Cómo se elegirá al sucesor del papa Benedicto XVI

La Voz REDACCIÓN

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Ratzinger es el quinto papa de la historia en renunciar a su cargo como cabeza visible de la Iglesia. Anteriormente el único en tomar una decisión similar por propia voluntad fue Celestino V, en 1294

11 feb 2013 . Actualizado a las 19:59 h.

El papa Benedicto XVI ha anunciado hoy su renuncia como líder de la Iglesia «por falta de fuerzas». Es el quinto papa en la historia en dimitir de su cargo voluntariamente dejará su puesto el próximo 28 de febrero.

En el caso de que el papa Benedicto XVI en lugar de renunciar hubiese fallecido, el procedimiento a seguir sería similar al que se llevó a cabo hará en el mes de abril ocho años, cuando falleció Juan Pablo II y los cardenales que formaron parte del cónclave, después de reunirse y reflexionar durante días, escogieron a Ratzinger como el mejor candidato para ponerse al frente de la Iglesia. Sin embargo, en un caso de dimisión como este, será el propio papa Benedicto XVI, como máximo legislador, junto al Consistorio, quien establezca cómo deberá llevarse a cabo la renuncia y los pasos a seguir.

Una opción prevista por el Derecho Canónico

La renuncia de un papa es un decisión aceptada y regulada por el Código de Derecho Canónico, que en el canon 332.2 establece que «si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie». No es necesario que se haga por escrito, pero sí que se haga de forma oficial. En este caso, el papa Benedicto XVI formalizó su decisión personalmente a través de una carta en un acto de canonización de mártires esta misma mañana en el Vaticano.

Una vez formalizada la renuncia, se abre un periodo conocido como «sede vacante». La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, de 22 de febrero 1996 -que hasta ahora solamente ha sido aplicada en una ocasión, durante la elección de Ratzinger tras la muerte de Juan Pablo II- rige actualmente el procedimiento a seguir en este caso de final de un Pontificado, ya sea por fallecimiento como por renuncia.

Qué sucede cuando hay «sede vacante»

Desde el momento que se produce la vacante, se aplica, según declara el canon 335, el principio de nihil innovetur, o que no se innove nada. El gobierno de la Iglesia se confía a los cardenales, que se reúnen en las llamadas Congregaciones Generales, para despachar únicamente los asuntos ordinarios o inaplazables. Asimismo, este colegio será el encargado de preparar la elección del nuevo papa que sucederá al papa Benedicto XVI, organizando el cónclave, asegurando los derechos de la Sede Apostólica durante este periodo y, en el caso de que el papa, en lugar de renunciar hubiese fallecido, organizando sus exequias. En cuanto a los bienes materiales de la Santa Sede, el Cardenal Camarlengo -actualmente Tarcisio Bertone, quien ya ejerció estas funciones durante la sede vacante tras la muerte del papa anterior, Juan Pablo II-, junto a otros tres cardenales, será el encargado de su administración.

A la hora de elegir un nuevo papa, solo podrán votar los cardenales menores de 80 años hasta alcanzar un máximo de 120 electores. Cada cardenal validado para votar deberá escribir en su propia papeleta, que doblará dos veces antes de entregarla al decano, el nombre de su elegido después de la fórmula Eligo Sumum Pontífice. Aunque no es un requisito indispendable, normalmente el nuevo papa suele ser alguno de los integrantes del Colegio Cardenalicio.

Una vez que arranca en Cónclave, que se celebra en la Capilla Sixtina, los cardenales pronunciarán el correspondiente juramento y no podrán comunicarse con el exterior. La primera votación que se produce se denomina «de sondeo». A ella le siguen cuatro votaciones diarias, dos por la mañana y dos por la tarde, cuyo resultado se manifiesta al final de cada turno con la clásica fumata -humo que sale por la chimenea-, que será negra, en caso de no haber llegado a ninguna conclusión, o fumata blanca, cuando se decide quién será el nuevo papa.

Otros papas que renunciaron

El papa Benedicto XVI ha sido el último sumo pontífice en anunciar su renuncia, pero no el primero. Clemente I renunció de su cargo en el año 1097 a favor de Evaristo, después de haber sido arrestado y condenado al exilio. El papa Ponciano (que fue proclamado cabeza de la Iglesia en el año 1230) también dejó su puesto en 1235 a favor del papa Antero tras haber sido exiliado. El papa Silverio fue sin embargo obligado a renunciar en 1537 a favor del papa Vigilio.

Más complicada fue la historia de Benedicto IX, que ejerció como papa del 10 marzo al 1 de mayo de 1045. En un primer momento Benedicto IX renunció a favor de Silvestre III y después retomó el cargo para pasarlo a Gregorio VI, quien fue acusado de haberlo adquirido ilegalmente y decidió también renunciar.

El caso más conocido fue el del papa Celestino V, papa que ha pasado a la historia como el pontífice del «gran rechazo». Su pontificado duró del 29 de agosto al 13 de diciembre de 1294 y después se retiró a una vida ermitaña. Tras su renuncia fue elegido como papa Bonifacio VIII.

El último papa en dejar su cargo fue Gregorio XII en 1415, que vivió el llamado Cisma de Occidente, en el que coincidieron tres papas al mismo tiempo: además de Gregorio XII, el papa de Roma; Benedicto XIII, el papa de Avignon, y el llamado «antipapa» Juan XXIII. Con el concilio de Constanza, el emperador Segismundo obligó a dimitir a los tres pontífices, pero solo Gregorio XII obedeció. Después de él fue elegido papa Martín V.