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Ucrania podría perder mucho más que Crimea

INTERNACIONAL

Si los disturbios de Donetsk y Járkov degeneran en ocupaciones de edicifios públicos y formación de milicias, el riesgo de guerra civil y división del país serían una posibilidad real

02 mar 2014 . Actualizado a las 18:16 h.

En las relaciones internacionales, la política de los hechos consumados es de las que mejor funcionan. Esto es, siempre que uno tenga la fuerza suficiente para imponerla, tanto fuerza militar como diplomática. La primera, Rusia, al menos en esta parte del mundo, la tiene. El riesgo estaba en la jugada diplomática. Pero la ocupación de Crimea ha sido, en este sentido, de una ilegalidad calculada. Primero hubo una especie de «carrera de prueba» con tropas sin insignias para comprobar la reacción internacional. Y ahora que ya está claro que ni Ucrania ni la comunidad internacional están en condiciones de hacer nada, la ocupación puede hacerse de forma abierta. Las declaraciones del nuevo ministro de Defensa ucraniano de que su Ejército «no caerá en provocaciones» deben traducirse por «no tiene los medios para impedirlo». La de Barack Obama de que sigue la situación con «preocupación», lo mismo. Y uno puede estar seguro de que cuando Obama se queda sin palabras es que realmente no hay nada que decir.

Ucrania, pues, puede seguramente despedirse de Crimea. Su flota, que abandonaba ayer juiciosamente la rada de Sebastopol para evitar un enfrentamiento con sus homólogos rusos, era más una metáfora que una maniobra militar.

De hecho, el nuevo Gobierno de Ucrania tiene ya asuntos más importantes que atender. Ayer aún no estaba clara la gravedad de los disturbios en Donetsk y Járkov, pero si estos degeneran en ocupaciones de edificios públicos y formación de milicias, el riesgo de guerra civil y división del país serían una posibilidad real. Ante esta eventualidad, el nuevo poder de Kiev está particularmente mal equipado, en varios sentidos. Su legitimidad procede también de una revuelta armada y tiene su parte de responsabilidad en la situación que se ha creado, al tomar decisiones irresponsables como la fulminante supresión del ruso como segunda lengua en las regiones donde ese idioma es mayoritario. Ayer la UE, que tanto se ha equivocado en esta crisis, intentaba que Kiev retirase esa incendiaria legislación antirrusa, pero el nuevo Gobierno que se ha formado en Kiev es profundamente nacionalista, con elementos de la extrema derecha. Si ha llegado al poder es precisamente para imponer la identidad ucraniana a todo el país.

Y este es realmente el problema de fondo: Ucrania, con sus fronteras de la semana pasada, tan solo puede existir como Estado binacional en el que ninguna parte se sojuzga a la otra. Era previsible que el asalto al poder por parte de «una Ucrania» frente a «la otra», por muy criticable que fuese el Gobierno de Víktor Yanukóvich, conduciría a una situación más grave que la que se pretendía remediar. Quizás todavía quepa la negociación y no sea demasiado tarde para Ucrania, pero para la próxima vez la UE tiene que explicar mejor en qué consiste el europeísmo.