El primer ministro garantiza a los británicos y comunitarios que «no habrá cambios» de momento
24 jun 2016 . Actualizado a las 10:55 h.El primer ministro británico, David Cameron, ha anunciado su dimisión como consecuencia de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, si bien su renuncia no será inmediata, ya que se mantendrá en el cargo «en los próximos tres meses», hasta que su sucesor sea elegido en el congreso que su formación, el Partido Conservador, celebrará en octubre.
En una declaración institucional en Downing Street, Cameron ha concluido que, tras la derrota sufrida en un plebiscito que había supuesto una apuesta personal, «el país necesita un nuevo liderazgo». «No es una decisión que haya tomado a la ligera», ha declarado, pero tras la «muy clara decisión» del electorado, no se considera «el capitán para pilotar este barco a su próximo destino», en dirección de salida del bloque comunitario.
Además, el primer ministro ha aclarado que no se encargará de aplicar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, el que rige sobre la salida de un Estado miembro, una tarea que le habían solicitado ya los partidarios del Brexit y que depositará en manos de quien le tome el relevo tras seis años al frente del Gobierno, los primeros cinco en coalición. «Lo correcto es que éste nuevo primer ministro decida cuándo aplicar el artículo 50», ha señalado.
Aunque no ha visto «necesidad de establecer un calendario», el mandatario británico ha calculado que su sucesor debería ser elegido a tiempo para el congreso que los conservadores celebran el próximo mes de octubre. «Continuaré en los próximos tres meses», ha especificado Cameron, quien ha avanzado también que el Gobierno se reunirá el lunes para evaluar la situación.
Al respecto, ha informado también de que había trasladado ya sus planes a la reina Isabel II y que la próxima semana asistirá al Consejo Europeo para «explicar la decisión de los británicos» en el referéndum del jueves. «Y la mía propia», ha añadido.
Garantías de estabilidad
Mientras continúe en el cargo, ha garantizado que el Gobierno «seguirá adoptando la importante legislación que tiene entre manos» y ha prometido «asegurar que la economía británica continúa fuerte». No en vano, pese a la derrota, ha puesto en valor la contribución que para esta nueva era puede aportar el bando que había apoyado la permanencia. «Los que hemos perdido debemos ayudar a que funcione», ha dicho.
«Somos un país especial, una gran nación y aunque no somos perfectos, podemos ser un modelo para una sociedad multirracial y religiosa», ha reivindicado en un discurso en el que se mostrado convencido de que la posibilidad de «encontrar una manera» de acomodar el nuevo estatus de Reino Unido en un bloque que ha decidido abandonar.
Así, ante las incertidumbres aparejadas a un proceso sin precedentes, Cameron ha transmitido un mensaje a los 1,2 millones de británicos residentes en otros países de la UE y a los cerca de tres millones de ciudadanos comunitarios afincados en las islas. «No habrá cambios inmediatos en vuestras circunstancias», como tampoco «en la manera en que la gente viaja, en cómo se mueven los bienes» y el capital, ha subrayado.
Con todo, ha recalcado que una vez «la gente ha votado, su voluntad ha de ser respetada». «Es una instrucción que debe aplicarse, no se debe tomar a la ligera y no puede haber dudas sobre los resultados», ha subrayado tras lo que ha calificado como «un gigante ejercicio democrático, quizás el mayor de nuestra historia», ha explicado.
Por ello, pese a la derrota, ha considerado que el país en su conjunto «debería estar orgulloso de confiar en la gente con sus decisiones». «Hay momentos en que es lo adecuado preguntar a la gente», ha declarado, en respuesta a las críticas que ha recibido durante la campaña por las motivaciones de un referéndum considerado de corte partidista.
Asimismo, ha garantizado que la negociación con Bruselas «debe implicar a todas las partes de Reino Unido», después de que, frente al rechazo que la UE ha recabado en Inglaterra y Gales, tanto Escocia como Irlanda del Norte hayan votado mayoritariamente a favor de la continuidad.
Este desenlace podría generar una crisis constitucional, según han avanzado ya desde Edimburgo, donde han agitado la posibilidad de una segunda consulta de independencia, un posicionamiento ante el que Cameron ha sido categórico: «Siempre he creído que tenemos que afrontar las decisiones difíciles, no ignorarlas».
Consecuentemente, Cameron se ha mostrado «honrado de haber servido a este país», en una intervención en la que ha estado acompañado de su esposa Samantha y en la que, hacia el final, ha luchado para contener la emoción. «Amo este país», ha declarado tras una dimisión que se produce tras haber «luchado» en una campaña en la que dijo no haberse «guardado nada».
«Luché sólo como sé: diciendo directamente lo que siento y pienso, con la cabeza, el corazón y el alma y siempre fui claro sobre mi creencia de que Reino Unido sería más fuerte, más seguro y estaría mejor en la UE», ha defendido tras una salida sobre la que no tiene que mirar muy lejos para hallar responsabilidades.
Más que por un clamor popular, el catalizador del referéndum había sido la olla a presión que la porfía comunitaria había generado en su propio partido y que ha acabado provocando la salida de la segunda economía de la Unión Europea. Tras años de enfrentamientos, Cameron acabó cediendo en 2013 con la promesa de un plebiscito que incluyó en el programa electoral para las generales de 2015.
Lejos de rebajar la temperatura interna, las disensiones generadas en sus propias filas han dividido notablemente a unos conservadores que, ahora deben elegir a un nuevo líder a tiempo para el congreso conservador de octubre. Entre los candidatos están los antagonistas que representaron a ambos bandos de la campaña.
Así, mientras el exalcalde de Londres Boris Johnson ha aprovechado su presencia en el frente pro-Brexit para impulsar su popularidad al norte de Inglaterra, bastión del euroescepticismo, el ministro del Tesoro y hombre de confianza de Cameron, George Osborne, había jugado a la carta de la continuidad.
En consecuencia, Osborne ha quedado notablemente tocado, puesto que su activa implicación lo ha dejado expuesto a que su suerte corra pareja a la del primer ministro. La presión para dimitir podría aumentar notablemente si cristaliza la idea de que su alineamiento con el premier lo deja sin legitimidad para dirigir la entrada de Reino Unido en una nueva era.