El ciclón tropical que arrasó Galicia a principios de octubre de 1984 mantuvo el récord de vientos, con 158 km/h, hasta la irrupción del «Klaus» en el 2009
02 oct 2014 . Actualizado a las 09:40 h.Ana era adolescente cuando su abuelo la despertó aquella madrugada para llevarla a un lugar seguro. En la planta baja de su vivienda del interior de Galicia oyó durante horas cómo los restos del ciclón tropical que los servicios meteorológicos habían presentado como Hortensia rugían a su alrededor, y durante esas mismas horas Ana, como miles y miles de gallegos, solo pudo imaginar la destrucción que el huracán con nombre de flor dejaba detrás de cada una de sus embestidas. Poco a poco se hizo de día, Hortensia fue perdiendo su fiereza y las puertas se fueron abriendo tímidamente para que, detrás de ellas, comenzasen a asomar rostros, precavidos primero, asombrados después.
Esa madrugada cumple mañana treinta años, pero esas tres décadas no han borrado de la memoria de quienes la vivieron la que La Voz de Galicia definía un día después como «la borrasca más importante que ha sufrido Galicia en los últimos tiempos». Si los gallegos de entonces hubiesen podido adivinar el futuro habrían sabido que tendrían que aguardar casi 25 años, hasta principios del 2009, para que otro temporal, el Klaus, desbancase a Hortensia del primer puesto en el listado de las borrascas más agresivas. Aquella noche de primeros de octubre de 1984 se midieron en Monte Ventoso (Ferrol) ráfagas de viento de hasta 158 kilómetros por hora. El Klaus batió hasta cinco veces esa marca en la madrugada del 24 de enero del 2009: 198 kilómetros por hora en Bares, 183 en Malpica, 182 en Os Ancares y A Veiga, y 178 en Oia.
?Pese a su nombre amable, Hortensia dejó a su paso seis muertos -Benigno Garrido Arana, de 77 años, falleció en A Coruña tras ser alcanzado por una teja, otras tres personas murieron en Asturias, un albañil en Salamanca y una muchacha de 14 años en Tudela- 50 heridos y cuantiosos daños materiales. Algunas personas perdieron su casa, y otros sus barcos, sus negocios o sus explotaciones agrícolas -horas después del paso de Hortensia, la Consellería de Agricultura cifraba las pérdidas en el campo en mil millones de pesetas-. Muchos lugares de Galicia permanecieron durante días sin luz, las Administraciones tardaron meses en reparar los daños en las carreteras y en las comunicaciones, y fue necesario extremar las precauciones en el suministro de agua potable.
El Hortensia fue un episodio especialmente virulento, pero lo cierto es que la comunidad gallega está acostumbrada a lidiar con los temporales. Su situación geográfica la convierte en una de las principales vías de entrada a Europa de las borrascas que se forman sobre el Atlántico justo en la frontera en la que convergen las masas de aire frío polar y las masas de aire cálido de origen tropical. Fuertes vientos y olas de gran tamaño afectan con cierta frecuencia a la comunidad y castigan especialmente su litoral.
Entre octubre y marzo
Como suele ocurrir con los fenómenos meteorológicos, hay un tiempo especialmente propicio para que los temporales de viento azoten Galicia: entre los meses de octubre y marzo, aunque son los meses de invierno los que suelen registrar los valores más elevados, ligados casi siempre a vientos de componente suroeste. Hortensia llegó, pues, recién inaugurado ese período.
La memoria de los temporales gallegos guarda todavía un espacio privilegiado para el que en noviembre de 1965 bañó con olas gigantes el litoral gallego, provocando la muerte de un anciano en A Coruña. No se recuerda su nombre, pero sí el de otras borrascas más recientes como Gordon, Flora, Becky, Gong, Christina o Ulla, entre otros muchos que, con más o menos consecuencias, dejaron su sello sobre una comunidad que, recién inaugurado octubre, se prepara para una nueva temporada de borrascas.