Dedicó todas sus energías a refundar el Estado venezolano
06 mar 2013 . Actualizado a las 10:18 h.El título del artículo no es solo un recurso retórico. El teniente coronel venezolano Hugo Chávez Frías, quien murió hoy a los 58 años tras una larga enfermedad, es tal vez el último representante de una especie en vías de extinción en Latinoamérica: la de los caudillos populistas, revolucionarios a su modo, retóricos, personalistas, omnipresentes, dinámicos, un punto mesiánicos y poco institucionales.
El fin de la estirpe es el resultado, y no de los menores, de la epidemia de democratización que conoce América Latina desde hace un par de décadas. Con la sola excepción de Cuba, todos los gobiernos son resultado de elecciones pluripartidistas juzgadas como genuinas y son inimaginables experiencias como, por recordar algunas, las de Juan José Torres en Bolivia o Juan Velasco Alvarado en Perú, ambos generales.También los hubo civiles, como el muy representativo Velasco Ibarra, un ecuatoriano cuya máxima era: «Dadme un balcón y tomaré el palacio».
Militar a falta de cosa mejor
En efecto, este militar nacido en el pobre estado de Barinas, hijo de maestros de escuela, se ha ido de este mundo tras haber cambiado jurídicamente el régimen constitucional de Venezuela, haber sobrevivido a un golpe de estado que triunfó durante tres días en abril de 2002, haber convertido en una victoria política su derrota del 92, haber liquidado el viejo orden de los partidos tradicionales en Venezuela y ganado tres elecciones presidenciales, cuatro legislativas y dos referéndums.
Nada destinaba a Hugo Chávez a las fuerzas armadas y una versión chocante insiste en que creyó ver en ellas una manera de practicar los deportes y, singularmente, el béisbol y así lo recoge su biógrafo Ricard Gott, favorable al hombre, pero solvente. Su politización fue más bien tardía y le planteó desde el principio la dificultad objetiva de interpretar el papel de la izquierda - lo mismo la guerrillera y montaraz que la institucional, socialdemócrata - en su patria.
Se sintió mejor en seguida con sus compañeros de armas que con una clase política a la que encontró urbana, endogámica y prescindible, aunque en dos personalidades de la izquierda tradicional, Luis Miquilena y José Vicente Rangel, encontró un cierto encuadre ideológico que se transformaría en una asociación posterior con ambos, pronto terminada con el primero, pero muy sostenida con el segundo, que aún vive y es como una especie de notario de la peripecia revolucionaria.
La obsesión con Bolívar
La politización de Hugo Chávez fue la obra de ciertos compañeros directamente volcados en la acción clandestina, algunos de los cuales tenían relación con la izquierda convencional y una oreja en lo que restaba del movimiento guerrillero, reducido a casi nada por la acción represora de los gobiernos de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, los dos santones del partido socialdemócrata. El, que se sepa, no estuvo en esos trajines subversivos y estudió a su manera y convirtió su afecto por Simón Bolívar, estimulado por la enseñanza oficial en la Academia Militar, en una obsesión.
Así, su decisión de levantarse en febrero de 1992, cuando estaba al mando de un regimiento de paracaidistas de donde saldrían muchos de los cuadros de la nueva situación, no aportó nada relevante al interminable catálogo de los golpes e hizo imposible catalogarlo. excepto en dos notas: un nacional-patriotismo un punto arcaizante, de viejo cuño, y su autodefinición como bolivariano.
Camino expedito
El presidente que relevó a Carlos Andrés (expulsado del poder al año siguiente por el parlamento por malversación de fondos públicos) era un anciano venerable y cristianodemócrata, Rafael Caldera, regresado a la política para enderezar el rumbo. A sus 78 años fue literalmente escogido por la clase política para reordenar el convulso escenario. Y lo primero que hizo, juiciosamente, fue amnistiar a los golpistas.
Hugo Chávez recobró la libertad en marzo de 1994. En diciembre de 1998, al frente del Movimiento Quinta República, presentado ya como bolivariano, ganó la elección presidencial, y así hasta hoy.
El fracaso de la vieja política y el fin por consunción del sistema del turno (socialdemócratas o cristianodemócratas, alternándose) dejó expedito el camino para quien quisiera llenarlo y Chávez lo entendió muy bien y se lanzó no meramente a conquistar la presidencia, sino a refundar el Estado.
A esa larga epopeya legal, que no cabe aquí en su dimensión jurídica y constitucional, dedicó Hugo Chávez todas sus energías con éxito.