Su talante conciliador y su valía impulsan al hoy portavoz parlamentario del PPdeG
10 mar 2016 . Actualizado a las 15:17 h.Todos en el PP gallego esperan que Alberto Núñez Feijoo anuncie este mes que optará a un tercer mandato, pero al mismo tiempo nadie deja de pensar en el plan B. En ese contexto de una hipotética sucesión, diez años después del relevo de Manuel Fraga al frente del partido, las riendas de este podría tomarlas Pedro Puy Fraga, actual portavoz parlamentario. No es el único en las quinielas, pero su figura de consenso sí ha emergido sobre el resto en las últimas semanas.
De educación exquisita y amplia formación académica y cultural, su ascenso a la presidencia de los populares en el congreso que celebrarán en abril o bien en mayo insuflaría aire fresco a una formación que ha fiado su remontada electoral a un eslogan: renovación desde la experiencia. De esto último no anda corto Puy, tampoco de lo primero.
Nacido en Granada en 1962, llegó a la política aprendido. Doctor en Derecho, aterrizó procedente de las aulas, desde su plaza de profesor titular de Economía Aplicada y Hacienda Pública en la Universidade de Santiago. Y luego se fue reconstruyendo a sí mismo en casi todo. Conoce el Ejecutivo, porque ejerció como director xeral de Relacións Institucionais en el último Gabinete de Fraga, de quien es sobrino. Conoce la Administración, porque fue consejero en el Consello de Contas. Conoce el Parlamento, porque allí ocupa escaño desde el 2009 y la portavocía de los conservadores desde marzo del 2011. Y conoce incluso la fontanería, porque ha elaborado para Feijoo todos sus programas electorales.
Del apellido Fraga le viene un carácter que él sabe controlar mejor que el de Vilalba. Del Puy heredó el mimo por una autonomía que su padre, Francisco, redactor del Estatuto dos 16, contribuyó a construir. De hecho, en el 2006, fue en él en quien el líder del PPdeG se apoyó en las fallidas negociaciones con Touriño y Quintana para dotar a Galicia de un nuevo marco de autogobierno de la comunidad.
Galleguista convencido y verso suelto a ratos, no ha titubeado a la hora de discutir cómo manejaba ciertos plenos su colega de filiación Pilar Rojo, ni para criticar a María Dolores de Cospedal cuando aún casi nadie la cuestionaba, ni para exigir a sus jefes firmeza contra la corrupción. Ni siquiera para oponerse al recorte de diputados en O Hórreo, proyecto a la postre desechado.
Desde la cúpula del BNG han llegado a definirlo como «a cara amable do PP», reflejo del talante conciliador que sus colaboradores le atribuyen, una cualidad fundamental para manejarse en la legislatura 2016-2020. «Es todo un negociador», sentencia uno de ellos. «Es respetado -resalta otra de las personas que más lo tratan- dentro y fuera del partido, política y académicamente. Además, sabe formar equipos y mantenerlos unidos. Y tiene una mente brillante y un dominio absoluto de la historia autonómica. Repudia la bronca, busca el acuerdo, no le importa ceder... Reúne todas las cualidades, salvo una: que nunca dará el paso al frente para medrar». Si finalmente lo diese, en el caso de que Feijoo se echase a un lado esta primavera, amplios sectores en el PP lo avalarían para una carrera en cuya línea de salida probablemente encontraría competencia. Porque no faltan entre los populares quienes ven corriendo esa maratón a Alfonso Rueda y a Ana Pastor, entre otros.