Mark tiene altas capacidades y Nina tiene TDAH: «Ella realmente se puede olvidar de responder los mensajes si no los tiene delante»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Mark y Nina se conocieron hace ocho años estudiando interpretación.
Mark y Nina se conocieron hace ocho años estudiando interpretación.

Se conocieron hace ocho años estudiando interpretación y hoy se dedican a proyectos artísticos juntos y viven en un piso adaptado a las necesidades de sus cerebros

20 abr 2024 . Actualizado a las 09:26 h.

«Así es tener una relación con alguien que tiene TDAH». Estas palabras, en la voz de Mark Curado como narrador, se pueden oír en los primeros segundos de un vídeo que cuenta con un millón y medio de reproducciones en Instagram y casi tres millones en TikTok. La cámara apunta a una chica rubia, sonriente y desenfadada, que en esa primera escena se está haciendo un peinado con un rizador eléctrico. 

Ella es Nina Monet, actriz, cantante y paciente de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Mark, camarógrafo y narrador del vídeo, también actor y músico, es su pareja y compañero de proyectos artísticos. En redes sociales, se presentan como «pareja neurodivergente»: al diagnóstico de ella se suman los de él, alta sensibilidad y altas capacidades.  

La historia comenzó hace más de ocho años, cuando se conocieron estudiando interpretación. La amistad dio paso a una relación romántica y creativa en la que pronto surgió el conflicto. Y así, en la búsqueda de respuestas, llegaron los diagnósticos

«Por ciertas toxicidades que aparecieron dentro de la pareja, gracias a los diagnósticos pudimos aprender a conocernos mucho más y tener una relación mucho mejor. Descubrirnos a nosotros mismos nos permitió crecer como personas y como pareja», cuenta Nina.

«Nosotros empezamos la relación y a los cuatro meses, tuvimos una crisis muy grande, muy tóxica. Empezamos a ver cosas que eran diferentes de cómo las llevaban otras parejas. Pedíamos consejo a amigos y veíamos que nada de lo que nos estaba pasando cuadraba con los discursos de esas personas. Estuvimos indagando sobre por qué ciertas conductas eran como eran y empezamos a aprender sobre lo que era la neurodivergencia», dice Mark. 

Así fue como Nina comenzó a indagar en su propia historia. Tenía 28 años y nunca había recibido un diagnóstico. «Una amiga que es psicóloga me dijo que pensaba que yo podía tener TDAH y me recomendó que me hiciera una evaluación. Y yo había pasado toda la vida sintiendo que algo fallaba dentro de mí, y lo achacaba a algo hormonal o a la ansiedad. Cuando mi amiga me dijo eso, fui a hacerme una evaluación y salió el TDAH», recuerda ella. 

La psicoterapia fue clave para ambos. «Mi psicóloga me comentó que yo podía tener alta sensibilidad por el episodio de crisis que habíamos tenido. Había cosas que yo estaba sintiendo de una manera más intensa y elevada de lo que en realidad correspondía a lo que estaba pasando. Entonces, uno de nuestros proyectos artísticos se vino abajo y yo entré en una crisis de depresión. Aprendí que las altas capacidades tienen un vínculo muy grande con la alta sensibilidad, por la manera en la que se procesan los estímulos. Me hice una evaluación y resultó que tenía altas capacidades», cuenta Mark.

El alivio de un diagnóstico

Llegar a la vida adulta con un TDAH sin diagnosticar significa haber aprendido e internalizado comportamientos que buscan camuflar o enmascarar el trastorno. En este sentido, Nina asegura que ponerle nombre a lo que le había pasado toda su vida fue liberador. «Para mí, recibir el diagnóstico fue como volver a nacer, porque todos esos problemas que tenía encontraron un motivo. No es una justificación para todo, pero sí una respuesta a preguntas que llevaba haciéndome muchísimo tiempo», cuenta. 

«Cuando recibes el diagnóstico en la edad adulta, tienes una madurez mental que hace que proceses todo de forma diferente, llegas a atravesar un duelo por todas esas cosas con las que llevas lidiando muchísimo tiempo y que, si lo hubieses sabido antes, posiblemente no habrías llegado a ese punto. Hay traumas que tienes que sanar con respecto a tu pasado, pero para mí fue una sensación muy liberadora», dice Nina. 

A Mark, los diagnósticos le ayudaron a entender mejor su relación y enfrentar los problemas desde la empatía. «Mi cerebro necesita siempre una lógica, entender el porqué de las cosas. Si no, entro en un estado de frustración y eso me lleva a no saber gestionar ciertas emociones», explica. 

«Cuando entiendes que un cerebro neurodivergente tiene otros procesos, empiezas a ver que lo que está pasando muchas veces es que ella está tomando otros caminos diferentes que también son válidos para gestionar las cosas», dice Mark. 

