Cuba, más turistas, menos petróleo venezolano, más balseros

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

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Un año después de la reanudación oficial de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, los habitantes de la isla caribeña no sólo no han percibido mejoras en su calidad de vida, sino todo lo contrario

24 jul 2016 . Actualizado a las 10:06 h.

El 20 de julio del 2015, el día en que las sedes de las secciones de intereses de ambos países recuperaron su estatus oficial de embajadas, se ha convertido en una fecha histórica. Era el final de una situación anómala que duró la friolera de medio siglo, por el cinismo de los  sucesivos gobernantes de la primera potencia mundial que sucumbieron  a las exigencias del poderoso lobby anticastrista afincado en la península de Florida, a menos de 200 millas de la isla de la que huyeron escapando de la dictadura.

Hace 19 meses la noticia del inicio de las negociaciones para poner fin a ese sinsentido histórico fue bien acogida por todos, tanto por los más acérrimos enemigos del gobierno de La Habana, como por sus amigos más serviles, aunque a alguno -Nicolás Maduro sin ir más lejos- los pillase con el paso cambiado.

Solo llegaron los cruceros

¿Cómo está afectando el cambio a los 11 millones de cubanos que,  voluntaria o involuntariamente siguen dentro de su isla? Los datos  disponibles indican que más bien poco y que tampoco abrigan expectativas de que la situación mejore a corto plazo. Lo más visible  hasta la fecha ha sido el incremento en un 84% del número de turistas  americanos, aunque ni estos pueden entrar como tales. Ya entran en puerto cruceros y se esperan pronto aviones desde distintas ciudades norteamericanas.

Josefina Vidal, directora para América del Norte de la Cancillería de Cuba, en una reciente entrevista publicada en el periódico Granma, explica  que en estos meses se han  firmado 10 acuerdos de cooperación y se negocian otros relacionados con la lucha contra el  narcotráfico, la aplicación y el cumplimiento de la ley, la búsqueda y  salvamento, el derrame de petróleo, la meteorología, los registros  sísmicos y áreas terrestres protegidas».

Añade que en el terreno económico y comercial  «apenas se han concertado los primeros acuerdos entre empresas cubanas y estadounidenses,  en áreas como los servicios de telecomunicaciones, la administración hotelera y la operación de cruceros». 

Mientras tanto, siguen en vigor las  restricciones a las exportaciones desde EE.UU. para sectores esenciales de la economía cubana. «Prácticamente no se pueden exportar  productos cubanos a EE.UU. y tampoco se autorizan con licencia general las inversiones estadounidenses en Cuba, más allá de las telecomunicaciones», explica Josefina Vidal en la aludida entrevista. 

La diplomática cubana admite  sin rodeos que siguen pendientes en la agenda de las conversaciones temas fundamentales para la isla, como la devolución de la base naval de Guantánamo, el cese de las transmisiones ilegales de radio y televisión, el financiamiento a grupos opositores internos y sobre todo, el manido tema del bloqueo,  que aun siendo más teórico que real, perjudica claramente a los intereses cubanos y no ha permitido normalizar las relaciones bancarias entre las dos naciones. El gobierno cubano sigue esperando que se haga efectivo el anuncio de la Casa Blanca de permitirle el uso del dólar en sus transacciones internacionales, lo que facilitaría y reduciría los costos en importación de  alimentos.

Los efectos de la crisis venezolana 

Si bien es cierto que la normalización de las relaciones con Estados Unidos van a tener consecuencias  positivas en la economía y, por tanto, en la vida de los cubanos, los efectos concretos de ese cambio histórico solo se vana percibir a medio plazo. Mientras tanto lo que sí se percibe ya,  y cada vez con mayor intensidad,  son los efectos de la crisis venezolana y de la caída en picado  de los precios del petróleo y el níquel. 

La llegada del oro negro venezolano a la isla a precio de amigo y con intercambio de cromos -barriles por  profesionales sanitarios y de otro tipo, incluidos los servicios de inteligencia- no solo cubría con creces las necesidades energéticas de la isla, sino que la convertía en país exportador, lo que suponía una nada desdeñable entrada de dólares en una economía que durante años dependió de Moscú y desde que emergió el chavismo en el panorama político de Latinoamérica, de Caracas.

Los efectos del cierre del grifo petrolero venezolano son tales que el gobierno cubano ha ordenado a las empresas estatales la reducción del consumo de petróleo y electricidad en un 20% de lo planificado para el resto del año, lo que para algunas empresas ha significado la paralización parcial de la producción durante la etapa de verano, según fuentes del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, citadas por el portal Cubanet.

La medida esta obligando a ministerios y empresas vinculados a la producción al cierre de los comedores obreros en aquellos lugares donde aún existen, la reducción de la jornada laboral de 8 a 5 horas diarias, la supresión de los sábados laborables o el otorgamiento de «vacaciones masivas» a los trabajadores durante los meses estivales.

En los últimos meses vuelven a ser frecuentes en los hogares cubanos los apagones que pueden durar entre 4 y 8 horas. Las restricciones afectan también a los aeropuertos que se están viendo privados de climatización en sus instalaciones durante una buena parte del día. Esto afecta no solo a la habitabilidad de las mismas para sus pasajeros y empleados, sino también a la conservación de productos alimenticios de consumo y, consiguientemente, a su salubridad.

Este panorama explica, en buena medida, la reactivación del fenómeno migratorio  que  se ha disparado desde el anuncio de la reanudación de las relaciones y más en los últimos meses. Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP) de EE.UU desde el 1 de octubre de 2015, fecha del comienzo del presente año fiscal, hasta el pasado 11 de julio, 44.353 cubanos llegaron a EE.UU, principalmente a través de  los cruces fronterizos con México. A este flujo hay que sumar los inmigrantes que llegan a través de otros puertos y aeropuertos en Miami y Tampa (Florida), Búfalo (Nueva York) y Seattle (Washington) y, sobre  todo, los balseros. La Guardia Costera ha interceptado el presente año  fiscal a 4.807 en el Estrecho de la Florida, 334 más que el año anterior. 

¿Por qué se van? 

La explicación oficiosa de este nuevo éxodo de cubanos hacia EE.UU. es que buscan acogerse a la Ley de Ajuste Cubano de 1966, que les resuelve de inmediato su situación migratoria.

Desde Miami las cosas se ven de otra manera. Dicen que los cubanos quieren irse por la «lentitud y superficialidad» de las reformas emprendidas por el régimen de la isla y al recrudecimiento de la represión. «La gente no ve la posibilidad de prosperar en su país», dice Juan Blanco, director de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC), quien niega que sea «únicamente» debido al temor de los cubanos a perder los beneficios migratorios. «Todo aquel que puede soñar con la prosperidad en su país no la busca en otra parte». manifestó Blanco.