Masacre en la catedral copta de El Cairo

La Voz REDACCIÓN

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El ataque fue perpetrato con un artefacto explosivo colocado en el interior del templo. Los Hermanos Musulmanes responsabilizan al Gobierno de buscar una guerra sectaria

12 dic 2016 . Actualizado a las 07:46 h.

Al menos 25 personas murieron y otras 49 resultaron heridas en una explosión en la catedral ortodoxa copta de San Marcos, en El Cairo. La catedral, situada en el centro de la capital egipcia, es la sede del Patriarca de Alejandría, cabeza de la Iglesia ortodoxa copta. Se trata del ataque más grave en el país contra un lugar de culto cristiano en décadas y en un día festivo que marca el nacimiento de Mahoma y tras una noche de oración entre los cristianos por el inicio del mes de kihak en el calendario copto.

La explosión fue causada por una bomba, pero por el momento su responsabilidad no ha sido reivindicada. Un oficial de seguridad dijo que la bomba fue lanzada por un desconocido dentro del templo, aunque ni las fuerzas de seguridad ni las autoridades religiosas consiguieron aportar más datos sobre el origen del atentado.

Esa incertidumbre disparó las sospechas sobre el origen del ataque. Las primeras miradas se dirigieron al colectivo de los Hermanos Musulmanes y sus organizaciones satélites, cuya postura integrista y de rechazo a los cultos no islámicos ya ha generado otros incidentes en todo el país. «El derramamiento de sangre de todos los egipcios está prohibido por el Islam, ya sean musulmanes o cristianos, especialmente si estos estaban rezando o desarmados», detalló un portavoz de este colectivo. Al mismo tiempo, el exgrupo gobernante, que fue apartado del poder por los militares en julio de 2013, responsabilizó al actual mandatario egipcio, Abdelfatah al Sisi, y a «sus bandas criminales» de lo ocurrido.

Según los Hermanos Musulmanes, el Gobierno de Al Sisi emplea la sangre de los cristianos como «combustible para alimentar el miedo, especialmente respecto a una guerra sectaria» en Egipto

Condena masiva

El brutal atentado de El Cairo provocó una unánime reacción de rechazo en todos los países y organismos del mundo. También en las autoridades religiosas de las distintas confesiones.

En la ciudad egipcia, decenas de personas, algunas airadas, otras con el rostro sombrío, se amontonaron en torno a la zona acordonada por los agentes en las inmediaciones de la catedral. «¡El ministro del Interior debe marcharse!», gritaban algunos criticando que las fuerzas de seguridad no previeran el ataque.

«Me siento triste, No puedo imaginarme que algo así ocurra mientras la gente reza en la iglesia», dijo Badi, un ingeniero cristiano que contemplaba la escena desde el otro lado de la calle abatido por la pérdida de algunos amigos en el atentado.

Se calcula que en torno a un diez por ciento de la población egipcia son cristianos coptos. La convivencia con la mayoría musulmana del país es normalmente pacífica, aunque se han producido tensiones aisladas en las zonas menos urbanas.

El último ataque grave con bomba contra un templo egipcio tuvo lugar en Alejandría la noche de fin de año del 2010 y causó 23 muertos.

Una escisión del PKK reivindica el atentado de Estambul y Erdogan les amenaza con que «pagarán un alto precio»

Turquía vivió ayer una jornada de duelo y conmoción por el doble atentado perpetrado en Estambul -que causó 38 muertos y 155 heridos- y del que se ha responsabilizado un grupúsculo radical kurdo, mientras que el presidente, Recep Tayyip Erdogan, prometió en el funeral de Estado que los autores pagarán «un precio muy alto».

Un coche bomba estalló el sábado al lado de un furgón policial ante una de las puertas del estadio del Besiktas. Un minuto más tarde, un suicida se inmoló entre un grupo de agentes en el cercano parque Maçka, al otro lado del recinto. Treinta de los muertos son policías, siete son civiles y uno queda por identificar.

La Policía detuvo a 13 personas por sus supuestos vínculos con los atentados. Varios portavoces del Gobierno señalaron que «todos los indicios apuntan al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)», pero el atentado fue reivindicado por los Halcones de la Libertad de Kurdistán (TAK). Este grupúsculo se presenta como una escisión radical del PKK, aunque el Gobierno la considera una «marca subsidiaria» del ese grupo armado para cometer atentados que darían mala imagen, como el del pasado mes de febrero en Ankara, en el que murieron 28 militares y un civil; el de marzo en la misma ciudad, con 37 muertos, todos civiles; y el de junio en Estambul, con 11 fallecidos.

«Mientras siga en prisión el presidente Apo (en referencia a Ocalan, fundador del PKK) y la República Turca y el AKP (el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo) cometan cada día torturas en Kurdistán, jueguen con los cadáveres de niñas y maten a niños, Turquía no puede esperar continuar una vida tranquila», señalaba el texto del TAK.