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La estabilidad emocional de la madre empeoró en junio tras su último viaje a Marruecos

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Una allegada de Rosario Porto asegura que «vino descompuesta»

02 oct 2013 . Actualizado a las 14:12 h.

Los que conocen a Charín, como llaman sus amigos a Rosario Porto, saben lo feliz que la madre de Asunta, imputada junto a su exmarido por el crimen de la niña, volvía de cada viaje a Marruecos. En el último año tuvo que ir con frecuencia al país magrebí por negocios. Poco ha trascendido de lo que realmente hacía allí, más allá de que estaba ayudando a un empresario gallego a recuperar el dinero de una inversión que se había torcido. Un hombre con el que, según habría explicado ella misma, mantuvo algo más que una relación comercial y que conoció a través del exsindicalista Messaoud El-Omari, juzgado la semana pasada en Compostela por explotación de inmigrantes y que se enfrenta a una petición de pena del fiscal de siete años de cárcel.

«Volvía de Marruecos siempre con una sonrisa en la boca. Era alucinante lo bien que le sentaba. Siempre le decíamos que venía con las pilas cargadas», recuerda una allegada de Rosario Porto. Esa felicidad se truncó el pasado mes de junio. Cuando regresó de su último viaje a Marruecos, algo grave sucedió. «Vino descompuesta», añade esta misma persona, que prefiere mantenerse en el anonimato ante la trascendencia que ha tomado el caso.

¿Qué fue lo que pasó en ese último viaje a Marruecos? Aún no está claro, pero el asunto está sobre la mesa de los investigadores del crimen, que no están dejando ni un solo cabo suelto en busca de una prueba definitiva que determine si fueron o no Rosario Porto y Alfonso Basterra los que el pasado sábado 21 mataron a su hija Asunta y abandonaron su cuerpo en una pista forestal de Cacheiras. El disgusto personal o laboral que Rosario Porto vivió en junio en Marruecos podría ser una pista que explique los acontecimientos que tuvieron lugar después y que desembocaron en la muerte de Asunta.

Tras aquel último viaje a Marruecos en junio, Rosario Porto entró en barrena. En julio comenzó a tener frecuentes desvanecimientos y mareos que la obligaron a acudir al Hospital Clínico Universitario de Santiago en más de una ocasión e incluso a permanecer allí ingresada por unos días. Su diagnóstico fue que padecía un severo cuadro de estrés y ansiedad, así como depresión. Los médicos le aconsejaron que cesase toda actividad laboral y que descansase. También es público que tenía que tomar tranquilizantes, en concreto la misma benzodiapezina que las pruebas toxicológicas hasta ahora practicadas han hallado en la sangre y las vísceras de Asunta. Este es uno de los indicios de más peso, junto a la cámara de seguridad que grabó a madre e hija en coche de camino a Teo, entre los que el juez que investiga el caso, José Antonio Vázquez Taín, ha tenido en cuenta a la hora de enviarla a ella y a su expareja a la prisión de Teixeiro como principales sospechosos.

De ese terrible mes de julio para la madre de Asunta data también el rocambolesco incidente que ella aseguró haber vivido en su piso del número 31 de la calle Doutor Teixeiro de Santiago, en el que vivía con su hija. Cuando a las 22.30 horas del sábado 21 Porto Ortega acudió a la comisaría para denunciar la desaparición de Asunta, aseguró que el único incidente anterior a reseñar que le había acontecido era que en julio, un día a las dos y media de la madrugada, sorprendió en la vivienda a un hombre bajito pero corpulento, vestido de negro y con guantes de látex. Afirmó que se despertó al oír los gritos de la niña, que estaba en cama, en su habitación, y que el intruso, que salió huyendo al verse sorprendido, había podido colarse en la casa debido a que ella se había olvidado las llaves puestas esa noche.

Admitió que no había presentado denuncia, aunque sí que había acudido al día siguiente a la comisaría para comentar el incidente. Un extremo que ha confirmado la Policía Nacional.

Ante sus graves problemas de ansiedad, los médicos le advirtieron que podía empeorar del lupus que desde hace años tiene diagnosticado y que le afecta especialmente a los huesos. Rosario Porto tuvo que echar el freno y su exmarido, Alfonso Basterra, tomó el control de asuntos que ella había dejado pendientes.

Los investigadores indagan en la vida de los últimos meses de los padres en busca de hechos que pudieran desencadenar la muerte de la pequeña. En el último viaje de Rosario Porto a Marruecos podrían estar algunas de las claves que ayuden a comprender el móvil de un crimen que hasta ahora está envuelto en un oscuro manto de misterio.