Los refugiados, al campo de concentración

Úrsula Moreno BERLÍN

INTERNACIONAL

Polémica por la idea de alojar en Buchenwald a 25 peticionarios de asilo

19 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Se puede uno sentir cómodo en un antiguo campo de trabajo con un abultado historial nazi? Las autoridades de la ciudad de Schwerte así lo creen y abogan por una solución pragmática para alojar al creciente número de refugiados que llegan a su región. Si desde que terminó la guerra algunos barracones sirvieron como guardería, albergue para inválidos de guerra y estudio para artistas, ¿por qué no ahora para refugiados?, dicen desde esta ciudad de Renania del Norte-Westfalia, y señalan que se trata de barracones que jamás alojaron a personal de las SS.

Estamos hablando de uno de los campos de concentración más grandes de Alemania, donde no había cámaras de gas, pero que sirvió de campo de trabajos forzados entre 1937 y 1945 para más de 200.000 personas, entre ellos el español Jorge Semprún. No es de extrañar pues que la idea de alojar a 25 peticionarios de asilo en un lugar con semejante historia haya levantado polémica en Alemania.

También hay que precisar que los barracones en cuestión no están en el campo de Buchenwald, cerca de la ciudad germano-oriental de Weimar, sino a más de 300 kilómetros, en la ciudad de Schwerte, en el oeste, donde se instaló en 1944 uno de los muchos anexos, que en la última fase de la guerra sirvió para la producción de material bélico o estratégico, en este caso, de locomotoras. La pregunta pues sería: ¿Es legítimo alojar a personas en un espacio que los nazis utilizaron como campo de trabajo? Las asociaciones de refugiados calificaban la decisión de «insólita y preocupante».

Esta semana Hannelore Kraft, la primera ministra del land más poblado de Alemania, y que acoge al mayor número de refugiados, pedía que se valoraran otras posibilidades.

El alcalde de Schwerte, democristiano para más señas, ha pasado a la ofensiva con una conferencia de prensa en donde dejaba claro que «70 años después de la Segunda Guerra Mundial no todos los edificios pueden ser un tabú». Heinrich Böckelühr precisaba además que los barracones habían sido construidos en los años cincuenta, después de la guerra.

Ante el reto de alojar a un número cada vez más elevado de refugiados, no querían recurrir a casetas prefabricadas o tiendas de campaña, además de optar por «descentralizar» a los inmigrantes para así facilitar su integración. «Somos un municipio muy endeudado y, pese a ello, queremos ofrecerles a estas personas un entorno digno», explicaban desde Schwerte a los medios de comunicación.

El 15 de enero de 1945, hace ahora 70 años, se clausuró este anexo de Buchenwald, donde hasta 700 presos, polacos, soviéticos y franceses, fueron obligados a adaptar locomotoras a las necesidades del III Reich. Considerado patrimonio histórico desde 1985, algunos barracones se mantuvieron en su estado original, otros fueron alquilados a terceros, y algunos sirvieron de estudio para artistas. En 1990 recibió el título de lugar conmemorativo. Algunos historiadores ensalzaban estos días el trabajo histórico realizado en Schwerte. Cada 8 de mayo, el día de la rendición, invitan a supervivientes a un acto de conmemoración.

No obstante, después de los escándalos de maltrato de refugiados que salieron a la luz el pasado año en esta región de Alemania y en medio de la polarización que vive el país entre seguidores y detractores de Pegida, los manifestantes que saldrán hoy nuevamente en Dresde a protestar contra la política de asilo del Gobierno germano, el responsable de Integración de Renania del Norte-Westfalia apuntaba que no se pueden permitir mala prensa. Por mucho que la ciudad de Schwerte rebata, no sin razón, que este campo de trabajo sea mucho mejor y ofrezca más privacidad que un pabellón deportivo saturado.