Saul Bass, el maestro de los títulos de crédito que convirtió en arte el «yo estuve allí»
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Publicista y diseñador gráfico , el maestro de los títulos de crédito cumpliría este miércoles 93 años. Es el responsable de alabados títulos finales, como los de «El hombre del brazo de oro», y aclamados carteles cinematográficos, como los de «Vértigo» o «Psicosis»
09 may 2013 . Actualizado a las 10:48 h.Saul Bass dijo en una ocasión que «para el público normal los créditos son la señal de que quedan solo tres minutos para comer palomitas». Él, reconocía, aprovechaba ese lapso de tiempo muerto e intentaba hacer algo más que simplemente enumerar unos nombres en los que la audiencia no estaba interesada. «Pretendo preparar al público para lo que viene a continuación. Dejarlos expectantes». Hoy, el gran maestro de los títulos de crédito, precursor de lo que podría ser perfectamente un subgénero a caballo entre el arte y el cine, cumpliría 93 años. Hace 61, en 1954, el avispado productor y director de origen austríaco Otto Preminger le confió el cartel y los créditos finales de la película Carmen Jones. Sabía muy bien lo que hacía.
Hasta ese momento, Saul Bass se había ido curtiendo en Hollywood en la Warner Bros, intentando introducir cambios en un estilo promocional todavía supeditado al star system y cuya regla de oro era sustentar las campañas sobre las estrellas protagonistas del reparto, principalmente a través del elemento que más visualiza una película: el cartel.
A Saul Bass esta idea le parecía ya entonces un planteamiento caduco, al entender que el póster promocional debía aportar al espectador una primera impresión mucho más allá del actor o actriz que interpretase el filme. Extendía su planteamiento Saul Bass a los títulos de crédito, hasta ese momento una simple relación de nombres, cuya única diferencia estaba en el tamaño de la letra. Creía que éstos debían tener un componente narrativo, que sintetizase su contenido e integrarse la propia cinta. Así, para llevar a cabo sus planteamientos, creó a mediados de los cincuenta la empresa Saul Bass & Associates Inc., que durante décadas se convertiría en un gran referente en el diseño gráfico en general y en el cartelismo cinematográfico en particular, con un importante aparte para los títulos de crédito, algunos memorables.
El característico estilo de Saul Bass, con el que los carteles de cine y los créditos alcanzaron la mayoría de edad, se asienta en la ruptura estilística. Echa mano en sus tan personales letreros de formas geométricas sencillas -evocación de recortes de cartulina-, escasos elementos gráficos y animaciones minimalistas que consiguen que el largometraje arranque incluso antes del primer minuto de película. El cartel y los créditos de Saul Bass son mucho más que una mera sucesión de nombres, introducen con maestría lo que el espectador se va a encontrar a lo largo del filme.
Saul Bass (1920-1996) participó en más de medio centenar de películas en una trayectoria que arranca de Carmen Jones en 1954 y se cierra con Casino en 1995, para Preminger y Scorsese, respectivamente, los directores con los que más colaboró Bass en un grupo que incluye a Hitchcock o a Frankenheimer, aunque también trabajó para Wyler, Aldrich, Ritt, Wilder, Kramer o Wilder, entre muchos otros.
Para Preminger diseñó Saul Bass en 1959 el cartel y los títulos de Anatomía de un asesinato, considerado uno de los mejores carteles de la historia del cine, junto a otro suyo, el realizado en 1958 para Vértigo, de Hitchcock, director que se había quedado muy sorprendido por el trabajo de Saul Bass para los títulos de El hombre del brazo de oro, otro gran cartel que muchos aficionados colocan entre lo más logrado del diseñador.
La colaboración entre Saul Bass y Hitchcock se extendería a Con la muerte en los talones (1959) y a Psicosis (1960), sobre la que existe la leyenda urbana de que fue el propio Saul Bass quien diseñó la ya mítica escena de la ducha, aunque el director nunca lo reconoció.
El trabajo de Saul Bass para West Side Story también figura como memorable en la historia del cine. Ya su cartel, con dos figuras bailando en las escaleras de un edificio, anticipa las dos patas sobre las que se sostiene el filme de Robert Wise, el componente musical y el espíritu callejero. Los créditos -con los nombres de los técnicos y actores pintados sobre muros de ladrillo- acaban de cerrar el círculo.
Sabía Saul Bass jugar con la percepción del espectador. Lo hizo a través de los rectángulos que se abren y se cierran en los títulos de la obra maestra de Wilder, La tentación vive arriba, aludiendo al astuto juego de sus protagonistas, y con los globos de colores que introducen Uno, dos, tres.
El talento de Saul Bass era tan desbordante que incluso hay cintas que solo se recuerdan por sus colaboraciones. Es el caso de las casi olvidadas La vuelta al mundo en 80 días y El mundo está loco, loco, loco, mítica por el globo terráqueo que se abre y se cierra del diseñador estadounidense.