Dos policías cuentan cómo redujeron al pasajero que causó el pánico en un vuelo a Santiago
08 may 2016 . Actualizado a las 01:20 h.«Soy terrorista, tengo una bomba y va a explotar en el avión». Es lo que gritó un pasajero de 42 años del vuelo 1123 de Ryanair que el jueves por la tarde trasladaba a unas 200 personas entre Tenerife y Santiago. «El hombre se levantó de repente y empezó a gritar que tenía una bomba mientras corría por el pasillo hacia la parte trasera del avión». Lo explica Martín, policía nacional de Meirás (Sada) y destinado desde hace nueve años en la comisaría de Las Américas, en el sur de Tenerife. Viajaba en ese vuelo con su mujer y sus dos hijos para pasar unos días de permiso en Galicia. La primera sensación fue de incredulidad. De pánico. Nadie se movía. Detrás de aquel hombre se levantó como un rayo otro pasajero. Martín lo reconoció. Era su compañero Jonatan, de Arucas (Gran Canaria), destinado desde hace cinco años también en Las Américas: «Ambos nos miramos y decidimos ir a por aquel hombre. Llegamos a la parte de atrás del avión y nos abalanzamos sobre él. Lo metimos hacia el lado izquierdo en la zona de la tripulación. Allí lo inmovilizamos y lo cacheamos».
Los dos policías solo le encontraron un mechero y la cartera. Pero el hombre seguía gritando que era un terrorista y que tenía una bomba que iba a explotar en aquel avión. «Estaba muy alterado», dice Jonatan, que viajaba con su mujer, también policía nacional, y con sus dos hijas pequeñas. «No sabíamos si era verdad, ni lo que nos íbamos a encontrar. No sé qué pasaría si hubiese tenido un detonador, pero no podíamos darle tiempo a reaccionar. Nos echamos encima de él en unos segundos. Yo salí disparado en cuanto lo vi levantarse del asiento», cuenta Jonatan, que antes que policía fue militar en la brigada paracaidista. Cree que lo que aprendió en el Ejército le valió el jueves para salir el primero detrás de aquel hombre que amenazaba con hacer estallar el avión: «Estás con la familia, los niños... Pero no me lo pensé. Nuestro deber es intervenir. No sabes lo que va a pasar, pero vas. Eres policía».
Los dos policías no llevaban armas. Solo su placa, que mostraron a la tripulación una vez que lograron reducir al hombre. Martín pensó en que si no conseguían calmarlo se quitaría los cordones de los zapatos para inmovilizarlo. Fueron minutos de máxima tensión. Nadie sabía si era verdad lo que decía aquel hombre. Hasta que se acercó una azafata y él dijo que toda la culpa era de ella por no haberle dado otra cerveza. Un acompañante del hombre les dijo a los policías que tomaba medicación y que había consumido mucho alcohol.
«Estuvimos media hora de pie intentando calmarlo, y al final la tripulación nos facilitó los asientos de la última fila. Y así vinimos el resto del viaje, impidiendo que se levantase. Vino gritando todo el tiempo. Fueron momentos de mucha tensión», asegura Martín. Un miembro de la tripulación les preguntó si ellos podían mantener al hombre inmovilizado ya que en caso contrario el comandante aterrizaría en el aeropuerto de Sevilla.
Ninguno de los dos agentes olvidarán el día que se enfrentaron a una amenaza incierta, dentro de un avión y a diez mil metros de altura. Martín y Jonatan lo tienen muy claro: «Nunca se sabe si es verdad o no, pero vale la pena intervenir cuanto antes».
«Salimos detrás de él para pararlo. Allí arriba no sabes lo que puede pasar»
«Salimos detrás de él para intentar pararlo de alguna manera. Estábamos en un vuelo, allí arriba, y no sabes lo que puede pasar», afirma Martín, que explica que al llegar al aeropuerto de Santiago el avión fue desviado a una zona de control para ser revisado. «Tuvimos que permanecer dentro del avión un tiempo porque al parecer no encontraban la maleta del pasajero», dice Jonatan.
El avión estaba rodeado. Desde que se supo que un pasajero había amenazado con hacer explotar una bomba en el avión se puso en marcha el protocolo de alerta terrorista en vuelo. La Jefatura Superior de Policía movilizó al Grupo de Operaciones Especiales de Seguridad (GOES) y a los equipos de desactivación de explosivos, enviados a Lavacolla desde su base de A Coruña.
Ya con el avión en tierra, los dos agentes que redujeron al falso terrorista informaron de que la situación estaba controlada y entregaron al hombre a la Guardia Civil, que tiene las competencias de seguridad en los vuelos y que detuvo al pasajero.
Felicitación del jefe superior
Muchos pasajeros rompieron a llorar cuando llegaron al aeropuerto. «Buena parte de los pasajeros supieron que éramos policías y nos aplaudieron, pero era lo que teníamos que hacer», relata Jonatan. Además del aplauso de los pasajeros, los dos policías recibieron ayer en A Coruña la felicitación del jefe superior de Policía de Galicia, Manuel Vázquez, que quiso agradecer personalmente su comportamiento y la forma en que reaccionaron ante la amenaza.