«Tener el diagnóstico ayudó a aplacar comentarios como: "Lo que le pasa a Nina es que tiene que concentrarse un poquito más". No. Hay que abordar lo que está pasando desde otra perspectiva. Si entendemos que la función ejecutiva con TDAH es diferente a la de un cerebro neurotípico, y que son procesos diferentes para llegar al mismo resultado, es posible», asegura Mark. 

«El diagnóstico es una caja de respuestas y hay que saber utilizarla. Puedes descubrirlo y no hacer nada con ello, pero el hecho de que los dos estuviésemos activamente involucrados en mejorar la relación cuando supimos esto, nos hizo comprender muchas cosas y nos hicimos responsables de nuestras emociones», dice Nina.

En este sentido, Nina asegura que en el TDAH ha encontrado una fuente de inspiración para su trabajo como artista. «La gente tiene la idea de que la impulsividad es algo malo, pero si la llevas por un buen camino, deriva en poder hacer proyectos más creativos. Al final, tu cabeza siempre va a tener esa tendencia, así que si no te amigas con ella y le sacas partido, vas a vivir amargado y sufriendo por lo que podrías haber hecho si no la tuvieras. En realidad, esas son tus cartas y no pasa nada», sostiene. 

Amor neurodivergente

Los conflictos en una pareja como la de Mark y Nina no son, necesariamente, los mismos que pueden tener dos personas neurotípicas que empiezan una relación. Por lo tanto, la resolución de los problemas tampoco podía darse desde un punto de vista neurotípico. 

«La gente no nos entendía y nos decían que lo dejásemos porque no estábamos hechos el uno para el otro. Pero no nos estábamos entendiendo porque hablábamos un idioma diferente. Entonces, intentamos entender cómo funcionaba el cerebro de cada uno para encontrar un equilibrio entre nuestras cabezas», cuenta Mark.

Además de la dificultad de ambos para regular las emociones, otro de los puntos de conflicto fue que Mark se adaptase a la falta de atención de Nina, rasgo característico de su trastorno. «Hay ciertos patrones que nos han machacado en la sociedad, como que hay que responder al WhatsApp cuando te hablan. Yo comentaba con mis amigos que a lo mejor ella llevaba ocho horas desde que me había leído sin contestarme y ellos decían que no podía ser, pero ella realmente se puede olvidar de los mensajes si no los tiene delante. Entonces, buscamos una forma de resolverlo que nos funcionaba. En vez de hablar por el WhatsApp, decidimos llamarnos cada noche para hablar una horita», cuenta Mark. 

«Una cosa que siempre tuvimos clara era que había algo que nos decía que no teníamos que abandonar. Lo fácil hubiese sido dejarlo e ir cada uno por su lado, pero sabíamos que queríamos intentar entendernos y resolver lo que estaba pasando», dice Nina.

La importancia de la psicoterapia

Acudir a un profesional siempre es buena idea cuando nos encontramos perdidos en el camino o repitiendo patrones que nos hacen daño y de los que no conseguimos salir. «Yo daba por hechas ciertas cosas y la terapia me ha ayudado a entender que es mi cabeza la que lo está procesando así. Ahora puedo ver qué opciones tengo, cuando antes solo veía una. La terapia me ha dado varias posibles maneras de abordar la misma situación», señala Mark.

«Hubo una época en la que discutíamos mucho y mi círculo cercano en broma me llamaba Dramark, porque todo para mí era un drama. Eso me llevó a decir: vale, pues no voy a hablar de mis sentimientos. Pero la terapia es el sitio donde puedes llegar y decir: "Me pasa esto y siento que me falta el aire". Y alguien que no lo juzgue lo aborde poniéndolo en valor», cuenta.

Convivencia o el arte de construir un hogar

Cuando Mark y Nina decidieron vivir juntos, sabían que iban a necesitar un espacio que pudieran adaptar a sus necesidades. «Algo que nos sirvió mucho fue poner en la primera habitación, cuando entras a casa a la derecha, el vestidor. Esto ayuda, porque la gente con TDAH tiende a perder las cosas o no saber dónde las dejaron. Luego, no tenemos puertas en los armarios, porque es un paso menos para el cerebro, es más fácil no tener que abrir y cerrar una puerta», cuenta Mark.

«El famoso tema de las llaves es complicado para las personas con TDAH. Teníamos cinco juegos de llaves y se perdieron todos menos el suyo. Entonces conseguimos un llavero con forma de amplificador Marshall que se clava a la puerta y cuando llegas, tienes que enganchar tus llaves allí y es como un juego. Como da un chute de dopamina dejar las llaves allí, no se te olvida», dice Nina. 

«Una de las habitaciones que tenemos la uso yo para desconectar. Me pasa mucho que cuando he tenido mucho contacto social durante el día, la batería se me agota y necesito un momento tranquilo en un ambiente calmado. Tenemos luces de colores para crear distintos ambientes. Allí puedo estar solo con luz de intensidad baja, tenue y cálida, así los ojos no me acaban doliendo. Descanso mi cabeza y me pongo a meditar en ese sitio aislado de calma», señala Mark.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.