Las Abuelas reivindican a la que salvó a su nieto de los militares en 1976
11 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Para hablar de las Abuelas de Plaza de Mayo no puede dejar de contarse la historia de una gallega, una mujer luchadora que pagó con la cárcel, aunque sus captores, los dictadores militares argentinos, nunca lograron doblarle el pulso cuando intentaba salvar primero a su hijo y a su nieto después.
Carmen Cornes Piñeiro nació en Sisan, Cambados, el 3 de junio de 1911. Tenía 16 años cuando emigró a Argentina. A mediados de los 40 conoció a Jorge Mario Castiglioni, con el que contrajo matrimonio en enero de 1949, el matrimonio se fue a vivir al barrio de Barracas, al sur de Buenos Aires, y el 31 de agosto nació su único hijo, Miguel Ángel, en el Centro Gallego, hospital de todos los inmigrantes.
Admirador en su juventud de Che Guevara y militante de organizaciones de izquierda, Miguel Ángel fue detenido en distintas épocas y por distingos gobiernos militares. Se exilió en Perú, pero regresó a Argentina y formó pareja con Susana Gómez, con la que tuvo un hijo, Nicolás. Tras su última detención, Miguel Ángel fue torturado y asesinado en el centro de Campo de Mayo.
Su madre ya había formado parte en Buenos Aires de movimientos republicanos contra la dictadura franquista, pero pronto se sumó a las organizaciones que pedían la liberación de los presos políticos en Argentina y a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El 29 de enero de 1976 la policía entró en la casa de Carmen Cornes, y la secuestró, a ella y a su nuera Susana. En medio del asalto, las dos mujeres consiguieron que una vecina se hiciera cargo del pequeño Nicolás, de 1 año y cuatro meses de edad, y que lo llevara a la provincia de Córdoba con su abuela materna. La insistencia de Carmen salvó a Nicolás de pasar a integrar la lista de nietos desaparecidos y cuando recuperó la libertad pudo recuperar a su nieto.
Hoy Carmen todavía es una mujer recordada por sus compañeras de lucha. La Gallega, como la llamaban, fue y es un símbolo que ha vuelto a circular estos días en los que las Abuelas de Plaza de Mayo celebran la recuperación de su nieto 114. Ocurrió el 5 agosto, cuando fue identificado Ignacio Hurban, el nieto de Estela Barnes de Carlotto, una de las fundadoras y presidenta de las Abuelas.
En plena dictadura, el 15 de mayo de 1977, María Eugenia Casinelli, consuegra del poeta Juan Gelman, escribió una carta junto a otras once abuelas a un tribunal de la localidad de Morón, a unos 20 kilómetros al oeste de Buenos Aires, en la que hacían constar la existencia de bebés desaparecidos y solicitaban que se suspendiesen todas las adopciones.
Un párrafo de aquella misiva, considerado hoy el acta fundacional de Abuelas de Plaza de Mayo, resume el horror: «(?) Bebés de nuestros hijos desaparecidos o muertos en estos últimos dos años. Algunas de estas criaturas han nacido de sus madres en cautiverio. Otra fue sacada de su hogar, que fue destruido. Hasta ahora todos nuestros esfuerzos han sido vanos. Las criaturas no han sido reintegradas a sus hogares, a sus familias. No sabemos ya qué hacer». Un año después, las abuelas recuperaban al primer nieto robado por los militares, Emiliano Damián Ginés Scotto.
El 4 de junio del 2014, Estela de Carlotto declaró como testigo por el asesinato de su hija Laura, en el marco de una causa por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención La Cacha, en la ciudad de La Plata. Antes de ser asesinada, Laura Carlotto parió un bebé al que llamó Guido, como su padre. Estela de Carlotto no podía imaginar que 63 días después encontraría a aquel niño, hoy con 36 años y llamado Ignacio, con el que posó feliz para medios de todo el mundo.
Ellas buscaron, buscan y buscarán botines de guerra, porque eso eran los hijos de sus hijos, para los genocidas.
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Carmen Cornes fue y es un símbolo de lucha que estos días ha vuelto a circular