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Demócratas y republicanos se la juegan el 1 de marzo al votar 14 estados
28 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Si hay algo que define irremisiblemente a un perdedor en Estados Unidos es no ganar su propio Estado. La historia está llena de candidatos presidenciales cuyo nombre ha pasado al cementerio de los políticos fracasados. Desde Mitt Romney, que perdió entre sus hermanos mormones de Utah, hasta George McGovern, incapaz de apuntarse la victoria en su Dakota del Sur. El propio Al Gore no habría tenido que ponerse en manos del Tribunal Supremo si hubiera ganado Tennessee. Por eso Ted Cruz sabe que si el martes no vence a Donald Trump en su estado de Texas, el Supermartes se convertirá en su Álamo personal. Así de alto está el listón para los candidatos presidenciales que aspiran a representar a su partido en las generales de noviembre. Hasta que lleguen, ese día es el más importante de la campaña electoral. Iowa repartió 26 delegados entre los republicanos. New Hampshire, 20. Carolina del Sur, 50. El Supermartes, 595. O sea, casi la mitad de los 1.236 que cualquiera de los cinco contendientes que quedan en pie necesitará para ganar la nominación del partido conservador.
Solo tres, sin embargo, tienen posibilidades reales de coronarse: Donald Trump, el líder; Ted Cruz, el ganador de Iowa, y Marco Rubio, que todavía no ha ganado ni un solo Estado pero sigue presentándose como la única alternativa al extremismo de sus dos rivales. Rubio es, por defecto, la opción preferida del establishment político. El último hombre en pie, después de que los votantes tumbaran a una larga ristra de favoritos como Jeb Bush, Chris Christie, Lindsey Graham, Scott Walker y así hasta los 17 que empezaron la carrera, sin que muchos lograran llegar siquiera a la línea de partida.
El senador de Florida tendrá su propio Álamo el día 15, lo que le da margen para demostrar este martes que puede ser la alternativa a la que aspira. De momento cuenta con el apoyo formal de 57 legisladores, más que todos sus rivales juntos. Nate Silver, el estadista que en el 2008 y el 2012 se convirtió en el hombre del año por la infalibilidad de sus pronósticos electorales, cree que los apoyos oficiales son el factor más fiable para predecir al nominado del partido, por lo que lleva minuciosamente la cuenta en su web www.fivethirtyeight.com. Ahí atribuye distinta puntuación a cada apoyo según sean diputados, senadores o gobernadores, siendo estos últimos los que más puntos valen. En su tabla de valores, Rubio tiene 150 puntos; Cruz, 34 y Trump 2, recién adquiridos. Si la diferencia parece abismal en el lado republicano, para qué hablar del demócrata: Hillary Clinton tiene 473 puntos en su tabla, frente a los 3 de Bernie Sanders.
Clinton y Sanders explotan sus caladeros
Los dos aspirantes demócratas también se juegan la partida más importante, pero mientras Hillary Clinton aspira a reafirmar su liderazgo en al menos media docena de territorios sureños donde aún se la conoce como la ex primera dama de Arkansas, Bernie Sanders espera mantenerse en pie y dar alguna sorpresa. El senador independiente no tendrá problemas para ganar Vermont, al que representa, y puede que le haga sombra en el cercano Massachusetts, donde si alguien es realeza, a falta de los Kennedy, es un Clinton. Cree que también puede alzarse con dos estados progresistas como Colorado, segundo en legalizar la marihuana para uso recreativo, y Minnesota, donde el formato de caucus le es más favorable.
Y de todos los sureños que puede perder, es en Oklahoma donde piensa dar la batalla. Una tierra tan ajena que el miércoles aprovechó su visita para hacer turismo y cenar con su esposa y rendir sus respetos al pionero de la música folk comprometida, Woody Guthrie. «Sus canciones hablaban de la realidad de la clase trabajadora y es increíble cómo su música aún vive en este país y en el resto del mundo», dijo después ante 7.000 jóvenes que probablemente nunca habían oído hablar del autor de This Land is Your Land. Seguro que más de uno atribuía la canción a Springsteen.
Muchos de los que lo escuchaban no podrán votar porque aún son menores de edad, pero la cola para entrar al recinto se alargaba durante más de un kilómetro y medio, según el diario Tulsa World. Nadie interrumpió su discurso con pancartas como el mes pasado. El multimillonario detesta profundamente a los que protestan en sus mítines y esta semana descargó toda su furia en Las Vegas mientras la seguridad se llevaba a uno de ellos. «Me dan ganas de meterle un puñetazo en la cara», espetó. «¿Sabéis lo que odio? Que este tipo que nos interrumpe se vaya de rositas, me revuelve el estómago. Me encantan los viejos tiempos, ¿sabéis lo que les hacían a tipos como él cuando venían a un lugar como este? Se los llevaban en camilla».
Los afroamericanos
Sanders también lanza puñetazos al aire, pero van contra empresas como Wal-Mart, que emplea a uno de cada 114 habitantes de Oklahoma con sueldos de miseria que los obligan a vivir de la beneficencia y acaban mermando las arcas del Estado. Si ese mensaje encuentra más eco en Oklahoma y Minnesota que en Arkansas o Tennessee es porque la población afroamericana de estos dos últimos dobla y triplica la de los primeros.
Sanders no logra hacer mella en el apoyo que recibe Clinton de los afroamericanos, tras erigirse astutamente en la sucesora del primer presidente negro de la historia. La ex secretaria de Estado de Obama puede haber disipado el pánico que cundió en su campaña tras la aplastante derrota de New Hampshire, pero no se ha librado del socialista que la orilla hacia la izquierda. Sanders no piensa tirar la toalla, ni antes ni después del Supermartes, y promete que «cuando los demócratas se reúnan en julio en (la convención de) Filadelfia vamos a ver el resultado de una de las más grandes sorpresas en la historia política de Estados Unidos».