70 años del final de la batalla de Stalingrado

Colpisa / La Voz

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Dos millones de personas murieron en la batalla más cruenta de la historia de la Humanidad, que supuso el principio del fin para Hitler

01 feb 2013 . Actualizado a las 23:43 h.

«Las heroicas fuerzas del general Paulus han sucumbido gloriosamente en Stalingrado». Así contaba La Voz de Galicia, el martes 2 de febrero de 1942, la derrota de las tropas nazis en una de la batallas más cruentas de la historia». La noticia, «maquillada» por la propaganda fascista, contaba que «después de dos meses de defensa heroica han sucumbido frente a la superioridad numérica del enemigo».

Unos dos millones de muertos y desaparecidos, de los que un millón fueron civiles rusos -aunque podrían ser cientos de miles más porque la URSS nunca dio cifras-, más de medio millón de heridos y cerca 91.000 presos alemanes tras cien días de contienda. La batalla de Stalingrado, la más sangrienta de toda la historia de la humanidad, terminó el 2 de febrero de 1943. La derrota, además de poner fin a las ansias expansionistas de Hitler, supuso el principio del fin para el ejército del Tercer Reich.

Después de fracasar en la conquista de Moscú y en el cerco de Leningrado, Adolf Hitler ordenó a sus mariscales que emprendieran una ofensiva hacia las explotaciones petrolíferas del Cáucaso, esenciales para surtir de combustible a sus unidades en el resto del teatro de operaciones de la Segunda Guerra Mundial. Así comenzó la que los germanos llamaron 'Rattenkrieg' o 'guerra de ratas'. En su avance, el VI Ejército alemán bajo el mando del general Friedrich Paulus topó con Stalingrado, las tropas rusas y el río Volga. Sin vacilar, el dictador nazi ordenó tomar la ciudad, costase lo que costase, calle a calle, casa a casa, piso a piso. Algo que evitó en las otras dos capitales rusas.

Era el 23 de julio de 1942. La suerte estaba echada y la dura climatología de la Europa Central iba, poco a poco, consumiendo sus escasos días soleados.

Por este motivo, los alemanes no dudaron con emplear técnicas que aprendieron en España, especialmente en Guernica, para descargar 1.000 toneladas de bombas sobre Stalingrado, lanzadas por los Heinkel 111 y Junkers, bajo las órdenes del que había sido comandante de la Legión Cóndor en la Guerra Civil, el general Wolfram Von Richthofen. Ese 23 de agosto fallecieron 5.000 personas. Los combates se enquistados de manera que los historiadores calculan que cada día perecían 3.000 soldados rusos, incluso se habla que dada la carestía de fusiles lo soldados de Moscú iban en parejas, uno con el arma y el otro con la munición y, cuando uno caía en combate, el otro empuñaba el fusil.

Días después era el vicecomandante en jefe del Ejército Rojo Zhúkov quien dio la orden: 'No entreguen Stalingrado'.

Enfermedades y el frío

En octubre, la Wehrmacht controlaba el 90% de la ciudad, pero no conseguía pasar el río. Así llegó el invierno. A las plagas que minaban a los alemanes: tifus, disentería, paratíficas., se sumaron las temperaturas que rondaban los -20 grados centígrados.

Acostumbrados al medio, los rusos emprendieron la 'operación Urano', por la que 1,7 millones de soldados aislaron a 250.000 germanos que, por decisión de Hitler, fueron dejados allí resistiendo. Al final algunos pudieron salir a bordo de un puente aéreo que montó el general Göring, responsable de la Luftwaffe, en el aeródromo de Gumrak, que fue tomado por los rusos el 23 de enero. Algunos perecieron al agarrarse al fuselaje de los aviones para huir. Los rusos hicieron 80.000 prisioneros, de los que 50.000 murieron meses después en los campos de concentración.

Durante diciembre, el Ejército alemán emprendió una nueva ofensiva contra la ciudad, la 'operación Tormenta de Invierno', pero la Guardia Roja la frenó y destruyó a los cuatro días de su inicio. Ese mes las bajas alemanas por inanición y el frío superaron el millar, mientras que poco a poco eran cercados. Así, el 9 de enero, el Ejército Rojo dio un ultimátum al general Paulus, pacto que rechazó.

El 30 de enero de 1943, Adolf Hitler ordenó a Paulus se quitara la vida, dado que le había sido ascendido y ningún mariscal de campo alemán podía ser hecho prisionero. Un día después éste se rendía con unos 91.000 hombres. Al final de la guerra solo 5.000 de ellos regresaron a Alemania. El último grupo de alemanes alzó la bandera blanca el 2 de febrero, en su parapeto levantado en una antigua fábrica de tractores.

Debacle en Berlín

La consecuencia inmediata del fracaso fue el principio del desmoronamiento del Estado Mayor de Hitler. Con el VI Ejército destrozado y los graves daños causados en el 4ª Ejército Panzer, la Wehrmacht quedó prácticamente desguarnecida en el flanco oriental.

Sin embargo, pese al golpe de moral dado al enemigo, el Ejército Rojo sufrió un millón de bajas, de los que 13.000 fueron ejecutados cuando desertaban. Otros investigadores doblan la cifra de fallecidos uniformados.

El caso es que el régimen de Stalin no dejó datos fiables sobre los caídos en la mayor carnicería de la historia de la humanidad, unas cifras que ni con el fin de la URSS han sido aclaradas.