Raqqa, el bastión sirio utilizado por el Estado Islámico como laboratorio del terror

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Reuters

Francia ha bombardeado la considerada como capital del califato,  una «ciudad modelo» donde los yihadistas imponen su extremista interpretación del islam

16 nov 2015 . Actualizado a las 13:30 h.

Francia había prometido que respondería con contundencia a los atentados de París, que ya dejan 132 muertos y más de 350 heridos, una reacción que se produjo el domingo por la noche cuando sus aviones de guerra lanzaron la operación de mayor envergadura acometida desde que el pasado septiembre el país se unió a los bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos sobre territorio sirio. El ataque masivo de los cazas franceses se centró en la localidad en Raqqa, concretamente, en dos campamentos de entrenamiento y en un depósito de armas del Estado Islámico (EI).

Con esta respuesta Francia ha querido dañar el principal bastión sirio de la milicia terrorista, la considerada como «capital» del califato, un enclave utilizado como base para proyectar sus ofensivas y una «ciudad modelo» donde imponer su terror.

Posición estratégica

Raqqa, situada en el norte del país, fue, de hecho, la primera ciudad siria que en el 2013 cayó bajo el control de un grupo de rebeldes sunitas ligados a Al Qaida, un Estado Islámico aún inicial que, a pesar de nuevas conquistas, aún sigue considerando a este enclave, el que más tiempo ha estado bajo su yugo, como centro de operaciones. En enero del 2014 el Daesh logró expulsar del enclave a otras facciones islamistas con las que supuestamente mantenían una alianza. Unos meses después, y ya proclamado el califato, Raqqa pasó a ser considerada «de facto» como capital del Estado Islámico.

Raqqa, con una buena posición estratégica, fue utilizada desde el primer momento como epicentro del proyecto de estado que pretende crear el Daesh, así como un laboratorio del terror. Es allí donde el Estado Islámico, con constantes violaciones de los derechos humanos, impone un estricto y violento régimen basado en su extremista interpretación del islam, lo que incluye ejecuciones públicas, la prohibición del alcohol y el tabaco o el establecimiento de un severo código de vestimenta para las mujeres, que están obligadas a llevar burka. Las condenas y castigos son públicos e incluyen ejecuciones sumarias, amputaciones y flagelaciones. En un lugar ya conocido como «rotonda del infierno», los yihadistas exhiben durante días las cabezas decapitadas o los cuerpos crucificados de los disidentes, en una demostración de su «principio de intimidación».

Desde este año, el Estado Islámico ha introducido, además, nuevas normas, entre las que se incluyen la prohibición de escuchar música y llevar pantalones ajustados. Bajo esta normativa, los hombres que lleven vaqueros ajustados serán encarcelados diez días, durante los cuales recibirán un «curso islámico». Afeitarse la barba también puede conllevar una pena de hasta 100 dólares.

En Raqqa, gobernada como algo parecido a un Estado, el Daesh se hace cargo de la policía, la justicia, los distintos negocios (que cierran a la hora de la oración), los servicios o la educación, adonde el Estado Islámico ha extendido su control. El programa escolar ha prohibido materias como las clases de historia o cualquier referencia a Siria. Las matemáticas, el inglés o el Corán han pasado a ser casi las únicas asignaturas.

A pesar de la aparente normalidad vendida por los yihadistas en distintos vídeos publicados en Internet, la vida en Raqqa dista mucho de discurrer por los cauces habituales. En el enclave, de donde ya han huido un cuarto del millón de sirios que vivían en él, todo el mundo permanece vigilado bajo una estricta ley del silencio. Los periodistas tienen vetado su acceso. «La libertad de expresión se ha convertido en un delito», proclaman ciudadanos y grupos como Raqqa is Being Slaughtered Silently (Raqqa es masacrada en silencio), una de las pocas asociaciones que arriesgan su vida para documentar lo que sucede en Raqqa desde dentro.

Nada ni nadie escapa al estricto guion impuesto por los yihadistas que patrullan las calles de Raqqa imponiendo su dictadura y terror. El Estado Islámico ha cambiado las reglas del juego, con nuevos diplomas expedidos a los profesionales liberales (que deberán pasar un test sobre la ley islámica para poder ejercer), y con nuevos pasaportes con el sello del califato.

Las comunicaciones están controladas, también por Internet, un férreo seguimiento que busca impedir que los ciudadanos se comuniquen con el extranjero.

Bombardeos sobre Raqqa

Raqqa, debido a su capital importancia para el Estado Islámico, ha sido considerada desde el principio como uno de los principales objetivos para la coalición internacional, liderada por Estados Unidos, que, de forma conjunta con la fuerza aérea siria, la bombardean de forma continua. El primer ataque aéreo sobre Raqqa se produjo en septiembre del 2014, cuando la coalición lanzó varios bombardeos contra el cuartel general de los yihadistas. En ese primer asalto murieron más de 20 miembros del Estado Islámico.