Isabell Hoffmann: «No todo lo que trajo la globalización ha sido positivo»
INTERNACIONAL
Cree que el camino a seguir no es la vuelta al proteccionismo
04 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La UE vuelve a estar a las puertas de otra sacudida política y los líderes culpan al populismo. Isabell Hoffmann, experta de la Fundación Bertelsmann Stiftung, rectifica el tiro en su informe Fear not values. Asegura que el miedo a la globalización promovida por «una élite liberal alejada de la realidad» está detrás de las demandas de cambio de los europeos declarados en rebeldía.
-La globalización y la pérdida de valores tradicionales explican el apogeo del voto populista. ¿Hay más factores de peso?
-Son las dos formas prominentes de explicar su auge. La globalización es un fenómeno multifacético que abarca muchas otras inquietudes. Durante los últimos años hablamos de él como un fenómeno meramente económico y financiero. Se lanzó el mensaje de que era buena para todos, buena para crear nuevos puestos de trabajo, para potenciar el comercio y para hacer que los precios de los bienes sean más baratos, pero también ha tenido consecuencias para la competitividad y para asuntos alejados de la economía.
-Los británicos no están especialmente preocupados por sus efectos, al contrario que franceses y austríacos. ¿Cómo se explica entonces el pulso populista?
-Es verdad que solo el 36% de los británicos creen que la globalización es una amenaza, pero el porcentaje aumentó los últimos años a pesar de ser un país con una larga tradición comercial, volcado hacia el intercambio global y la apertura de mercados. En países como Austria o Francia se acentúa el temor porque no incentivaron tanto ese tipo de políticas.
-¿Cree que los líderes europeos darán marcha atrás y abrazarán políticas más proteccionistas?
-No creo que ese deba ser el camino a seguir, pero sí es cierto que no todo lo que ha traído la globalización ha sido positivo. Surgirán más cuestiones a las que los líderes deberán dar respuestas.
-Altos cargos de la UE reconocen que no benefició a todo el mundo. Una parte de la sociedad se siente abandonada. ¿Cómo se puede revertir la situación sin desandar el camino?
-Es un asunto sensible. La globalización ha sido algo más que un proceso económico. De ahí arranca la crisis y no solo la económica, también la de seguridad y la migratoria. Los líderes europeos deberían buscar nuevas recetas, hay que ser más creativos.
-¿Qué propone?
-Se debería capacitar mejor a la gente para afrontar el futuro. Prepararles para gestionar lo que está por venir y para hacerles lo suficientemente fuertes y seguros a los cambios. Y para eso es necesario atender a la educación. El informe revela un vínculo estrecho entre el nivel educacional y la confianza en el futuro. Es crucial para sociedades tan complejas y altamente interconectadas como las nuestras.
-El oxi griego, el referendo holandés, el brexit, la ultraderecha austríaca... ¿Se repetirá la historia con un no en Italia?
-No lo sé. Existen dinámicas preocupantes. Todo el mundo piensa que puede ocurrir lo que antes se creía imposible. También hay que decir que no es un fenómeno nuevo. Los populistas siempre han tenido buenos y malos momentos, pero no cabe duda de que debemos ser cuidadosos para evitar que se fortalezcan.
El rechazo se duplica entre los mayores y los menos cualificados
«Los ciudadanos que se sienten más próximos a partidos populistas están principalmente motivados por el miedo a la globalización. Esto es particularmente evidente cuando se trata de partidos de derecha», zanja Hoffmann en su informe. Las estadísticas que maneja en el documento son rotundas. El 78% de los votantes alemanes del euroescéptico AfD manifiestan rechazo a una mayor apertura global. Lo mismo pasa con el 76% de quienes simpatizan con el Frente Nacional de Le Pen, el 66% de los seguidores de la Liga Norte italiana y el 69% de quienes respaldan al ultraderechista FPÖ en Austria.
Pero, ¿cuál es el perfil del ciudadano que abraza el discurso de estas fuerzas populistas? Es el de quien siente que se ha quedado al margen de la sociedad o corre el riesgo de hacerlo. El contagio se duplica entre la gente de clase trabajadora, de edad avanzada, con bajo nivel educativo y escasos ingresos. También cuenta la nacionalidad. Franceses (54%) y austríacos (55%) son los más escépticos ante la globalización.
El apoyo a fuerzas de ultraderecha no está directamente vinculado a los valores conservadores que encarnan sino a su visión proteccionista de la economía y el empleo en zonas profundamente golpeadas por la deslocalización, fruto de la liberalización y la desregulación. De hecho, solo el 29% de quienes recelan de la globalización se oponen al matrimonio homosexual, pero el 57% creen que hay demasiados inmigrantes en su país. «Los valores juegan un rol menor», aclara Hoffmann. El pragmatismo y la incapacidad para adaptarse a los cambios en un mundo cada vez más competitivo prenden el miedo.
La UE no debe ignorar las señales de alarma. Cuando aumenta el recelo hacia la globalización, también lo hace el rechazo a una mayor integración europea. El germen de los referendos y las eurodecepciones está en la falta de reacción de sus líderes, que empiezan a reconocer con la boca pequeña que la ley del más fuerte del libre mercado no ha beneficiado a todos por igual.