La extraña y oscura historia del sargento Bowe Bergdahl

Victoria Toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Víctima o traidor, la liberación del soldado cautivo de los talibanes se ha convertido en un problema para Obama

08 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La historia del sargento Bowe Bergdahl tiene todos los elementos para ser un buen guion de cine. Aunque antes habrá que aclarar los muchos puntos oscuros que tiene su historia. No es, sin duda, una de esas crónicas del gusto de Hollywood en el que se distingue a los buenos de los malos. Por lo pronto se ha convertido en un culebrón político-mediático que salpica a Obama.

Bowe Bergdahl se parece poco a la imagen que la mayoría de los estadounidenses tienen de sus soldados. Nació hace 28 años en Idaho y fue educado en casa, junto a su hermana mayor, por su madre. Una vez concluida la enseñanza media, estudió artes marciales y esgrima antes de dedicarse al ballet clásico. Al contrario que la inmensa mayoría de los adolescentes estadounidenses, nunca tuvo coche, solo bicicleta. Y entre el 2007 y el 2008, justo antes de enrolarse en el Ejército, se retiró durante unos meses a un monasterio budista en la India.

Sus primeros compañeros del Ejército recuerdan que era un tipo tranquilo y que durante la instrucción prefería quedarse estudiando los mapas de Afganistán que celebrar el Día de Acción de Gracias. En el 2009 el batallón al que pertenecía Bowe Bergdahl fue enviado a combatir en Afganistán. Las cartas y correos electrónicos que el joven envió a sus padres al poco tiempo de llegar demuestran que ni se adaptó a la vida militar ni entendía aquella guerra. En sus correos se «avergüenza» de ser estadounidense y critica la «arrogancia» del Ejército en el país asiático.

Según el primer informe que ha encargado el Pentágono, ya había abandonado una vez su puesto cuando estaba todavía en la base de California y volvería a hacerlo, al menos una vez, en su etapa en Afganistán.

La noche de la captura

La noche del 30 de junio del 2009, el militar tenía una guardia que, al parecer, finalizó. Lo que se desconoce es lo que hizo después. Unos días más tarde, los talibanes anunciaron que habían capturado a un soldado estadounidense, era Bowe Bergdahl.

El Ejército de EE.UU. no dio ninguna información sobre el secuestro más allá de que el militar, entonces soldado de primera, había sido dado por desaparecido el 1 de julio. Los talibanes, sin embargo, hicieron público que lo habían capturado mientras estaba borracho fuera de su unidad.

Tras su canje en mayo por cinco talibanes presos en Guantánamo, los compañeros de Bergdahl y las familias de seis militares presuntamente fallecidos durante su búsqueda lo acusaron de ser un traidor y un desertor. Según la investigación del Pentágono, abandonó su puesto voluntariamente antes de caer en manos de los talibanes. Algunos compañeros aseguran que el soldado dejó una nota en la que explicaba que quería irse a la India. Otros señalan que envió su ordenador y todas sus pertenencias a casa de sus padres en Haley.

Dos huidas fallidas

El hecho es que esa noche fue capturado por los talibanes y que permaneció cinco años en sus manos, tiempo en que fue ascendido a sargento. Consiguió escapar en dos ocasiones, pero fue localizado a los pocos días. Parece que los islamistas lo tenían encerrado en una jaula. Pero otras informaciones dicen que podría haber colaborado con ellos y que se convirtió al islam. Muchos ven en su historia demasiadas semejanzas con el protagonista de la popular serie Homeland, el sargento Nicholas Brody, que se convierte al islam y se une a Al Qaida. Tampoco ayuda el aspecto y las ideas del padre de Bowe: la prominente barba que se dejó crecer desde el cautiverio de su hijo y su deseo de entender a los extremistas -incluso aprendió la lengua pastún- y de acercarse con todo aquel próximo a los captores. «Bism allah alrahman alraheem, Soy tu padre, Bob», proclamó en la rueda de prensa con Obama para anunciar su liberación. Este devoto presbiteriano justificó la frase, que abre cada capítulo del Corán, después de saber que a su hijo se le había olvidado el inglés. Nadie sabe aún qué hay de cierto en la historia del sargento. Solo Bowe, que sigue en Alemania en manos de médicos y psicólogos que intentan recomponer su cuerpo y su mente para que pueda volver a su país. A dar explicaciones.