El «Calixtino» ya alertaba de pillos en el Camino. Aunque distintos, más ingeniosos, en el XXI sigue habiéndolos
16 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Los recaudadores de portazgo son tan malvados que merecen la más absoluta condena porque, armados con dos o tres garrotes, salen al paso a los peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles los dineros que le piden, le golpean con los garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el censo, insultándole». La advertencia la escribía hace casi 900 años el autor de la Guía del Peregrino, atribuida a Aymeric Picaud e incluida en el Códice Calixtino. Por aquel entonces (en torno a 1140) comenzaba a extenderse la fama del Camino de Santiago y en torno a él empezaban a surgir las picarescas más insospechadas. Nueve siglos después, la ruta jacobea atrae a cientos de miles de personas y la picaresca en torno a ella sigue existiendo. Los métodos han cambiado y ya no hay garrotes, pero el objetivo sigue siendo el mismo: sacar provecho de la buena fe o del desconocimiento de la víctima.
Señales desviadas
Con destino a bares o albergues. Cambiar la señalización para conducir a los peregrinos hasta un alojamiento o un establecimiento por el que la ruta no pasa es hoy una de las tretas más habituales del Camino. El Concello de O Porriño anunciaba hace solo unos días que extremará la vigilancia para evitar la manipulación interesada de las flechas amarillas con el fin de beneficiar a los locales de hostelería de la ruta alternativa. Algo parecido ocurre en Lires (Cee). Y en Bascuas, en el municipio de Lugo, un inmenso cartel señalaba hace unos meses la dirección hacia un supuesto camino primitivo con un recorrido 200 metros menor que el oficial. Era un engaño. Las indicaciones llevaban a un alpendre en el que había máquinas de bebidas y donde se ofrecía fruta a cambio de un donativo. En un alarde de ingenio, alguien había sembrado hierba en el itinerario verdadero para dar la sensación de abandono. Con el objetivo de poner coto a estas prácticas, la Xunta aprobó hace un año multas de entre 300 y 900 euros para quienes alteren la señalización del Camino, una argucia que en la mayoría de las ocasiones solo supone algún pequeño rodeo para los peregrinos, pero que en el caso de la estadounidense Denis Thiem la condujo hacia la muerte, pues se cree que fue una señal falsa la que la desvió de la ruta oficial y la llevó hacia el hombre que más tarde confesaría su muerte.
Locales sin licencia
Pericia para esquivar los controles. Aunque cada vez existe mayor control, al amparo del fenómeno jacobeo siguen surgiendo alojamientos y locales de hostelería sin licencia, que a veces superan los aforos permitidos, fijan precios demasiado altos o, en otros casos, prestan un mal servicio a los clientes.
¿Albergues llenos?
Un falso cartel de completo. Es otra de las pillerías de las que se aprovechan algunos pícaros que hacen su negocio en torno al Camino. Quieren llenar sus habitaciones, así que en un lugar de la ruta bien visible colocan un cartel en el que advierten que el albergue municipal está lleno. No es cierto, pero muchos peregrinos se fían del aviso y buscan otra alternativa para su descanso, quizás la que les ofrece el responsable del cartel.
Mendigos
Verdaderos o no tanto. Como es lógico, quienes piden limosna buscan lugares en los que se concentra mucha gente, y el Camino de Santiago es uno de ellos. Durante el trayecto que los conduce a Compostela, es frecuente que los peregrinos se encuentren con personas que piden dinero para sí mismos o para alguna causa benéfica. A veces es verdad. Otras veces esas supuestas buenas causas no existen y la voluntad de los caminantes sirve para llenar el bolsillo de los pedigüeños.
Falsos peregrinos
El Camino en pocos pasos. Los peregrinos no siempre son las víctimas de la picaresca. A veces son ellos los que tiran de artimañas en beneficio propio. El truco más habitual en este caso es el de una persona que conduce un coche que estaciona un poco antes del albergue en el que quiere pasar la noche. Cubre unos metros caminando, sella su credencial y coge plaza para él y quizás también para otras personas.