El tiempo empieza a juzgar a Fraga

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Políticos retirados y en activo coinciden en la indiscutible huella dejada por el controvertido fundador del PP

14 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«La historia será amable conmigo porque tengo intención de escribirla», dijo Churchill. Manuel Fraga Iribarne (Vilalba, 1922-Madrid, 2012) se quedó muy lejos de su admirado estadista inglés tanto en calidad literaria como en trascendencia mundial, pero lo superó ampliamente en cantidad de obras que, incluso en vida, quedaban ensombrecidas por el torbellino político que era. La amabilidad con la que le está tratando la memoria colectiva sigue, sin embargo, a debate.

Mañana domingo se cumplen cinco años de su fallecimiento. Leyó, subrayó y destrozó periódicos hasta el final de sus días; dio órdenes como toda su vida hasta el último suspiro; y se preocupó hasta la obsesión por un legado político siempre en entredicho que no impide a afines y a contrarios reconocerle una incombustible capacidad de trabajo y un nivel intelectual que, simplemente, no se ha repetido. «Todo es por gracia de Dios», le dijo en una ocasión a Alfonso Cabaleiro. Y de Julio Verne, del que leyó sus obras completas en francés a los 12 años, abriendo su mente al conocimiento más vasto y diverso. «Era un esclavo del tiempo y su biología de servicio le impedía parar, yo mismo le he visto luchar contra el sueño para leerse un tocho sobre la industria del automóvil en Galicia», recuerda el que fue su responsable de comunicación en su última etapa en la Xunta.

Cabaleiro, actual gerente de Galicia Calidade, es uno de los numerosos supervivientes que tras el mandato del bipartito y los dos primeros de Núñez Feijoo siguen en la brecha en una Administración autonómica que, con todos los matices que se quieran, está configurada como quiso el de Vilalba. La lucha contra los incendios que tantos quebraderos le dieron siguen en manos de Tomás Fernández Couto; las relaciones exteriores las lleva Jesús Gamallo; la mitad de los actuales conselleiros tenían cargos intermedios en su último Gobierno; y al propio Feijoo lo señaló Fraga en una sucesión «que se alargó demasiado». Así lo cree Enrique López Veiga, conselleiro durante la crisis del Prestige, quien también lo notó «un poco mayor» en su última legislatura. El presidente del Puerto de Vigo ve en Fraga al político que puso a Galicia en el mapa y al que todos le abrían las puertas: «Ahí va una institución», le dijo a López Veiga al verlo pasar por Bruselas el socialista y presidente de la Comisión Europea, Manuel Marín.

Bugallo, «un enchufado»

El respeto que despertó Fraga en sus últimos años incluso entre sus rivales políticos lo constata Xosé Sánchez Bugallo (PSOE). «A los que no éramos de su partido nos trataba con un sentido institucional exquisito, e incluso algún conselleiro me consideraba un enchufado», relata el exalcalde compostelano, quien sostiene la teoría de que a Fraga le interesaba rodearse de rivales para reforzar su perfil afable y porque «tenía unas miras más altas que su entorno». De su vecino de despacho en Raxoi recuerda que nunca pasó más de una mañana sin devolver una llamada, «cosa que ahora no ocurre», y que convenía ir a verlo con tres proyectos para la ciudad «para que aceptase dos». En una ocasión lo llamó a San Caetano para hacerle una única y enigmática pregunta: «¿Cree que debo presentarme otra vez a las elecciones?». Bugallo, socialista de carné, alucinó, pero ahora admite que políticamente le sugirió que sí lo hiciera: «¡La otra opción era dejar un agujero en el Gaiás!».

Paula Quinteiro, la parlamentaria más joven de la presente legislatura, nació tres meses después de que 1.500 gaitas atronasen en el Obradoiro en su primera toma de posesión como presidente en 1990. Sus primeras sensaciones políticas se remiten a las movilizaciones contra la guerra de Irak y por el Prestige, y sin embargo la figura de Manuel Fraga la transporta directamente a épocas no vividas: «Eu e moita xente da miña xeración o relacionamos máis co franquismo», afirma la diputada de En Marea, que no entiende que nunca hubiese pedido disculpas por aquella etapa.

Dos años mayor que Quinteiro es Javier Dorado, que es el alto cargo más joven del Gobierno de Rajoy. El expresidente de Novas Xeracións del PP sí llegó a tener contacto directo con Fraga, del que precisamente destaca «su capacidad de renovación y adaptación» a los tiempos. El fundador del PP, recuerda Dorado, siempre le preguntaba por las pequeñas cosas que ocurrían en el órgano juvenil del partido. «La gente decía que tenía el Estado en la cabeza, pero también estaba muy atento a los detalles». Tanto, que descuidó su vida privada hasta el punto de que «se enfadaba consigo mismo al sorprenderse hablando de cuestiones personales», afirma Cabaleiro, quien reconoce que a él le tocó trabajar con un Fraga «más maleado» y algo más dócil pero que, a juicio de López Veiga, «casi nunca le hacía caso a nadie. Y hacía bien», cree, porque en sus últimos años percibió que algunos colaboradores pasaron de tenerle miedo a no respetarlo.

Delante de Xesús Palmou el genio del vilalbés se templaba. A él le confió la dirección del partido tras la dolorosa crisis con Xosé Cuíña, que fue una de sus grandes decepciones políticas. El también exconselleiro está convencido de que el paso del tiempo agrandará su reconocimiento, y vincula los actuales éxitos del partido en Galicia a las líneas maestras que él dejó marcadas. «Fraga trajo la estabilidad al partido y a la Xunta en momentos convulsos -finales de los 80- y todavía se mantiene» con Feijoo. «En su etapa final le preocupaba el proceso sucesorio y en sus últimos días me reconoció que se sentía muy orgulloso de cómo había salido todo», desvela Palmou.

Una de sus últimas cartas

Una de las últimas cartas que escribió Fraga iba dirigida a Núñez Feijoo. La crisis azotaba y «me pidió que trabajase para devolverle a Galicia la prosperidad». La mejor herencia, dice su sucesor, es «su ejemplo, el de un erudito que prefirió implicarse al servicio de sus compatriotas», reflexiona Feijoo, quien admite acordarse de su figura cada vez que defiende un tema relativo a Galicia como puede ser el AVE, «porque que él luchó igual por las autovías». Trabajar a su lado también le dejó algún tic. El actual presidente de la Xunta también recorta periódicos y se los manda a sus conselleiros con anotaciones. «Y, según dicen, la tendencia a emocionarme empieza a caracterizarme», reconoce.