Obama deja liquidados los privilegios migratorios de los cubanos

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

El director en Panamá de la Pastoral Social Cáritas, Víctor Berrío, conversa con un grupo de cubanos en un refugio de la institución.
El director en Panamá de la Pastoral Social Cáritas, Víctor Berrío, conversa con un grupo de cubanos en un refugio de la institución. Alejandro Bolívar | EFE

Ocho días antes de abandonar la Casa Blanca, Obama puso fin a la política de pies secos, pies mojados, un privilegio que permitía la entrada de los sin papeles cubanos al pisar suelo estadounidense. Este nuevo paso en la normalización de las relaciones entre los dos países, deja varados en el camino a miles de isleños, a la espera de lo que decida Trump.

20 ene 2017 . Actualizado a las 07:55 h.

Cualquier ciudadano del mundo que pretenda entrar en los Estados Unidos como turista, aunque proceda de un país al que no se le exige visado, ha de tramitar antes la ESTA (Electronic System for Travel Authorization). Para ello ha de rellenar un cuestionario de cuatro folios y pagar una tasa de 14 dólares. Si le contestan afirmativamente, puede viajar, pero eso no implica que tiene asegurada la entrada en el país, la ultima palabra la tiene el aduanero de turno en destino, lo habitual es que entre.

Pero los cubanos eran caso aparte. Desde el año 1995 y hasta el pasado día 12, los procedentes de la isla caribeña, aunque viajasen indocumentados, si ya habían tocado tierra, podían permanecer de forma legal en el país y acceder a la residencia. Si eran interceptados en el mar, debían ser repatriados, pero el gobierno cubano no aceptaba su regreso. Así, al final todos se quedaban en EE. UU. Tras un año y un día se convertían en residentes permanentes.

La decisión presidencial ya ha provocado las primeras repatriaciones y La Habana ahora las acepta. La revisión de la política migratoria bilateral era una de sus principales exigencias.

La política de pies secos pies mojados La Habana siempre la consideró como un agravio que provocaba una fuga de cerebros e incentivaba la inmigración ilegal, animando a los cubanos a arriesgar sus vidas echándose al mar en improvisadas balsas.

 Se veía venir

Desde que comenzó oficialmente el proceso de normalización de relaciones entre ambos países los cubanos sabían que los privilegios migratorios y la política de puertas abiertas en EE. UU. tenían los días contados. Esa amenaza explica en buena medida el que el pasado año entrasen en territorio estadounidense cerca de 50.000 cubanos y el año anterior el 2015- un 80% más que en 2014.

Frente a las criticas de aquellos que están en contra de la normalización de relaciones entre Cuba y EE. UU., Ben Rhodes, el asesor de la políticas exteriores de Obama, defendió la decisión presidencial diciendo que la mayoría de los cubanos que estaban llegando no eran refugiados políticos, como en otros tiempos, sino emigrantes económicos que podrán jugar un papel muy importante en el futuro progreso de Cuba.

También parece evidente que la nueva política migratoria puede ser un instrumento eficaz para combatir las poderosas redes de tráfico de personas, controladas por mafias colombianas y mexicanas, a las que de un tiempo a esta parte estaban recurriendo inmigrantes cubanos, que en muchos casos han tenido que vender sus hogares en la isla para poder pagar a los traficantes.

Una de esas redes mafiosas, según denunció recientemente el prestigioso columnista Jon Lee Anderson, operaba desde Colombia, desde donde realizaba un peligroso recorrido que podía durar hasta tres semanas, a tener que atravesar la selva del Darién para llegar a Panamá. Otras redes, controladas por carteles de la droga, operaban desde México, moviendo emigrantes cubanos y de otras nacionalidades.

Los que no podían pagar el peaje de estas mafias se seguían lanzando al mar para tratar de llegar a Miami a bordo de cualquier artilugio flotante, como siempre. Se estima que unos 7.400 lo hicieron el último año. Cinco de ello se ahogaron el mismo día que Obama pisó La Habana el pasado mes de marzo.

También los médicos

La nueva realidad está dejando varados  en el camino centenares de cubanos que se habían lanzado a la aventura migratoria antes del cambio de política por parte de las autoridades norteamericanas y que se encontraban en tránsito por Colombia, Ecuador, Guyana y Panamá. Muchos de ellos son médicos exportados por el régimen cubano a Brasil, Venezuela o Colombia que ya habían solicitado acogerse al Cuban Medical Professional Parole (CMPP), un programa que otorgaba permiso para permanecer en EE.UU. a los profesionales sanitarios de la isla en misiones en el exterior y que también ha sido eliminado. 

El comunicado de la Casa Blanca señala que ese programa le otorgaba un «tratamiento preferencial» al personal médico cubano y por ello «contradice» los efectos de los esfuerzos de normalización de relaciones entre Cuba y EE.UU. A partir de ahora el personal médico cubano tendrá que solicitar asilo en las embajadas y consulados de Estados Unidos alrededor del mundo, en consonancia con los procedimientos que rigen para todos los ciudadanos extranjeros.

La política de pies secos, pies mojados era solo una parte de Ley de Ajuste Cubano de 1966 que contemplaba además otros privilegios que, de momento, siguen vigentes. As los cubanos que ya están en EE.UU. no resultan afectados por esta medida. Sigue vigente el Programa de Admisión Condicional para Reunificación de Familias Cubanas y el conocido como «Lotería de visas», por el que 20.000 personas acceden anualmente a la residencia legal.

 ¿Qué hará Trump con Cuba?

Después de todo lo que ha dicho y dejado de decir en su campaña al nuevo inquilino de la Casa Blanca le queda una gran papa caliente con el tema Cuba. Tras la de la muerte de Fidel, Trump tuiteó que si el régimen cubano no hace concesiones en materia de libertades políticas y religiosas, «no habría trato» con los Estados Unidos. Según fuentes citadas por Jon Lee Anderson, en la reunión que mantuvieron tras su victoria electoral Trump le habría hecho saber a Obama que estaba de acuerdo con la apertura a Cuba. El prestigioso columnista de The New Yorker concluye que al multimillonario Donald le preocupan más los hoteles que el cambio de régimen, el dinero que la democracia. En Cuba las expectativas de negocio son muy altas y no va a dejarlas pasar, con lo que la última jugada de Obama tiene escasos visos de marcha atrás.