La alemana destacó como cantante lírica, pero su devoción por el firmamento la empujó a «cazar» cometas y convertirse en la primera astrónoma profesional de la historia. Suyo es el mérito de descubrir ocho cometas y tres nebulosas
16 mar 2016 . Actualizado a las 21:34 h.Caroline Herschel pasó más tiempo de su vida con los ojos puestos en el cielo que en la tierra. En 1828, fue distinguida con la primera medalla de oro que la Real Sociedad Astronómica otorgó a una mujer. Tendrían que pasar 168 años para que tal condecoración recayese de nuevo en manos femeninas. Su mérito, el de la alemana nacida hace hoy 266 años, fue el de convertirse en la primera astrónoma remunerada de la historia. No le resultó fácil. Como a todo genio, la sociedad de su época le dio la espalda. Su tesón, sus ganas de aprender y su admiración hacia su hermano Frederick William -descubridor del planeta Urano- la encumbraron, sin embargo, como una auténtica cazadora de cometas. Hoy, seis cometas y un cráter de la Luna llevan su nombre.
Los ocho cometas de la soprano
Caroline Herschel descubrió ocho cometas -entre ellos, destaca el periódico 35P/Herschel-Rigollet, que identificó el 21 de diciembre de 1788-, pero también tres nebulosas. Escribió además dos catálogos astronómicos, ayudó en la construcción de telescopios, estudió sistemas binarios y recibió la medalla de oro de Ciencias del rey de Prusia. Pero para llegar hasta ahí tuvo que salvar no pocos obstáculos.
Caroline Herschel se crió en el seno de una familia de músicos. Sus padres le inculcaron a ella y a sus cinco hermanos -Jacob, Shopie, Frederick William, Alexander y Dietrich- la pasión por este arte, pero sin olvidar otras disciplinas como la filosofía, matemáticas o astronomía. Junto a su padre comenzó a observar los cielos nocturnos y, poco a poco, se despertó en ella una curiosidad que la llevaría a descubrir en un futuro ocho cometas y tres nebulosas.
Caroline Herschel mostró siempre una especial comprensión y cariño hacia su padre y hermanos, lo que chocaba frontalmente con el poco afecto que profesaba a su madre, una mujer a la que recordaría siempre por su severidad. La mala relación con su progenitora se inició en la infancia, cuando Caroline Herschel enfermó primero de viruela y más tarde de tifus. Ambas enfermedades le provocaron marcas evidentes en su cara y le atrofiaron el crecimiento, algo que acabó con las aspiraciones de su madre de convertirla en una dulce esposa y ama de casa. Pero en parte gracias a esas dolencias, Caroline Herschel se centró de lleno en el estudio de la astronomía, disciplina en la que terminó siendo una figura imprescindible al convertirse en la primera mujer en descubrir un cometa.
Tras la muerte de su padre en 1767, su hermano Frederick William pidió a su madre que le permitiese a Caroline Herschel irse a vivir con él a Inglaterra, donde residía desde hacía diez años y vivía como destacado organista y director de orquesta en la localidad de Bath. En 1772, Caroline Herschel por fin pudo librarse del yugo materno y de la mano de su hermano se convirtió en una distinguida soprano.
En los momentos que tenían libres tras sus ensayos musicales, Frederick William y Caroline Herschel se divertían observando el firmamento, pero llegó un momento en el que esa afición se convirtió en devoción y, finalmente, en un trabajo remunerado cuando su hermano descubrió en 1781 el planeta Urano. Frederick William lo llamó «estrella georgiana» en honor del rey Jorge III y este lo recompensó nombrándolo Astrónomo Real, con un salario de 200 libras al año.
Caroline Herschel se convirtió en la asistente perfecta. Colaboró con él en el cálculo, diseño y construcción de sus propios telescopios para observar un firmamento que, por aquella época, se creía que se extendía solo algunos millones de kilómetros sobre la tierra. Caroline Herschel anotaba los detalles que le indicaba su hermano, se encargaba del mantenimiento de los telescopios y realizaba los cálculos previos a las observaciones.
Mientras su hermano estaba de viaje, Caroline Herschel aprovechaba para hacer sus propias observaciones desde telescopios más pequeños durante horas. Fue así como en 1783 descubrió dos cúmulos desconocidos y observó que el espacio estaba lleno de ellos. Pero sin duda el hallazgo que le valió el reconocimiento de la comunidad científica fue el descubrimiento el 1 de agosto de 1786 de su primer cometa. Tal revelación le supuso además comenzar a recibir un sueldo de 50 libras anuales por parte del rey Jorge III, lo que en la historia supone el primer salario profesional para una mujer científica en Gran Bretaña.
Dos años después, la cazadora de cometas Carolina Herschel descubrió su segundo astro, elevando todavía más su prestigio por todos los rincones de Europa. Pero sus observaciones no terminaron ahí y siguieron dando sus frutos hasta descubrir un total de ocho cometas, tres nebulosas y catorce objetos del espacio profundo.
Su carrera en el mundo de la astronomía quedó truncada con la muerte de su hermano en 1822. Caroline Herschel decidió regresar a Hannover para centrar su trabajo en la catalogación de los cuerpos celestes que había descubierto en los años anteriores. Sus métodos en la astronomía han quedado enmascarados en cierto modo por William. Sin embargo, con el paso de los años ha logrado el sitio que se merece dentro de la ciencia, hasta el punto de que un cráter de la Luna se llama Caroline Herschel y un asteroide fue bautizado con su segundo nombre, Lucretia, en 1889.
El trabajo de Caroline Herschel fue reconocido a través de la concesión de la medalla de oro de la Royal Astronomical Society en 1828, el nombramiento como miembro honorario de esta Sociedad en 1835 y de la Academia Real de Irlanda en 1846 y la entrega de la medalla de oro de la Ciencia en 1846 de manos del rey Federico-Guillermo IV de Prusia. Carolina Herschel falleció en Hannover a los 97 años de edad. En su tumba se puede leer un epitafio escrito por ella misma: «Los ojos de ella, en la gloria, están vueltos hacia los cielos estrellados». En 1968, la poeta norteamericana Adrienne Rich escribió un poema inspirado en ella:
«Una mujer con forma de monstruo
un monstruo con forma de mujer
abundan en los cielos
una mujer «en la nieve
entre los Relojes e instrumentos
o midiendo el suelo con pértigas»
capaz de descubrir a sus 98 años
8 cometas
aquella sobre quien la luna gobernó
como en nosotras
levita hacia el nocturno cielo
surca distancias en los lentes pulidos
Galaxias de mujeres, cumpliendo ahí
penitencia por impulsivas
congelados nervios
en aquellos espacios
de la mente
Un ojo
«viril, exacto y absolutamente seguro»
desde las confusas telarañas de Uranusbor
encuentra la NOVA
cada impulso de luz estalla
desde el centro
como se descarga nuestra vida
Tycho susurra al fin
«Que no parezca que he vivido en vano»
Lo que vemos, lo vemos
y ver es cambiar
la luz que marchita una montaña
y le permite a un hombre vivir
Los latidos del pulsar
el corazón exudando por mi cuerpo
El impulso de radio
que fluye desde Taurus
Estoy bombardeada
aun así me yergo
Me he mantenido de pie toda la vida en medio
del curso directo de una batería de señales
el más fielmente transmitido el más
intraducible lenguaje en el universo
Soy una nube galáctea tan profunda
tan intrincada
que una onda de luz demoraría 15
años viajando por mí
Y ha ocurrido
Soy un instrumento con forma
de mujer intentando traducir pulsaciones
a imágenes
para aliviar el cuerpo
y reconstruir la mente».