La pareja agasajó anoche a los invitados con una sofisticada fiesta en el Finisterre
18 feb 2012 . Actualizado a las 19:14 h.Marta Ortega y Sergio Álvarez Moya comenzaron a celebrar su enlace anoche con una fiesta cargada de glamur y expectación. Desde primera hora de la tarde los invitados fueron llegando con cuentagotas al hotel Finisterre de A Coruña, reservado íntegramente por la familia Ortega. Los fotógrafos y cámaras apostados a la entrada del establecimiento sabían que cualquier persona que llegaba era un invitado. Hasta hubo una pareja que apareció vestida con la ropa de montar. La madre del novio llegó muy pronto, y hasta tuvo tiempo de acompañar a otros avilesinos hasta la cercana plaza de María Pita para hacer un poco de turismo. La discreción solicitada por los anfitriones fue seguida a rajatabla por todos. El ritual se repitió una y otra vez. Cada cinco o diez minutos, un monovolumen Mercedes con los cristales tintados paraba junto a las puertas de vidrio del hotel.
El conductor se bajaba, ayudaba a los viajeros con las maletas y estos, sin decir nada -y en algunos casos sonrientes ante la expectación mediática- accedían a la recepción. Así una y otra vez, excepto los invitados coruñeses que llegaron en taxi, como Juan Cobián, o en grupo caminando por el Parrote, como Javier Losada y otros amigos de la infancia de Marta. Dos cadenas de televisión conectaron en directo y entre los periodistas un rostro conocido, el de Jesús Mariñas.
Ellas de negro, ellos de traje
Entremezclados con los informadores, gran variedad de curiosos, entre vecinas del barrio, gente disfrazada y paseantes que se quedaron un rato a ver el original espectáculo. «¿Hay algún famoso? ¿Ya llegaron los novios?», preguntaba una mujer con abrigo de piel que casi se podría confundir con una invitada. En el interior del hotel, los amigos de los novios fueron bajando de las habitaciones con dirección al salón principal. Ellas, casi todas de negro, con vestidos adornados de lentejuelas y muchas transparencias. En el capítulo masculino los había de traje, de americana y hasta unos extranjeros (hay muchos entre los invitados) con pantalón vaquero. Poco después de las nueve y media de la noche, el momento más esperado, llegaron los novios.