los que los especialistas sabían antes de certificar la identificación a qué familia pertenecía alguno de los cadáveres, pero no podían saltarse el protocolo. «No se puede decir nada antes de que la huella o el ADN coincidan con una identidad», recuerdan.
Información eficaz, no rápida
Las familias urgían la información de sus seres queridos, pero entendieron, cuando se lo explicaron, que el procedimiento implicaba unos trámites y, sobre todo, tiempo. «No se trataba de ser rápido, sino eficaz, hacer las cosas bien. Lo imperdonable sería entregar un cuerpo en media hora y que no fuera el de esa familia». «Se trata de comunicar la verdad, sea la que sea». En apenas 36 horas, 75 víctimas mortales del tren Alvia habían sido identificadas.
«Lo imperdonable sería entregar un cuerpo en media hora y que no sea el de esa familia»