En su momento convenció al Gobierno de que sus prácticas salvaban vidas porque proporcionaban información clave sobre las operaciones de Al Qaida
09 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.Que la CIA tenía cárceles secretas y que tras el 11-S torturó sin piedad a los detenidos en busca de información que pocas veces llega sin el uso de la fuerza es vox populi. Algo más debe de haber, por tanto, en el informe sobre los procedimientos de la agencia durante la era Bush que Dianne Feinstein, presidenta del Comité de Inteligencia del Senado y responsable del informe planea dar a conocer hoy como para que el Gobierno de EE.UU. haya puesto en alerta a miles de marines de todo el mundo en previsión de la violencia que pueda desatar.
Investigar las prácticas de la CIA durante ese capítulo negro de la historia de EE.UU. ha llevado seis años y ocupa 6.000 páginas. Desde abril, Feinstein intenta dar a conocer un resumen de 480 páginas, pero nunca es el momento. Pero si se posterga, quedará en manos del próximo Congreso de mayoría republicana, que previsiblemente lo enterrará.
En su momento la CIA convenció al Gobierno de que sus prácticas salvaban vidas porque proporcionaban información clave sobre las operaciones de Al Qaida, pero el Senado investigó 20 de los casos que se alegaban y concluyó que no era cierto. Según esto, la información podía haberse obtenido por otras vías.
Una de las partes más polémicas es la que apunta a que la tortura de tres detenidos con «interrogatorios mejorados», como lo denominaba eufemísticamente el Gobierno de Bush, llevó a la localización de Osama Bin Laden en Pakistán.