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El «annus horribilis» de Maduro

Pedro García Otero CARACAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Santi Donaire

Está asediado por las protestas, la inflación y gran parte del chavismo

14 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando en su última aparición pública, el 8 de diciembre del 2012, Hugo Chávez solicitó a los venezolanos que lo acababan de reelegir para un tercer mandato, tres meses antes, que, ante su casi seguro fallecimiento, votaran por Nicolás Maduro, no fueron pocos los que percibieron que esa declaración asustó al elegido. Dieciséis meses después, y cuando se cumple el primer año de la elección de Maduro como presidente, en unos controvertidos comicios que ganó por un margen inferior a 200.000 votos, está claro que tenía razones para sentir miedo.

Heredó una economía hecha trizas, por la cual no puede culpar más que a Chávez, quien había gobernado 14 años ininterrumpidos hasta su muerte. Las calles arden en protestas estudiantiles. Y el chavismo, aunque en público hace alardes de unidad, en privado es un nido de alacranes en el que el hombre fuerte, Diosdado Cabello, disputa el liderazgo a Maduro, al que, además, los venezolanos perciben como un líder débil, luego de casi tres lustros de «huracán Chávez», como a él mismo le gustaba que lo llamaran.

«O esto cambia o revienta», le advirtió el dirigente opositor Henrique Capriles el jueves a Maduro en el inicio del diálogo entre el Gobierno y la oposición para reducir la conflictividad. «Sabes que has logrado estar ahí [como presidente] por el control que tienen [los chavistas] sobre las instituciones», le espetó a un presidente obligado a escucharlo por las circunstancias. «La crisis no es porque te quieren tumbar [?] el secuestro de los poderes de este país es el que ha llevado a esta crisis política», le dijo.

El presidente insiste en que las manifestaciones son una conspiración contra él, y la dura represión ejercida contra ellas durante dos meses (trátese de barricadas o de protestas pacíficas de universitarios) ha dejado ya 41 fallecidos, más de 600 heridos y más de 2.500 detenidos, de los cuales unos 250 permanecen detenidos, incluyendo el dirigente Leopoldo López, acusado de instigar las protestas y de asociación para delinquir.

Falta de oportunidades

Juan Requesens y Gabriela Arellano, cabezas visibles del movimiento universitario, indican que las razones para protestar son la falta de oportunidades que tienen los jóvenes, así como la inseguridad que padecen ellos. El 90 % de los aproximadamente 20.000 asesinados cada año en Venezuela -el segundo país más violento del mundo, de acuerdo con un informe de la ONU publicado esta semana- son menores de 25 años.

Además, el país sufre una inflación que alcanzó el 60 % durante el último año -casi el 80 % en los alimentos-; un desabastecimiento del 31 % y un empobrecimiento tal que el billete de más cantidad apenas alcanza para comprar un cartón de huevos de 30 unidades o una lata de bonito de 350 gramos. La cesta de la compra, según cifras oficiales, requiere de tres salarios mínimos. Todo esto, a pesar de que el petróleo lleva diez años por encima de los 100 dólares por barril. El modelo socialista de Chávez parece vivir sus últimos días.

Apoyo en caída libre

El panorama económico y la conflictividad social han hecho que las encuestas comiencen a mostrar un deterioro sostenido del chavismo. Según un sondeo hecho en marzo por el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), el 70 % de los encuestados manifestaron estar en desacuerdo con la gestión de Maduro. Las protestas cuentan con un 80 % de apoyo, el 55 % considera que viven en una dictadura y el 48 % están de acuerdo con que una Asamblea Nacional Constituyente o una renuncia del presidente cambien el statu quo.

Y mientras la oposición, que ya es clara mayoría en el país, según los sondeos, apuesta a la fórmula de «diálogo y protesta», el Gobierno parece hacerlo a la fórmula «diálogo y represión». Los gases lacrimógenos y perdigonazos, así como las agresiones de los llamados colectivos (grupos paramilitares afines al chavismo) se han mantenido pese al inicio del diálogo nacional del jueves. «Nadie quiere un golpe de Estado, pero un país dividido es insostenible», señaló Capriles en su intervención ante Maduro. Las encuestas lo confirman: el 80 % quieren un Gobierno de unidad nacional, y un histórico aliado del chavismo, el mismo expresidente brasileño Lula da Silva, se lo sugirió a Maduro esta semana.

Falta ver si el presidente acepta la recomendación o toma el camino de la confrontación, lo que obligaría a «hablar sobre una montaña de cadáveres», como señaló, también en el inicio del diálogo nacional, el exchavista Henri Falcón, gobernador del estado de Lara, en el centro de Venezuela.