¿Está Nicolas Sarkozy aprovechándose de los asesinatos de Toulouse para resucitar en las encuestas preelectorales? Eso es lo que piensan sus rivales en la carrera presidencial francesa, y con ellos muchos analistas convencidos de que un discurso o una noticia espectacular pueden dar la vuelta a unas elecciones. Los números, sin embargo, nos cuentan una historia muy distinta.
La realidad es que la remontada de Sarkozy había ya cobrado mucha fuerza cuando ocurrieron los asesinatos de Toulouse. Concretamente, comenzó a recuperar terreno después de su discurso del 3 de marzo en Burdeos, tras el que pasó el 25 % al 28 % en intención de voto. Tres puntos pueden parecer poco, pero esto lo colocaba ya entonces en un empate técnico con el aspirante socialista François Hollande, que había llegado a sacarle una ventaja considerable.
¿Qué tuvo aquel discurso de especial? Sarkozy hizo un duro alegato contra la inmigración, incluso con tintes islamófobos. Pero hay una explicación más simple y menos ideológica: fue en Burdeos donde el presidente empezó realmente la campaña. El voto que está ganando es voto recuperado, votantes que lo apoyaron en el 2007 y que se habían ido escorando hacia el FN atraídos por la presencia mediática de Marine Le Pen. En cuanto a Hollande, el fuerte impulso que dieron las primarias de su partido se agotó hace tiempo y su campaña se encuentra estancada. Estas tendencias son claras y no se han visto alteradas por el día a día.
Los asesinatos de Toulouse son precisamente una prueba adicional de que hechos circunstanciales, como un discurso o una noticia espectacular, tienen menos influencia que las corrientes profundas de opinión. Un sondeo «en caliente», realizado a las pocas horas de esos hechos, arroja el resultado contrario al que cabría esperar: la intención de voto permanece constante, incluso con un ligero aumento de la extrema izquierda, lo que también responde a una tendencia iniciada hace un par de semanas.
Hollande y Sarkozy siguen empatados, abocados a una segunda vuelta en la que lo importante no va a ser a quién prefieren los franceses, sino con quién estarán dispuestos a conformarse.