El procesado solicitó en el 2006 telefónicamente una tarjeta de crédito con los datos de otra persona, con una línea de crédito de 4.000 euros
25 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Un coruñés comió como un marqués sin rascarse el bolsillo. Durante 20 días disfrutó de majestuosas comilonas en algunos de los mejores restaurantes de la ciudad abonando las pitanzas con una tarjeta de crédito a nombre de un hombre al que le había usurpado la identidad para pedir créditos y tarjetas en diferentes entidades. Estuvo bien alimentado hasta que lo cazaron. Eso es lo que sostiene la Fiscalía, que se encontrará con ese individuo en el banquillo de los acusados el próximo mes en el Juzgado de lo Penal número 1. Le imputa los delitos continuados de falsedad en documento mercantil y de estafa, por los que pide que sea condenado a dos años y diez meses de prisión.
Los hechos se remontan a marzo del 2006. Según relata el fiscal en su escrito de calificación, en aquellas fechas el procesado solicitó telefónicamente a una entidad financiera una tarjeta de crédito. Y dio los datos de otra persona. Se la dieron, con una línea de crédito de 4.000 euros, que ventiló en solo 12 días. Cuando el cajero ya no le daba más, llamó a las puertas de otra financiera. Para solicitar un préstamo de 13.694 euros a nombre de esa persona a la que le había usurpado la identidad. Recibido el dinero en una cuenta, lo gastó en 15 días.
Al quedarse de nuevo sin blanca, volvió a las andadas. Pidió una tarjeta en otra financiera. Con ella no iba al cajero, según el fiscal, sino a restaurantes. Así, el 19 de abril del 2006 se sentó al mediodía a la mesa de un establecimiento y no se levantó hasta meterse entre pecho y espalda 330 euros de viandas. Todavía tenía saque, pues por la noche se presentó en otro y ahí se despachó. La nota fue de 1.130 euros. Posiblemente con invitados, aunque el escrito del fiscal no lo precisa. Al día siguiente regresó al mismo local y la factura subió hasta los 450. Y así todos los días hasta el 8 de mayo, que comió por 1.888 euros. No pudo volver, pues la tarjeta le fue anulada cuando la financiera se olió que había gato encerrado.
La Fiscalía, aparte de la pena de prisión, lógicamente solicita que abone lo gastado.