El nuevo gobierno de Currás será legal si el PP se lo permite, pero nacerá ilegítimo. Sin cuestionar su capacidad para asumir las tareas que el regidor les encomendará, los ediles no electos han de saber que formarán un ejecutivo contra natura. Que los contrata un alcalde que no fue elegido por los ciudadanos para ejercer ese cargo, sino puesto a dedo por un corrupto. Un alcalde que se deslegitimó a sí mismo por su manifiesta incapacidad no ya para liderar la capital de Galicia, sino para ganarse el respeto y dirigir su propio equipo de gobierno. Un alcalde que no ha dudado en dejar tirados a sus concejales cuando ha visto amenazado su propio pellejo. Un alcalde que es ya el único imputado, y por partida doble, en un gobierno donde los otros once que lo fueron tuvieron que dimitir. Un alcalde que todavía no ha explicado dónde y qué estaba haciendo mientras la junta de gobierno que él preside firmaba su propia condena por prevaricación. Un alcalde que ha perdido el norte de las prioridades de un servidor público y antepone sus propios intereses y los espurios de otros. Un alcalde que pide a una jueza que censure a los medios de comunicación que no lo jalean. Un alcalde, el más caro de Galicia (72.000 euros al año), que está en las antípodas de los problemas reales de sus vecinos. Un alcalde cuya permanencia en el cargo garantiza que el abismo entre el Concello y la calle, profundizado por su desgobierno, no va a cerrarse. Un alcalde que se irá dejando tras de sí las peores páginas de la historia democrática de Compostela. Un alcalde repudiado por su propio partido, que se aferra al cargo a la desesperada y condena a la ciudad a un año más de ruina. Bienvenidos a la insensatez, señores concejales.