El hundimiento del «Titanic» podría haberse evitado con 3 euros

José Marín Ameneiros LA VOZ

INTERNACIONAL

Unos binoculares recuperados entre los restos del Titanic. No se sabe a quien pertenecieron, pero los vigilantes, la noche del hundimiento, no los usaron
Unos binoculares recuperados entre los restos del Titanic. No se sabe a quien pertenecieron, pero los vigilantes, la noche del hundimiento, no los usaron ANDREW GOMBERT

Era lo que costaban en la época unos prismáticos, de los que carecían los vigilantes del trasatlántico, y que les hubieran permitido ver antes el iceberg

15 abr 2012 . Actualizado a las 11:00 h.

Lujo y ostentación en 269 metros de longitud, 3.500 pasajeros de capacidad a bordo, nueve cubiertas y una altura equivalente a 11 pisos, y todo para que, al final, dos libras de la época -unos tres euros, en aquellos tiempos- pudieran haber cambiado el destino del Titanic. Dos libras es lo que valían en 1912 unos binoculares, de los cuales carecían los vigilantes de guardia del barco. Aunque es difícil determinar a cuánto equivaldrían hoy en día esas dos libras, se sabe que un pasaje en la clase más baja del Titanic costaba unas siete libras de media, y que un trabajador de los astilleros que construyeron el coloso cobraba dos a la semana. Poseer dichos prismáticos habría permitido a los vigías ver el iceberg a mayor distancia y haber advertido antes del peligro, seguramente evitando el impacto.

En la noche del hundimiento del trasatlántico, el 14 de abril de 1912, el viento estaba en calma y la mar llana. Además, la visibilidad era buena, por lo que podía decirse que el tiempo atmosférico era excelente para la situación geográfica en la que navegaba el Titanic. El ocaso del sol se produjo a las 18.52 -zona horaria del lugar del hundimiento-, aunque la oscuridad total no llegó hasta casi las 20 horas. Lo recomendable en ese momento, según José Antonio Bustabad, autor del libro Informe pericial sobre las causas del naufragio del trasatlántico Titanic, hubiera sido parar máquinas. Y al amanecer, seguir la navegación. Pero el capitán, John Smith, decidió continuar la marcha.

Que los vigías carecieran de prismáticos redujo la distancia de detección del iceberg de casi 2 kilómetros a menos de 600 metros

Por la noche, el barco navegaba casi a oscuras. En esas circunstancias, disponiendo de binoculares, los dos vigilantes que estaban de guardia en la cofa -lugar situado a gran altura desde donde observar el mar- habrían podido divisar un iceberg a más de una milla -casi dos kilómetros-. Sin ese instrumento, a simple vista, la distancia de detección era cuatro veces menor. A ello hay que sumar que, aunque el aire estaba en calma, la velocidad del Titanic generaba un viento aparente de 40 km/h. Esto y la fría atmósfera, explica Bustabad, puso los ojos llorosos a los observadores y redujo aún más su agudeza visual.

Un poco antes de las 23.40 horas, los vigías avistaron frente al Titanic, por la proa, el iceberg, a una distancia estimada de menos de 600 metros. Es decir, mucho menos que los 1,8 kilómetros que hubieran tenido de margen si hubieran dispuesto de prismáticos. Fue entonces cuando, tras los segundos iniciales de sorpresa, los vigilantes dieron la alerta. Además de por otras actuaciones inadecuadas y de una cadena de errores humanos, puede decirse que esa falta de binoculares fue un factor decisivo en el hundimiento del Titanic.

Bien es cierto que este detalle hubiera quedado en nada si el capitán John Smith hubiera parado máquinas al anochecer. O si William Murdoch, el oficial de guardia al mando, hubiera reaccionado con otra maniobra. Pero esta anécdota deja patente que, incluso en un gigante como el Titanic, un detalle de unos pocos euros puede marcar la diferencia.