el mundo entre líneas
Aunque el discurso en torno a Crimea sigue expresándose por medio de una retórica más o menos agresiva, bajo la superficie empiezan a insinuarse movimientos sutiles que apuntarían a un intento de arreglo. El viernes, en el diario The Guardian, el viceprimer ministro británico Nick Clegg lanzaba un globo sonda. «En Crimea la huella rusa es muy profunda», dijo, e invitó a Rusia a una «discusión civilizada» sobre el asunto. Parece el reconocimiento implícito de algo que muchos expertos dan ya por hecho: el carácter difícilmente reversible de la ocupación de la península.
Según una tesis «realista» que circula estos días por la prensa lo mejor sería negociar un estatus especial para Crimea que evitase su anexión formal a Rusia, al menos por un tiempo. Aunque en la práctica la región acabaría bajo el control de Moscú, el resto de Ucrania se beneficiaría de una generosa ayuda económica y quedaría libre para incorporarse al bloque occidental. De este modo se salvaría el principio de la legalidad internacional, aunque fuese solo en apariencia y mediante un ejercicio de miopía voluntaria. Se entiende que es una solución que pueda tentar a la UE, paralizada por los intereses contradictorios de los países miembros, pero para Washington sería inaceptable.
Rusia, en cambio, sí podría estar dispuesta a negociar, en su caso para recoger beneficios. De una manera muy discreta abrió ayer un canal de nivel medio con Kiev, algo a lo que hasta ahora se había negado rotundamente. El plan inicial de Rusia era forzar una federalización de Ucrania que limitase en la práctica el poder de Kiev para ingresar en la OTAN, pero es evidente que la inestabilidad que Putin pretendía alentar en el este y el sur de Ucrania no termina de despegar. Aunque cualquier chispa podría iniciar una espiral catastrófica, cada día que pasa esto se hace más improbable. El gobierno de Kiev está saliendo de su aturdimiento y se va haciendo con el control del país, lo que lo convierte en un gobierno legal de facto, diga lo que diga Moscú. Las trincheras que los soldados rusos han estado cavando en el istmo que separa Crimea del resto de Ucrania son tanto un preparativo militar como una declaración política: Crimea es todo lo que Rusia espera sacar ya de esta crisis. Ayer añadieron campos de minas. Otra metáfora.